Cocaína flotando en la pileta, siete cámaras de seguridad, un alto nivel de vida y costosos vehículos financiados con ingresos de… desempleados. El allanamiento a la casa de Emiliano “Emi” Alejandro Forján, en la ciudad de Córdoba, fue el epílogo de una extensa causa por venta de droga al menudeo, con ribetes insólitos.
En un reciente fallo unipersonal del juez Eugenio Pablo Pérez Moreno, la Cámara Octava de Crimen condenó en un juicio abreviado a Ana Natalia Piccone (31), “Emi” Forján (35), Jeremías Gabriel “Mostaza” Osler (35), Daniel Alberto Contreras (37), Julio Daniel Saporitti (38), Sergio Franco “Franquito” Linares Mansilla (38) y Carlos Osvaldo Rodríguez (42). Fueron absueltos Daniela Karina Salas (50) y Miguel Ángel Forján (54).
Llamada y advertencia
La investigación, liderada por la fiscal Milagros Rivas, comenzó en 2020 con una denuncia por venta de cocaína en barrio San Lorenzo, de la Capital provincial. Los datos apuntaron directamente a “Franquito” Linares Mansilla. “Franco está matando a toda la gente del lugar con la cocaína. Tiene personas que trabajan para él, los ‘perros’”, dijo un vecino a los investigadores. “Es proveedor del barrio”, apuntó otro.
La vigilancia determinó que realizaba múltiples recorridos por estaciones de servicio, donde se reunía con diversas personas. Se determinó que vendía droga bajo la modalidad delivery tras pactar por teléfono la “transa”.
Los vecinos lo acusaron, incluso, de utilizar a su hijo adolescente para entregar la sustancia, porque ante una detención, por ser menor recuperaría la libertad. También se sospechaba que escondía el dinero de la recaudación en la casa de su madre –una directora de escuela jubilada– en otro barrio.
Los investigadores lograron unir las piezas del caso a partir del testimonio de una mujer, que manifestó que su sobrino consumía drogas y que se las compraba a “Franquito”, quien –a su vez– las adquiría a “Emi” en San Vicente. En 2022, los efectivos siguieron a “Franquito” mientras este circulaba en su Volkswagen Voyage y llegaron así hasta la casa de “Emi”, luego identificado como Emiliano Forján, ubicada en Blas de Rosales 3562.
Allí observaron a Contreras bajarse de un Argo e ingresar a la vivienda de su primo, “Emi”, y luego a otro en una Amarok (a nombre de Contreras, pero con “Emi” como autorizado a manejar). Los vecinos dijeron que en esa casa entraban y salían varios hombres con una actitud intimidatoria, sin saber a qué se dedicaban legalmente, pero con la sospecha de dedicarse a la “venta de droga”.
Los propios vecinos también mencionaron que los padres de “Emi” vivían cerca, en calle Ariza. Otro residente dio una serie de datos relevantes: que los padres de “Emi” eran Miguel Forján y Salas, que era sabido en el barrio que ambos manejaban “una banda de droga”, pero que ahora el hijo comercializaba en su casa (en Blas de Rosales).
El vecino dijo que Forján padre (quien se manejaba en un Vento a nombre de su esposa) se enteró de las denuncias de los otros residentes porque es amigo íntimo de Liliana Juncos, la exlegisladora y exfuncionaria municipal, a la que vio en casa de Forján en reiteradas oportunidades. En el perfil de Facebook de Salas (madre de “Emi”), los investigadores detectaron que el usuario “Liliana Juncos”, con fotos de la exlegisladora, le deseó feliz cumpleaños a Forján padre y lo llamó “amigo”.
Juncos fue mencionada en el desaparecido programa ADN (Canal 10) en un informe sobre venta de droga en barrio Müller, donde fue asesinada la niña Danesa Carnero. Una de las hipótesis por el crimen fue la de la supuesta venta de droga en un sector donde existía un comedor vinculado a Juncos.
La riqueza de la droga
Los investigadores determinaron que luego “Emi” habría vendido cocaína y marihuana en su nueva casa, en Doroteo Robles al 1100, de barrio Mirador, entre septiembre de 2021 y agosto de 2022, con el apoyo de su primo Contreras y de Saporitti.
Los pesquisas llegaron hasta Saporitti por los seguimientos a Linares Mansilla. Descubrieron que Saporitti, a bordo de un Suran, entregó un paquete sospechoso a “Franquito”. Entre sus amigos de Facebook, Saporitti tenía a Contreras y a la hermana de “Emi”, por lo que la fiscal fue encontrando nexos delictivos entre ellos.
Tanto Saporitti como Contreras eran los encargados de cerrar las ventas en la casa de “Emi” en Mirador o de entregar las drogas que “Emi” les proveía, como deliveries en los barrios San Lorenzo, Avellaneda y Colón.
Cuando los efectivos allanaron la vivienda, encontraron una escena de película: en la pileta flotaba cocaína que el padre de “Emi” había intentado descartar. El hombre quiso escapar trepando una pared de dos metros, pero cayó y arrojó el envoltorio con 12 gramos de cocaína a la piscina.
Su esposa (Salas), al momento de la irrupción policial intentó descartar 134 gramos de la misma sustancia en el inodoro del baño. “Emi” acumulaba marihuana en varias partes de la residencia, 479 mil pesos y 9.000 dólares de las ventas de droga. Su otro primo, Carlos Rodríguez, fue descubierto in fraganti en la misma casa con un huevo Kinder “blanco” (cinco envoltorios con cocaína), pero no se probó que hubiera vendido droga.
A pesar de no registrar ningún empleo formal ni poseer legalmente inmuebles, ni vehículos a su nombre, tenía vivienda propia, pileta y quincho. La compra de la Amarok, realizada por Contreras, llamó la atención del juez que condenó a la familia, ya que daba cuenta “de cómo los coimputados se manejan en todo como un ‘bloque’, prestándose sus firmas, registrando bienes para desviar posibles investigaciones, intentando así burlar todo control”.
El “Tony Montana” cordobés
“Emi” llevaba un elevado nivel de vida y contaba con hasta siete cámaras de seguridad (ninguna registraba el interior), lo que recuerda en parte la obsesión de Tony Montana (el personaje que Al Pacino protagonizó en Scarface) con la seguridad en su mansión de Miami. Insólitamente, “Emi” no se percató de que las cámaras de su domicilio lo filmaron –en dos ocasiones– mientras vendía droga en la puerta. Es decir, él mismo “generó” parte de la prueba en su contra. Su abogado, Nicolás Ruades, recalcó en el juicio el arrepentimiento de su defendido y la vida difícil que tuvo de niño.
A pesar de que los vecinos conocían a los padres de “Emi” como los peluqueros del barrio, las propias cámaras de seguridad de la casa no registraron a ningún cliente que entrara en la peluquería (ubicada en el patio). Si bien estaban registrados como monotributistas, no facturaban. Pero donde sí están registrados es en el prontuario de la Justicia federal: ambos fueron condenados en 2005 por vender estupefacientes (Forján padre recibió 12 años y Salas, dos).
Sospechosamente, “Franquito” y su esposa (ella, pensionada) no registraban actividad ante el fisco, pero contaban con depósitos bancarios significativos, compraban vehículos de alta gama (para su posterior reventa) y realizaban gastos por montos altos (investigan a allegados que pudieron haber encubierto bienes y dinero de Linares Mansilla). Incluso tenían una pollería como fachada para la venta de drogas, al estilo Breaking Bad.
“Podemos inferir –dijo el camarista que condenó a varios de los imputados– que perciben altas sumas de dinero proveniente de la venta de estupefacientes, ya que suponiendo que realmente trabajaran en los empleos que manifiestan realizar, difícilmente podrían sostener el nivel de vida que se les observó a cada uno de los traídos a proceso durante las vigilancias, e incluso de los dichos de sus vecinos, quienes se sorprenden, por ejemplo en el caso de Emiliano, de cómo terminó la vivienda en tiempo récord, sin tener un trabajo conocido”.
“Otro tanto sucede con sus padres, Daniela y Miguel Ángel, quienes tienen una casa con pileta, con detalles de alto nivel, que no se condice y contrasta con el resto de las viviendas de la zona, beneficios que son pocas veces accesibles a peluqueros de barrio”, indicó.
Otro condenado en la causa fue “Mostaza” Osler. En su casa, le encontraron una Bersa Thunder 32, calibre 7.65 (arma de guerra), sin la debida autorización (no es su legítimo usuario) y la numeración adulterada. Quedó implicado en la investigación porque habría utilizado su vivienda como “aguantadero” de “Franquito” Linares (residen a una cuadra uno del otro) para esconder droga, autos y armas. A su vez, la pareja de Contreras, Piccone, reconoció que tenían dos revólveres y cartuchos.
El fiscal de Cámara, Fernando López Villagra, realizó una modificación en los hechos y también pidió la absolución de los padres de “Emi” (imputados por encubrimiento) porque la ley exime de responsabilidad penal a quienes hubieren obrado en favor de un pariente (el hijo).
Los imputados admitieron los hechos y su participación. “Emi” recibió tres años y medio por comercialización de estupefacientes y tenencia ilegal de arma de guerra; Linares Mansilla (3 años y 2 meses; comercialización); Saporitti (3 años y 1 mes; comercialización y tenencia ilegal de arma de guerra); Contreras (3 años y cuatro meses; mismos delitos que Saporitti); Rodríguez (3 años; tenencia de droga para venta); Osler (3 años condicional; por tenencia ilegal de arma de guerra y encubrimiento) y Piccone (2 años condicional; tenencia ilegal de arma de guerra).
