Extraño. Hacía varias jornadas que su hermano no le respondía los mensajes ni atendía las llamadas. Los WhatsApp quedaban con un solo tilde. Para peor, había dejado de ir a trabajar a la empresa de energía.
Preocupado, el muchacho decidió ir hasta la vivienda. Los golpes en la puerta no dieron resultado. Llamarlo desde la vereda, tampoco. Nadie abría. La persiana estaba baja.
Como tenía llave, decidió entrar. Si bien no había desorden, faltaban objetos y otros estaban cambiados de lugar. Ni noticias de su hermano.
Algo le llamó la atención al joven: la puerta de la habitación estaba cerrada y con llave. Desde el otro lado, se escuchaba el motor de un artefacto eléctrico.
En el patio, los perros no paraban de ladrar. Llevaban días sin comer.
El joven pensó en marcharse, pero tuvo subrepticiamente un mal presentimiento. El peor de todos.
Fue así que forzó la puerta, accedió a la habitación y se topó con el freezer en marcha.
“¿Qué hacía allí? ¿Por qué no estaba en la cocina?”, pensó.
Prendió la luz de la habitación y tuvo el impulso de abrir la puerta del artefacto de refrigeración.
Fue entonces que quedó petrificado: dos piernas asomaban.
El cuerpo de su hermano, congelado, yacía boca abajo.
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Momentos después, la zona quedaría acordonada y poblada de policías y de funcionarios judiciales.
Mario Antonio Albornoz tenía 53 años y se ganaba la vida como guardia de seguridad. Alguien que lo odiaba lo mató con golpes de martillo y lo metió en el freezer, tras lo cual le robó una fuerte suma de dinero, unas notebooks y el celular, entre otros artefactos.
El alevoso asesinato ocurrió el 3 de abril pasado en una casa de barrio Alberdi, Córdoba Capital. Su cuerpo sería encontrado tres días después.
Para el fiscal de instrucción Guillermo González, el asesino habría sido Fabián Ricardo Páez, un empleado de bar de 39 años. Páez le alquilaba una habitación a Albornoz.
A seis meses de aquel caso de espanto que sacudió a Córdoba, el fiscal mandó a juicio a Páez con una gravísima acusación: homicidios criminis causae.
Para el instructor, Páez habría matado a traición al hombre que le daba techo con la finalidad de robarle y obtener impunidad.
Si llega a ser condenado, será con esa carátula: perpetua.
Una cruenta historia de traición
Todo sucedió en calle Santa Rosa al 3315. En ese inmueble de paredes amarillas y rejas blancas hasta el techo vivía Mario Albornoz, quien se ganaba la vida como guardia de Epec.
Alquilaba gran parte del inmueble y, a su vez, subalquilaba habitaciones a hombres solos. Necesitaba dinero.
La autopsia reveló que lo mataron con furiosos golpes de martillo en la cabeza. Su cuerpo fue escondido en uno de los dos freezers que tenía. Allí mismo fue tirado el martillo. La casa había sido limpiada.
En medio de la conmoción vecinal, los policías se pusieron a trabajar.
No había testigos. Tampoco filmaciones de cámaras de seguridad a simple vista. Una cámara de la casa había sido dada vuelta hacia arriba.
La pesquisa se centró en averiguar sobre la víctima, quienes lo frecuentaban y su círculo de relaciones.
No tardaron mucho los investigadores, bajo directivas del fiscal, en determinar que de manera llamativa un inquilino había desaparecido justo poco tiempo antes.
Tampoco tardaron mucho en saber que se llamaba Fabián Páez.
Al indagar y entrevistar a otros inquilinos, los detectives comenzaron a apuntalar la sospecha sobre ese misterioso sujeto, quien solía frecuentar a la víctima y que, de golpe, había desaparecido.
Rastreo tecnológico clave
Como en toda investigación, los pesquisas se basaron en una serie de averiguaciones tecnológicas.
Así fue que lograron determinar que ese Páez había estado vendiendo, a través de Facebook, unas notebooks compatibles con las sustraídas de la casa de la víctima.
Sin perder tiempo, los detectives dieron con los compradores de esas computadoras y corroboraron que el vendedor era a quien buscaban.
Otra parte fundamental de ese rastreo permitió determinar que el celular de la víctima había estado por los mismos lugares que el teléfono del sospechoso. Los movimientos de ambos aparatos, de acuerdo con las antenas, demostraban que habían estado juntos por varios puntos de la ciudad.
Además, se descubrió que el sospechoso había intentado, con el celular de la víctima, hacer movimientos de dinero desde la cuenta bancaria.
En medio de las averiguaciones, los policías comenzaron a dar con testimonios de peso.
Al menos dos inquilinos llegaron a decir que Páez (el prófugo) les había mencionado que Albornoz guardaba dinero en la casa. Llegó a contarles que tenía $ 1 millón.
Según declararon, el acusado hablaba incluso de matarlo para quedarse con esa plata.
Un inquilino llegó a “crucificarlo” en Tribunales: “Fabián (Páez) me dijo directamente que quería matar a Mario. Que era un viejo c… y que tenía $ 1,5 millones escondidos. Me dijo: ‘Dale, hagámoslo, dividamos la plata’. Yo le dije que no, ¡cómo íbamos a hacer eso!”.
Ese testigo añadió en fiscalía: “¿Cómo lo voy a matar? ¿A dónde dejamos al viejo?, como para ver qué me decía Fabián… Y me respondió: ‘No hermano, yo ya sé todo’, como dándome a entender que tenía todo planeado”.
En paralelo, los padres del propio Páez les dijeron a los policías que habían hablado telefónicamente con él y que este les decía que tenía mucho dinero y que pensaba viajar.
La búsqueda de filmaciones depararía una sorpresa.
Si bien, no se veía al asesino entrar ni salir de la casa, una cámara había captado, el día de los hechos, a una Trafic estacionada frente a la casa. Allí se subían electrodomésticos.
Se constataron filmaciones de otras cámaras y en una se logró captar a Fabián Páez en el asiento del acompañante de ese utilitario.
Con esos indicios, el fiscal González ordenó la detención de Páez.
Hay un punto no menor.
Según el fiscal, el acusado se hizo pasar por la víctima y hasta respondió mensajes desde su celular haciéndose pasar por él, como un modo de armar el (supuesto) plan.
Premeditación
Albornoz fue asesinado un día 3. Su cuerpo fue hallado el 6 de abril siguiente. Estos tres días le dieron tiempo, según el fiscal, para armar la mudanza y desaparecer con la plata y todo lo demás.
El crimen ocurrió en momentos que no estaban los otros inquilinos. El fiscal considera que el sospechoso actuó con premeditación.
Dos características suelen tener los buenos investigadores.
La primera es juntar las piezas del rompecabezas criminal y armarlo.
La segunda es la paciencia.
Y los pesquisas la tuvieron: Fabián Páez fue detenido en junio siguiente en una pensión de calle San José de Calasanz, en Córdoba Capital.
Había usado una tarjeta de la víctima. Los policías no le dieron tiempo a nada aquella madrugada.
Con todos los elementos reunidos, el fiscal lo mandó a juicio y por homicidio criminis causae.
El supuesto asesino del freezer no habla por ahora.
Negó los hechos y, por consejo del abogado, se abstuvo de declarar. Esa es su estrategia, por el momento.
