Todo comenzó con una de las tantas denuncias realizada por una víctima de estafas telefónicas, a través de las cuales los delincuentes (mediante el uso de distintos ardides) logran obtener las claves de cuentas de caja de ahorro bancarias o billeteras virtuales.
El estafado (no se descarta que sean muchos más) es de la zona de San Francisco, en el este de Córdoba. En ese marco, los investigadores de la Policía determinaron que las llamadas que desembocaron en la treta ilegal provenían nada menos que de la cárcel de esa ciudad.
Con ese dato, la Justicia de Las Varillas ordenó el allanamiento de una celda ubicada en el pabellón 8 de ese penal, donde se encontraba alojado el recluso Matías Nicolás Espíndola. El reo no generaba mayores sospechas no solo por su comportamiento, sino porque además, se autopercibía como un “hombre de fe”.
Por donde circulaba en la cárcel de San Francisco llevaba consigo una biblia: “Biblia para todos”, decía la portada. Como si se tratara de una broma de muy mal gusto, los investigadores descubrieron que en su interior había una agenda de números telefónicos, CBU de cajas de ahorro, de billeteras virtuales y una bolsa con números de cuentas varias.
De inmediato todo fue secuestrado. A posteriori, los policías tomaron conocimiento que unos días antes, los penitenciarios habían secuestrado un teléfono celular y varios chips.
