Las lágrimas brotan a borbotones una y otra vez. Algunos piensan que debería estar agradecida de estar viva, pero esa condición la ha sumido en los pesares de una rehabilitación que se resiste a devolverle la posibilidad de caminar.
Hace dos años que Fernanda Guardia (35) viene peleando contra las secuelas que le dejó la tragedia de la Circunvalación de Córdoba, aquel fatídico lunes 17 de mayo de 2021, cuando Alan Amoedo (29) les pasó por encima con su VW Vento a ella; a su pareja, Sol Viñolo (29), y a su amigo Agustín Burgos (31).
Fernanda perdió a dos de sus seres más queridos y quedó envuelta en una trampa de dificultades para salvar su vida, volver a pararse y tratar de caminar.
Aún está luchando para poder apoyar una de sus piernas, pero necesita solucionar las secuelas de una infección que le quitó en la tibia derecha una importante porción ósea que sólo puede solucionar la cirugía con un injerto de hueso o con un implante.
Estos dos años han sido durísimos porque los ha transitado casi sola, con escasos medios y dependiendo de los hospitales públicos que ya no pueden ocuparse de la complejidad de una operación que necesita un abordaje más específico.
“Necesito cirugía, pero la medicina pública ya no tiene soluciones para darme”, comenta Fernanda, que no tiene obra social y asiste al hospital Elpidio Torres. El viaje es toda una odisea, desde su casa en Río Ceballos hasta Córdoba.
Una infección hospitalaria le dejó una osteomielitis que le provocó una seudoartrosis en gran parte de la estructura a la tibia. El Vento pasó por encima de ambos miembros inferiores (estaba sentada en el césped de la banquina). También le fracturó el fémur derecho y la tibia y el peroné izquierdo.
La falta de hueso le impide apoyar y descargar el peso en el pie izquierdo, por lo que tiene que ayudarse con una muleta.
“Siento que es muy poquitito lo que necesito para volver a caminar, pero estoy sola y no termino de solucionarlo. Es como que debería conformarme con quedarme así... y no quiero conformarme”, señala en medio del llanto. Algunos piensan que haberse salvado ya es mucho, pero ella quiere caminar.
Estuvo en terapia intensiva al borde de la muerte y con respirador. Así fue evolucionando, hasta salir de la cama, subir a una silla de ruedas y pararse. El último tramo de la recuperación parece ser el más costoso y el más rebelde, porque las secuelas de la infección ósea parecen no tener solución sencilla. La intervención no se consigue a la vuelta de la esquina.
“Miro para atrás y dimensiono. Mi cuerpo sigue dando buenas respuestas, pero algo no evoluciona y no se quita la infección que me agarré en un hospital público y nadie me lo soluciona”, comenta con resignación. Pero, a la vez, es agradecida con “la salud pública, con los medios y con la Agencia Nacional de Seguridad Vial”, que le paga la equinoterapia, el psicólogo que ella elige y la fisioterapeuta.
Las ayudas que faltan
Cuesta creer que, a dos años del “choque” y a casi un año de la condena a nueve años de prisión a Amoedo, todavía no se aseguró un sustento para ayudar a vivir a una joven que sólo obtuvo un pequeño ingreso por discapacidad.
Ni Amoedo, ni su seguro, ni el concesionario del peaje, ni la ART de Sol han decidido habilitar fondos para que una víctima de una tragedia vial pueda sobrellevar su recuperación. Cuenta con una pensión mínima por discapacidad y con una ayuda por unos meses que le dio la Provincia a través de Desarrollo Social.
Sobre el juicio civil, no hay novedades y en una de las visitas al Tribunal Superior de Justicia (TSJ) le dijeron que ese proceso lleva unos siete años. Pero ella lleva dos tratando de volver a caminar y no tiene medios.
Fernanda dice que todos se preocupan por el juicio penal y por un montón de cosas, pero a ella le toca esperar. “Yo siempre sigo quedando al último, todo porque estoy viva”, dice entre lágrimas.
Este martes tenía el cumpleaños de una amiga, pero no sentía ganas de ir. “No siento como antes, nada me motiva como antes. Mis aspiraciones, mi vida laboral, mi vida amorosa, no quiero trabajar más en audiovisuales, no me sale cargar una mochila, caminar una cuadra con una cámara.”, reflexiona, angustiada. Luego, lanza otra frase desde la impotencia: “Si he podido volver a trabajar, ni ganas he tenido, ni me importa trabajar, quiero volver a saltar, a caminar”.
Está claro cuál es su estado de ánimo, entre tantas dificultades y escasas ayudas humanas y económicas. Describe lo que siente: “Es una especie de angustia, de depresión. El psicólogo me dice que no dé más notas, que no vaya más a Tribunales. Él dice que me hace mal... y tiene razón”.
A esta altura surge una pregunta concreta: ¿Qué es lo que necesitás para superar el inconveniente en la pierna derecha? “Debería verme un especialista en generación ósea, en infección ósea. Alguien que sepa sobre prótesis modernas. El otro día fui a Buenos Aires y me atendieron en el sanatorio Dupuytren, un centro de traumatología. Me dijeron que ahí sí me pueden operar”.
Pero, inmediatamente, la invade un pensamiento que la aleja de esa idea: “Necesito descansar”.
Esa sensación se debe a que arrancar con ese esfuerzo se le hace tan cuesta arriba como las escaleras que tiene que subir desde la vereda para entrar a su casa. “Me cuesta pensar que tengo que ponerme en campaña de un año para conseguir dinero, para tener el quilombo de ir hasta allá a operarme. No tengo ganas”.
Luego, repite como un lamento: “Tengo que, tengo que... nunca vino nadie a decirme ‘hola, sos una víctima y acá estamos para ayudarte como víctima’. Por ahí, no quiero hacer más nada. Siempre lo mismo, siempre lo mismo”.
A dos años
Este miércoles, desde las 17, frente a Tribunales 1, se desarrollará un festival artístico convocado por familiares y amigos de las víctimas. La consigna es “Que el TSJ confirme el fallo ahora”, en relación con la condena de Amoedo.
Llegó el día del aniversario de la tragedia y Fernanda tiene tiempo para dar su mensaje. “Quiero decir que es importante que el TSJ confirme el fallo. A mí lo único que me queda en relación con este episodio del 7 de mayo de 2021 es aportar con mi experiencia para que esto no vuelva a pasar, haciendo un festival, apoyando cada concentración, haciendo educación para la sociedad”, dice.
Para los automovilistas, también tiene palabras: “Tienen que ser conscientes de que manejar es un acto social y de que, si no cumplo con las normas, tengo una responsabilidad grande”.
A la sociedad, desde el lugar de sobreviviente que lucha por recuperarse de las secuelas, Fernanda le pide que “les saquen un poco de tarea a las víctimas”.
Piensa y suelta su última frase: “Así como a Amoedo le pusieron ahí nomás una carátula de homicidio doloso, que a mí me pongan una de ‘víctima’, con mis derechos”.
