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El pasado lunes, en los Tribunales de La Plata se dio una lección de justicia: un tribunal condenó a los hermanos Martín y Cristian Lanatta y a Víctor Schillacci por la cinematográfica fuga de la cárcel bonaerense de General Alvear, en 2015. Aquel escape puso contra las cuerdas a Mauricio Macri y a su equipo, a días de haber asumido.
Los tres delincuentes, quienes pugnaban condenas a perpetua por un triple crimen mafioso, ejecutaron una evasión que, según confirmó la Justicia, fue facilitada por personal penitenciario desleal.
La historia es conocida: los criminales permanecieron prófugos durante dos semanas y a balazo limpio por rutas del país hasta que cayeron presos en Santa Fe. Estaban sin dinero y muertos de hambre y de sed.
La Justicia platense condenó a los tres criminales a siete años y medio de cárcel. La fiscal había pedido el doble de pena.
Además, el Tribunal Oral Criminal Nº 1 de La Plata pidió que se investigaran eventuales responsabilidades del exgobernador porteño Daniel Scioli, del exjefe de Gabinete Aníbal Fernández y de otras ex altas autoridades penitenciarias.
La Justicia de Santa Fe también se prepara para condenarlos.
Esta lección de justicia trae a la memoria de los cordobeses la espectacular y burda fuga de la Cárcel de Bouwer, en Córdoba, por parte del secuestrador Martín Luzi y dos secuaces, en agosto de 2005.
Se trata de un hecho que quedó absolutamente en la nada por parte de la Justicia cordobesa.
Pese a que los delincuentes fueron recapturados, la Justicia nunca terminó de hilvanar la causa y desentrañar cómo fue el complot penitenciario que permitió que Luzi y secuaces, sin hacer un solo disparo ni pegar una cachetada, lograron escapar de prisión.
Aquella fuga representó un terremoto para José Manuel de la Sota, quien cumplía su segundo mandato como gobernador.
De hecho, aquel 2005 fue quizá el peor año en materia de seguridad para el fallecido exmandatario: tuvo un motín sangriento en la Penitenciaría que dejó ocho muertos, un acuartelamiento policial y, finalmente, la fuga de Luzi.
Quienes conocen la causa, con el fiscal Víctor Chiapero (el instructor) a la cabeza, saben que la fuga no hubiera sido posible sin complicidad interna, sin apoyo externo y sin una voluminosa cantidad de dinero que comprara voluntades.
Pese a tener sus sospechas, De la Sota nunca ahondó públicamente en quiénes tramaron el plan. Eso sí: ejecutó una extensa purga en la Policía y en el Servicio Penitenciario de Córdoba.
Puertas abiertas en Bouwer
Por aquel 2005, Luzi estaba por ser juzgado por uno de los secuestros que cometió (la víctima era Marcelo Dezotti).
Sabiéndose perdido, había empezado a tramar su fuga de Bouwer. Los planes iban desde limar barrotes hasta escapar en helicóptero.
Fue más simple: alguien sobornó voluntades, y un arma, entre otras cosas, llegó a su celda.
La Justicia había obtenido el dato de que pensaba huir y se ordenó intensificar la seguridad.
Sin embargo –como sucedió con los Lanatta–, no sólo que no se intensificó la custodia, sino que Luzi fue ubicado en un sector de poca seguridad. Incluso, algunas cámaras no filmaron.
Aquel viernes 13 de agosto de 2005, en poco más de una hora, Luzi y sus cómplices (Gustavo Sosa y Gustavo Sánchez) lograron salir de su pabellón, redujeron a guardias, se disfrazaron con uniformes y, sin hacer un solo disparo y llevándose un rehén, fueron logrando que les abrieran puertas y portones del presidio.
Finalmente, consiguieron apoderarse de un utilitario (con más rehenes) y rompieron un alambrado.
La Policía fue alertada con demora. Los sistemas de alarma nunca se activaron.
No sin razón, De la Sota sintió que alguien quería tumbar su gestión. Y explotó de furia. A las pocas horas, descabezó a la Policía y al SPC.
Luzi se convirtió en prioridad N° 1. Sin embargo, nadie lograba dar con él.
La recaptura
En un asado del hampa cordobés en Villa El Libertador, alguien contó con detalles que Luzi se había fugado a La Rioja y quería irse a Chile. La investigación, para ese entonces, marchaba a la deriva.
El dato llegó a oídos de un policía, quien se lo contó al por entonces comisario Ramón Frías. Este funcionario policial, junto con su por entonces rival Alejo Paredes, terminaría participando en la recaptura de los fugados en Vinchina (La Rioja).
Luzi y amigos estaban escondidos en el hogar de un expuntero menemista.
A diferencia de los Lanatta, no se enfrentaron con nadie, ni tomaron rehenes. Apenas intentaron correr, y se entregaron.
Con Luzi recapturado, De la Sota respiró, ordenó que el rostro del delincuente fuera expuesto; y llevó a los comisarios Frías y a Paredes a lo más alto de la Policía.
Caso impune
Además de los presos recapturados, el fiscal Chiapero llegó a imputar a varios penitenciarios y hasta a familiares de Luzi.
Durante meses, el funcionario trabajó en el rearmado de cómo fue el escape y avanzó en algunas sospechas.
Sin embargo, la causa terminó empantanándose, el tiempo fue pasando y nunca se llegó a juicio.
No sólo que no se avanzó sobre los penitenciarios corruptos, sino que ni Luzi ni cómplices fueron condenados por ese escape.
Mucho menos se avanzó sobre quién o quiénes estuvieron detrás de todo.
Luzi, eso sí, terminó condenado por dos secuestros y por un violento asalto. En breve, vuelve a las calles.
“Nunca tuve recursos suficientes, ni personal para desentrañar qué pasó”, es la respuesta que siempre dio el fiscal Chiapero.
Tampoco la Fiscalía General de Córdoba dio muestras públicas de intentar esclarecer qué fue lo que sucedió en realidad aquella tarde noche de agosto.