“Si sabés el valor de un auto y la cifra es de $ 10 millones en el mercado, pero te ofrecen el mismo vehículo por 5 millones y te lo entregan en una estación de servicio... La operación te tiene que parecer sospechosa y te podés dar cuenta que es el resultado del robo de automotores”.
La conclusión pertenece a un pesquisa que tuvo un rol central en la detención de un par de hermanos que operaban en barrio Villa Adela, zona sudoeste de la ciudad de Córdoba. Según la causa, a través del boca a boca y de las redes sociales ofrecían autos con documentación apócrifa.
Junto a su hermana, el “capo” del negocio –con un largo prontuario delictivo– fue acusado de fraguar formularios 08 del automotor para la venta de autos y motocicletas que habían sido denunciados por ellos mismos como robados, según detallaron fuentes de la investigación.
Por orden del fiscal Victor Chiapero, ambos fueron detenidos e imputados por estafas. Como en un allanamiento se les halló droga, se les abrirá otra causa por tenencia de estupefacientes en una fiscalía de narcomenudeo.
El procedimiento de la presunta estafa era muy sencillo, según relataron los pesquisas.
Contactaban a la agencia de seguros donde previamente habían contratado una póliza y presentaban una denuncia por robo ya realizada en una unidad judicial.
Contaban historias parecidas. Por lo general, decían que el auto o la moto había quedado sin la vigilancia de los dueños y que había desaparecido.
Al cabo de un tiempo prudencial –según los investigadores, “enfriaban” los vehículos durante un mes– cobraban la indemnización y empezaba la segunda etapa.
De acuerdo a lo que confirmó el jefe de la Brigada de Sustracción de Automotores de la Policía de Córdoba, Juan Bevilacqua, ofrecían para la venta los mismos vehículos por los que habían recibido el pago del seguro.
El precio de los rodados, según la causa, era siempre muy inferior al que una unidad similar tenía en el mercado.
Acordaban un punto de encuentro con el comprador que, por lo general, era una estación de servicio de la zona donde operaban, según las fuentes de la investigación.
De acuerdo a lo que pudieron establecer los investigadores, en los playones de las estaciones de servicio entregaban el 08 y documentación que presuntamente pertenecían a los vehículos, pero que eran falsos.
La caída
Todo se originó en un control policial. Sucedió que, al corroborar los números de un coche, los uniformados descubrieron que era sustraído y lo secuestraron. La persona que lo manejaba terminó aportando datos concretos sobre dónde y cómo lo había comprado.
La pista llevó a los pesquisas hasta el corazón de la barriada de la zona sudoeste.
En el territorio, y tras entrevistar a distintos vecinos, lograron identificar a los hermanos sospechados.
Durante uno de los allanamientos, los uniformados secuestraron el equivalente a 3.500 dosis de cocaína y a 400 dosis de marihuana.
La droga estaba escondida en un oso blanco de peluche que adornaba la parte superior de uno de los placares del dormitorio.
Dentro de ese juguete estaban guardados todos los paquetes, fraccionados y listos para la venta, según lo asegurado por los investigadores que dieron parte a la Fuerza Policial Antinarcotráfico.
