Todos sabían que, cuando saliera de la cárcel, iba a morir. Lo sabía él, principalmente. Lo sabía también su esposa. Y lo sabían además otros familiares, varios vecinos y hasta algunos amigos. Y, claro está, lo sabía sobre todo su rival. Precisamente, porque había puesto precio sobre su cabeza y porque se la había jurado.
Sergio “el Chancho” Guevara (43) no le perdonaba a Carlos Silvestre D’Angelo Quiroga (41) que hubiese tenido un romance con su pareja.
Por el contrario, siempre quiso vengarse. Se lo mandó decir a él y a todo el que quisiera escucharlo.
Todos sabían en el barrio sobre el plan homicida que se aproximaba.
Pero sucedió que Carlos D’Angelo Quiroga cayó preso por un robo y terminó condenado. Entonces, Guevara se tuvo que armar de paciencia. Demasiada paciencia.
Durante cuatro años, esperó para zanjar su “sed de revancha”.
Cuando su rival finalmente dejó la cárcel de Cruz del Eje y volvió a Córdoba capital, “el Chancho” ejecutó finalmente el plan: Quiroga fue emboscado, golpeado por una patota y ejecutado de un escopetazo a quemarropa en un descampado.
Fue un brutal crimen el ocurrido aquella madrugada del 14 de noviembre de 2022 en barrio Los Boulevares, zona norte de la ciudad de Córdoba.
Dos años después, la Justicia dio su veredicto: seis hombres fueron condenados por el asesinato.
Todos recibieron penas de entre 15 y 16 años de cárcel por homicidio agravado por el uso de arma de fuego y coacción. El principal sentenciado fue “el Chancho” Guevara, quien no tuvo inconvenientes en aceptar todo.
Eso sí, siempre dijo que hizo todo en soledad (de esta manera, intentó salvar así a su hijo) y añadió que sólo pretendía “asustar” a su rival y que lo mató de un escopetazo por “accidente”. Nadie le creyó.
No le creyeron ni el fiscal Juan Pablo Klinger, quien llevó adelante la compleja investigación judicial, ni la fiscal de cámara Laura Battistelli, que estuvo a cargo de la acusación; ni los jueces de la Cámara 4ª del Crimen de la ciudad de Córdoba, que, días atrás, dictaron sentencia.
Un plan que todos sabían
Aún son varios los vecinos que recuerdan las siluetas bajándose de los autos, aquella madrugada.
En el enorme descampado de barrio Los Boulevares, en el límite con Los Cortaderos, en medio de la oscuridad y de las luces de los coches, se vio a varios hombres que empujaban a otro, lo rodeaban y comenzaban a pegarle.
Fue una brutal paliza. Hubo trompadas, patadas y golpes despiadados mientras yacía tirado en el suelo.
Cuando quiso levantarse, uno de los matones, de figura obesa, se abrió paso, le apuntó con una escopeta y disparó a quemarropa.
La víctima cayó dentro de una canaleta y ya no se levantó más.
El estruendo cortó la noche y sacudió a la barriada. En medio de gritos e insultos, los atacantes treparon a los autos y escaparon.
Cuando el primer vecino se acercó, ya no quedaba nada por hacer. La víctima yacía inerte. Las perdigonadas lo habían alcanzado de lleno.
Al poco rato, la zona quedó copada de policías, de peritos y de funcionarios judiciales. En medio del operativo, alguien avisó: un Citroën C4, que había sido visto en la zona del crimen, acababa de ser hallado incendiándose a pocas cuadras.
No tardaron nada los pesquisas en darse cuenta de que estaban frente a otro crimen mafioso y muy denso en la ciudad de Córdoba.
Los primeros pasos investigativos pronto comenzaron a echar luz.
Tras identificar a la víctima como Carlos D’Angelo Quiroga, los sabuesos del departamento Homicidios de la Policía fueron a hablar con su familia, con amigos y con conocidos.
Los primeros datos salieron a flote: el hombre había salido de prisión hacía poco y, sabiéndose que querían matarlo, prefirió no volver a Villa Allende Parque, donde siempre vivió, sino que se refugió en Villa Páez.
En medio de las averiguaciones, los pesquisas obtuvieron el dato de que el dueño de un pub de la Donato Álvarez estaba detrás de todo. Era “el Chancho” Guevara, un personaje de la noche profunda de Córdoba.
El hombre, durante años, se había cansado de reiterar que quería matar a su rival por una infidelidad. Era la crónica de una venganza cantada.
En el marco de las averiguaciones, los pesquisas supieron que, poco antes del crimen, una pandilla de encapuchados incluso había entrado a una casa de un familiar de D’ Angelo Quiroga, buscándolo sin éxito.
Repentina confesión
En medio de las averiguaciones, el propio Guevara se presentó con su abogado en los Tribunales II.
De manera decidida, en la fiscalía dijo que efectivamente estaba detrás del crimen y añadió que lo había cometido solo, sin ayuda de nadie.
Añadió que, en 2018, su “rival” había tenido un “romance” con una pareja suya y que, cuando se enteró, quiso vengarse de él. Sin embargo, añadió, Quiroga cayó preso.
Guevara dijo que decidió esperar a que saliera de la cárcel.
El fiscal y su equipo le creyeron parte de la historia, pero no que hubiera actuado solo.
Fue así como se decidió profundizar la pesquisa con el análisis de celulares, escuchas, rastreos tecnológicos, filmaciones y testimonios.
En total, cayeron cinco cómplices más: un hijo suyo, un primo, su yerno y otros empleados del pub de la Donato Álvarez.
Engaño, emboscada y crimen
¿Cómo iba a hacer un hombre para vengarse de otro, cuando este se sabía perdido tarde o temprano?
Según la investigación, “el Chancho” Guevara recurrió a los servicios de su primo Matías “Tacho” Cabanillas, quien había compartido celda con Quiroga en la cárcel de Bouwer.
Así las cosas, y sabiendo que Quiroga necesitaba dinero, Cabanillas lo tentó a participar de un “gran golpe comando” contra una empresa en barrio Los Boulevares.
Todo era una burda celada.
Aquel lunes 14 de noviembre de 2022, hubo una cita frente a una lomitería del parque Sarmiento. La idea era “ir a tantear” el lugar donde supuestamente iba a ser el asalto.
Cabanillas llegó con amigos en un Citroën C4. D’ Angelo Quiroga, sin sospechar nada, fue en un VW Fox.
Mediante engaños, lo subieron al otro auto y se lo llevaron. En el camino, alguien habló por celular: “Ya estamos yendo para allá...”.
Ya en el descampado, Quiroga fue bajado a los empujones y, en segundos, comenzó a ser golpeado.
En medio de la oscuridad, apareció alguien caminando: era “el Chancho”.
Tras insultar a su rival de años, levantó una escopeta y lo ejecutó de un disparo a quemarropa.
Dos años después de aquel crimen mafioso, llegó el turno de la Justicia.
Guevara y Cabanillas (el ideólogo y el autor del engaño) recibieron 16 años de condena. Hubo otros cuatro sentenciados: Emiliano Alberto Guevara González (hijo del “Chancho”), Facundo Emanuel Zurko, Mauricio Omar Silva y Gonzalo Emanuel Rodríguez recibieron 15 años.
Todos fueron condenados por homicidio agravado por el uso de arma de fuego. Además de la condena, los jueces dispusieron que “el Chancho” fuera sometido a un tratamiento para que dejara la cocaína.