En la ciudad de Villa Giardino, departamento Punilla, los habitantes dicen haber tocado fondo: no soportan vivir enajenados por el miedo que les causa la inseguridad, que, según los registros vecinales, asciende a 17 hechos en los últimos tres meses.
La cifra es absolutamente inesperada para la comunidad. Si se contabilizan todos los robos durante 2020, 2021 y 2022 que pudieron registrar los habitantes de la zona en un documento al que tuvo acceso La Voz, la cifra no supera los 14 hechos.
En los últimos tres meses, según apreciaciones de un grupo de vecinos, comenzaron a repetirse los robos de garrafas, de elementos de valor depositados en autos y camionetas, bombas de pileta, para luego mutar hacia las entraderas a los domicilios, incluso cuando están habitados.
“Estamos siendo acosados por el miedo que nos produce el delito y la inseguridad. En la casa de mi pareja, sólo por dar un ejemplo, sufrimos tres eventos, uno en noviembre y dos en diciembre”, relata un damnificado que pidió reserva de su identidad.
Los casos se apilan y, para colmo, los vecinos aseguran que los delincuentes no encuentran freno ante el accionar policial. Al contrario, consideran que están atravesando una “ola de robos como nunca antes se vivió en el pueblo”.
“Suponemos que siempre son las mismas personas a quienes todo el mundo conoce. Viven en una zona de asentamientos que se fue conformando en los últimos años, hacia el oeste de la localidad y sobre el río. Es gente que se mudó allí, pero que vivía en esta misma ciudad; no vinieron de afuera”, especulan.
Basados en esta creencia, que se sustenta con la identificación de algunos “rostros conocidos” captados por cámaras de vigilancia, el grupo de personas que afronta esta problemática asegura que “son gente del pueblo”.
“Son delincuentes locales. Algunos fueron registrados por las cámaras y viven en una zona de asentamientos. Se sospecha que los terrenos que ocupan pueden estar en peligro hidráulico por la cercanía al río”, plantean.
A raíz de la sucesión de robos se ha visto afectada la temporada turística. Propietarios de cabañas y de casas para el alquiler han debido frenar el ofrecimiento de sus plazas dado que deberán realizar reformas.
En parte, tendrán que incluir alarmas para que los turistas no sufran robos. Pero en otros casos se trata de reponer objetos robados (como garrafas o dispositivos electrónicos) y hasta de reparar vidrios o aberturas que fueran destruidas durante los ataques.
“El jueves por la noche le robaron a un grupo de turistas que habían alquilado unas cabañas. Están implementando una nueva modalidad para llevarse las bombas de las piletas. Entran a los patios y se van con garrafas y bombas: están cebados”, agrega un comerciante de la zona.
Los vecinos aseguran que en casi todos los casos se realizan las denuncias. Es más, afirman que las realizan por vía presencial, en la comisaría zonal, y a través del Ciudadano Digital (Cidi). No obstante, no se produce el recupero de los objetos sustraídos.
Tampoco hay detenidos por los hechos, según afirman desde el grupo de vecinos.
A raíz de esta situación, los damnificados y sus familias van a tener una reunión con las autoridades locales. El encuentro se realizará la semana que viene.
“Vamos a seguir reclamando todo lo que haga falta, porque realmente no podemos vivir así. Además de los 17 robos en los últimos tres meses, hicimos un relevamiento de más de 30 eventos a lo largo de los últimos seis meses, con pérdidas económicas que ascienden a 30 o 35 millones de pesos”, detallan.
La sucesión de robos
A finales de noviembre y en diciembre, Edgardo (no es su verdadero nombre) debió lidiar con tres robos. “En el primero nos llevaron la garrafa. Violentaron la seguridad de la casilla y se la llevaron, a eso de las 22. También intentaron robar el cable subterráneo de la casa, cuando había gente dentro”, cuenta.
Luego, entraron a su casa. “A las 15 de un día martes, forzaron la puerta de entrada trasera. Se llevaron la consola de juegos Nintendo Switch, de los chicos, y un parlante Bluetooth. Fueron directos a eso”, dice Edgardo. Cree que habían estudiado los movimientos de la vivienda y sabían lo que había dentro.
Finalmente, el sábado 30 de diciembre lo atacaron de nuevo. “Estábamos comiendo y entraron por la ventana del frente, descolgaron carteras, mochilas, con toda la documentación, tarjetas y después las fueron desparramando por la calle. Forzaron un cajón de la camioneta donde tengo los implementos de bomberos”, cuenta Edgardo, que es bombero voluntario en la ciudad de Villa Giardino.
En cuanto a la Policía, Edgardo lamenta haber tenido problemas iniciales para hacer las denuncias correspondientes, aunque finalmente las hizo.
“Cuando entraron a la casa de mi pareja queríamos que vinieran a observar la escena del robo, pero ellos pretendían que fuéramos a la comisaría. En otra oportunidad, no había oficial sumariante para hacer la denuncia, así que tuvimos que ir hasta cuatro veces hasta que nos atendieron”, comenta.
Por su parte, Claudia (no es su verdadera identidad) agradece que “por ahora sólo se han sufrido daños materiales y no han actuado con violencia”. Sin embargo, a ella le tocó padecer el robo de la bomba de la pileta.
“Entraron al patio de mi casa y se llevaron la bomba de la pileta con total impunidad, a plena luz del día. En este terreno tengo varias cabañas que alquilo y esto es un instrumento de trabajo para mantener la pileta en condiciones. Tuve que cerrar”, asegura.
Ella está convencida de que sabe quiénes fueron los ladrones. “Está todo registrado en las cámaras de seguridad y son chicos del asentamiento que está ubicado en las costas del río. Cuando viene una creciente, el río se lleva los chanchos, los autos, los juguetes de los niños. Algún día va a suceder un drama”, señala.
La banda de “las bombas y las garrafas”
Con el paso del tiempo, los vecinos creen haber identificado a una presunta banda conformada por unos siete adolescentes y jóvenes.
Según los datos que fueron reuniendo los vecinos, actúan siempre de la misma manera: pasean por las calles de la ciudad, se meten entre las casas, y cuando detectan algún elemento de valor empiezan a investigar los movimientos.
“Una vez que están seguros de que no hay nadie, vienen con un auto desvencijado, o a pie, o hasta en bicicleta, y se llevan las bombas de las piletas y las garrafas de 10 kilogramos”, asegura una vecina de la zona.
Pero allí no terminaría el accionar de este grupo, sino que tendría un nivel superior: “Luego de que roban las cosas sueltas en el patio, también vuelven para entrar a la vivienda. Suponemos que entre el grupo hay dos o tres que se ocupan de mirar por las ventanas dentro de las habitaciones. Al cabo de algunos días, regresan y se llevan lo que encuentran”, describen.
Ahora los vecinos esperan que en la nueva reunión con las autoridades locales haya un compromiso de mayor patrullaje y medidas concretas de acción ante el delito.
