Como era de esperar, comenzó la acción en la tercera audiencia del juicio por el crimen por “gatillo fácil” de Valentino Blas Correas (17). Al iniciarse la declaración de los imputados, más allá de algunas abstenciones o de aquellos que hablaron sin responder preguntas, la prolongada exposición que tuvo la oficial Yamila Florencia Martínez desnudó un sinnúmero de acciones disparadas a partir del asesinato, producto de un claro hecho de abuso policial.
La mujer con prisión domiciliaria sostuvo que tras la balacera no reaccionó por el shock y la crisis de nervios que tuvo. La dupla del autor material del disparo (Lucas Damián Gómez) dejó algunos elementos a favor de la acusación.
Por otra parte, se apreciaron videos en los que se muestran algunos movimientos de los uniformados en torno a la “búsqueda” del arma que momentos antes había plantado la agente Wanda Micaela Esquivel, según ella confesó.
Las imágenes más crudas de esta audiencia acaso hayan sido las del video de la cámara trasera del patrullero de Esquivel y del cabo primero Javier Catriel Alarcón, acusado de abrir fuego con el autor del disparo fatal, el cabo primero Lucas Damián Gómez. En ese registro se aprecia cómo un uniformado que sería Alarcón abre el baúl del vehículo (después de la balacera, según la hora del video) y comienza a buscar “algo” en su interior. Durante esa operación se acerca otro policía varón y se sitúa junto a él. Se presume que este podría ser Gómez.
Sobre el primero, la oficial Martínez respondió que creía que era Alarcón quien abría el baúl. El hombre tiene barbijo, pero puede advertirse que su fisonomía se corresponde con él. De acuerdo con el testimonio de Wanda Esquivel, ella “plantó” el arma por orden de Alarcón, quien habría sacado el Doberman calibre 22 del baúl para arrojarlo frente a la rotonda de la Plaza de las Américas.
Milagro en el Fiat Argo
Si bien la declaración de Martínez insumió la mayor parte de la audiencia, previamente se desarrollaron los últimos trámites de rigor para pasar a la incorporación de la prueba. Declararon sobre sus condiciones personales los dos últimos acusados –el comisario Juan Antonio Gatica y el sargento Juan Orlando Ramírez–, y sus defensores –Aníbal Zapata y Pablo Fasola– presentaron el caso al jurado popular.
Tras esto, se interrogó a Ramírez –incluido en este proceso sólo por un hecho conexo a Alarcón, sin nada que ver con la muerte de Blas– y se lo “liberó” de no presenciar el megajuicio para que sólo fuera citado cuando trataran su caso.
Cerrados esos pasos procesales, el presidente del tribunal, Marcelo Jaime, intimó a los acusados sobre cada uno de los hechos antes de que comenzaran a declarar. En esa lectura, más allá de la descripción de la maniobra de encubrimiento, provocaron estremecimiento algunos detalles del crimen en sí, cuando se describió la trayectoria de los disparos efectuados por Gómez y por Alarcón. Se escuchó que Alarcón y Gómez tuvieron un “acuerdo tácito” con el “propósito de dar muerte” a los ocupantes del Argo.
El vocal Jaime leyó que Gómez efectuó cuatro disparos, dos de ellos a corta distancia y otros dos unos segundos más tarde.
Estremece repasar cómo fue la trayectoria de esos proyectiles. El primero ingresó por la luneta trasera y dio en el apoyacabezas del conductor, partiéndose en dos: ambos fragmentos continuaron dentro del habitáculo sin herir a nadie. Pero luego se aclara que, “antes” de dar en el cabezal, esa bala (entera) perforó dos veces la capucha del buzo que tenía puesto Cristóbal Bocco Cámara, quien estaba sentado en el asiento trasero izquierdo, detrás del conductor.
A su lado, en el centro del asiento trasero, viajaba Blas Correas. El disparo que lo mató entró por el centro de la insignia de “Fiat” del baúl, perforó el asiento y terminó en la escápula (omóplato) de Blas.
Hubo un tercer proyectil que entró a la derecha del logotipo del baúl y terminó en el asiento trasero, sin perforarlo. Si pasaba, tal vez se estaría lamentando otro muerto.
Además, hubo un cuarto disparo de Gómez que no se halló.
Respecto de los dos balazos de Alarcón, uno dio en la rueda trasera izquierda y el otro rozó la parte superior del techo.
Hablar y callar
Al iniciar el turno de las declaraciones de los policías sobre los hechos intimados, algunos abogados anticiparon qué actitud iban a adoptar sus defendidos. Alarcón eligió hablar, pero lo hizo de modo escueto, sin responder preguntas. Aclaró que negaba haber tenido “acuerdo previo” con Gómez y, para justificarse, indicó que llegó al lugar del retén y no tuvo tiempo de hablar con el autor del disparo fatal. También aclaró que nunca tuvo comunicación con él desde que llegó hasta que se retiró.
Las declaraciones de los acusados se hacen sin la presencia de los otros. Así, ingresó por primera vez a la sala de audiencias Wanda Esquivel, quien sigue el debate en un recinto aparte por haber confesado y para evitar contacto con los otros. La “colaboradora” ratificó su declaración de la instrucción y se abstuvo de declarar por el momento. Luego, agregó que lo hará cuando sus defensores, Miguel Ortiz Pellegrini y Leandro Ortiz Morán, lo estimen conveniente.
Como se dijo, la otra acusada, Yamila Martínez, subrayó que esperaban al Fiat Argo con el aviso radial de que estaban “probablemente armados” y que ella desenfundó su arma y se concentró en tomar el dominio (patente). En esa tarea, dijo haberse sorprendido cuando escuchó los disparos. Aclaró que para nada se sintió intimidada con el paso del Argo, que lo hizo a baja velocidad. Sobre los disparos de los hombres, aseguró que no se explicó por qué los hicieron.
Respecto del “rastrillaje”, quedó al descubierto que ella y su dupla, como así también la de Alarcón-Esquivel, participaron de la búsqueda, y eso que habían sido los mismos integrantes de la escena donde balearon al Fiat Argo.
A lo largo de su declaración, quedaron expuestos algunos movimientos de otros uniformados. Muchas de las cuestiones ventiladas comenzaron a coincidir con lo declarado por Esquivel, al punto que algunas preguntas se basan en lo que ella señaló al confesar los hechos.
