Siempre con identidades falsas y excusas homólogas, la estafadora serial de los iPhones atacó, una y otra vez, desde su casa en Villa El Libertador, al sur de la ciudad de Córdoba. Su predilección por estos smartphones “estrella” del mercado no fue casual, ya que son sabidos el elevado valor monetario, el poder de reventa y la generación de “estatus” que estos ostentan.
En un juicio abreviado, el Tribunal Oral Federal N° 1 de Córdoba capital, a cargo de Carolina Prado, condenó a Agustina Azul Medina (25) y a su cómplice, Brandon Julián Lonzalles (27), a tres años de prisión por expendio de moneda extranjera falsa, estafa y encubrimiento.
La engañadora
El disparador de la investigación, que comenzó en la Justicia ordinaria y siguió en la federal de Córdoba capital con el fiscal Maximiliano Hairabedian, fue la denuncia de una joven que relató la odisea que vivió al ser estafada a través de la plataforma Marketplace, de Facebook.
Contó que la usuaria de Facebook “Karina del Valle” (Medina) se contactó con ella en abril de 2022 para comprarle un iPhone 12 Pro a cambio de U$S 1.000. “Karina” le dijo que quería regalárselo a su hija “Sol”.
Sólo 30 minutos después, la víctima recibió un llamado de “Sol” (siempre era Medina) para encontrarse en el Starbucks de Nueva Córdoba y cerrar la operación. Quien apareció en escena fue “Sol”, de cabello castaño con puntas rubias, de bajísima estatura, ojos verdes y cara redonda.
“Sol” pasó un fibrón por los dólares falsos para simular que se trataba de dinero auténtico y aumentar así la confianza en la damnificada. Para asegurarse de que los billetes eran veraces, luego la víctima los comparó con otros que tenía y descubrió amargamente que había sido engañada.
Intentó comunicarse con “Sol”, pero esta nunca le respondió. Tampoco lo hizo su supuesta madre “Karina del Valle” (siempre Medina).
Pocos días después, las autoridades recibieron una segunda denuncia; esta vez, de un joven que había sido estafado al vender su iPhone 7 Plus a cambio de $ 57 mil y U$S 300 dólares. Al igual que el caso anterior, quien ofició como interesada fue “Karina del Valle”. Y con la misma excusa: obsequiárselo a su hija; esta vez, “Catalina”.
Pactaron el encuentro en Lapana, en Nueva Córdoba. La estafadora fue acompañada de una amiga, y el damnificado, de su padre, que se demoró en estacionar e ingresar al lugar. Cuando el joven le entregó el celular, “Catalina” (Medina) le pagó con los dólares apócrifos.
La confirmación de que era dinero falso llegó minutos después, cuando el padre le dijo que eran billetes truchos. Para intentar revertir rápidamente la situación, el joven se excusó con la estafadora de que se había olvidado de entregarle un cargador y unos auriculares, por lo que le planteó reunirse otra vez.
El muchacho avisó a la Policía y acordó juntarse con la estafadora. Un efectivo, de civil, llegó al punto de encuentro, pero la timadora –previsiblemente- nunca se presentó y bloqueó al denunciante por WhastApp.
Siempre con el mismo modus operandi, a través de Marketplace y de WhatsApp, Medina no se detuvo en su afán delictivo. Algunos meses después de los primeros hechos, entregó cerca de su casa, en Villa El Libertador, U$S 200 falsos a un joven a cambio de un Xiaomi Note Pro 8.
El denunciante advirtió que los billetes eran truchos, por lo que llamó al 911. La Policía intervino de inmediato y Medina fue capturada. Devolvió el celular, pero fue liberada debido a que cursaba un embarazo.
Policía encubierta y condena
La nueva víctima fue, en esta ocasión, otra joven, target preferido de Medina. Se hizo pasar por “Susana González” en Facebook para adquirir un iPhone XR para, nuevamente, su hija “Sol”. A cambio, la damnificada aceptó U$S 500, pero la alegría le duró poco: confirmó que eran falsos.
Sin embargo, aportó a la Justicia la foto del perfil de Facebook de “Susana González” para que pudieran dar con la prolífica timadora.
El fiscal Hairabedian solicitó a la red social que brindara datos sobre el perfil de “Karina del Valle”.
A través de los IP de sus publicaciones, se describió que el titular del servicio de internet era un hombre domiciliado en calle Caracas, en Villa El Libertador. Se corroboró que era el padre de Medina y que tanto él como su hija vivían en la misma casa.
Pero, al profundizar la investigación sobre otros IP, los pesquisas establecieron que el perfil de Facebook de “Susana González” había utilizado un IP cuyo servicio estaba a nombre de la tía de Medina.
El domicilio también estaba localizado en Villa El Libertador, con lo que el círculo investigador se ciñó a Medina. El Juzgado Federal N° 1 de Córdoba capital allanó la casa de la estafadora (mientras ella no estaba) y secuestró U$S 600 apócrifos, 27 fundas de celulares usadas, un Moto G y un iPhone.
A raíz de nuevos hechos, se abrió otra causa y se acumuló a la anterior. La nueva víctima relató que “Laura López” le había consultado por Marketplace por una PlayStation 5 que tenía en venta por U$S 900. “Laura” le brindó el teléfono de su hija “Antonella” para que ambas coordinaran la transacción.
“Antonella” (Medina) recibió la Play y le pagó con dólares (falsos), lo que la damnificada recién advirtió después. Cuando quiso reclamarle, “Antonella” la bloqueó. Poco después, la denunciante fue nuevamente contactada por Medina, quien usó otra línea para intentar volver a estafarla con la compra de otra Play.
Pero Medina olvidó un “detalle” que se transformó en clave: la foto de perfil tanto en la estafa consumada como en el segundo intento era la misma. Era “Antonella”. Eso le permitió a la víctima reconocer que se trataba de la misma estafadora. Hizo capturas de pantalla de los diálogos y avisó a la Policía.
Esta vez, el resultado fue distinto. Para detener a la timadora, una subcomisaria se hizo pasar por la víctima y pactaron reunirse en un bar de Alta Córdoba. Medina arribó en compañía de su cómplice, Lonzalles. Pero el hombre se mantuvo astutamente en las inmediaciones, estacionado dentro de un Peugeot 307.
Cuando Medina le entregó los U$S 900, la policía confirmó que eran falsos y fue entonces cuando le reveló que todo era una operación policial y que estaba detenida. La subcomisaria también identificó a Lonzalles y lo capturó.
“La prueba indica que los procesados conocían la falsedad de los dólares que Medina empleaba para pagar o intentar pagar los aparatos electrónicos. La prueba más contundente es que utilizaba una identidad falsa al efectuar las transacciones y que, al advertir sus vendedores que el dinero era apócrifo, dejaba de responder en las redes”, dijo la jueza Prado al condenar a ambos a tres años de prisión.
Lonzalles, como partícipe necesario de los delitos, sumó así su segunda sentencia en menos de un año, ya que había sido condenado por la Justicia provincial en otra causa por robo reiterado, encubrimiento y estafa.