La escena quedó grabada en la memoria de varios vecinos. Aquella noche, y a duras penas, la mujer arrastraba por la calle un bulto envuelto con viejas sábanas. Extraña escena era la que vieron. No parecía ser un simple bulto arrastrado. No parecía ser un simple traslado de viejos bártulos. Alguien llamó por fin a la comisaría.
Cuando el primer patrullero finalmente apareció, la mujer seguía arrastrando el bulto mientras encaraba hacia un descampado.
“¿Qué llevás ahí?, preguntó uno de los policías apenas se bajó del móvil. No está claro si la mujer llegó a decir algo o a ensayar alguna respuesta.
Lo que sí se sabe es que cuando los uniformados descubrieron finalmente las sábanas en la calle, quedaron paralizados y no pudieron creer lo que estaban viendo: el cuerpo del hombre yacía semivestido y tenía la cabeza destrozada a golpes. A feroces golpes.
Al cabo de un rato, la vivienda de la víctima iba a quedar repleta de policías, peritos, bomberos y funcionarios judiciales.
Contra lo que pudiera pensarse, la casa no evidenciaba a simple vista la escena característica que deja un ataque criminal de ese tipo y con esa saña. Alguien había intentado limpiar la escena, pero no lo había logrado por completo.
El espanto fue descubierto en la noche del 21 de marzo de 2025 en la zona céntrica de la ciudad de Capilla del Monte, una población del Valle de Punilla que ya ha sido escenario de graves episodios con muertes violentas en los últimos años.
Ángel Edmundo Pobeda tenía 68 años cuando lo atacaron desde atrás en su casa y lo masacraron a golpes con un hacha y hasta con un martillo. El hombre atravesaba serios problemas de salud. Prácticamente no se podía mover y hasta había sufrido un ACV.
A nueve meses del salvaje crimen, el caso tuvo importantes derivaciones: una mujer fue enviada a juicio, acusada de haber sido la presunta asesina. Era nada más y nada menos que su cuidadora.
Sandra Leonor Videla deberá responder como presunta autora de homicidio calificado y agravado por la alevosía, según lo dispuesto por la fiscal Paula Kelm, de la ciudad de Cosquín.
En caso de haber condena por esa figura, corresponde la prisión perpetua.
Presa en la cárcel, la mujer niega los cargos. La prueba en su contra es importante.
De la confianza a la peor traición
Don Ángel ya no podía vivir solo. Serios padecimientos de salud, sumados a complicaciones en sus últimos tiempos, habían convencido a sus familiares de que lo mejor era que tuviera una cuidadora que residiera en la casa y lo atendiera la mayor parte del día.
Sandra Leonor Videla no era una desconocida. Con cierta experiencia en el cuidado de adultos mayores, ya había atendido a otra mujer que había residido en esa misma vivienda de calle Urquiza, en Capilla del Monte.
Con el paso del tiempo, la relación entre don Ángel y su cuidadora Sandra se fortaleció. En un comienzo, las cosas anduvieron medianamente bien. Sin embargo, algo sucedió. El hombre comenzó a no estar bien con los cuidados y se lo manifestaba a sus hijos, quienes viven en Buenos Aires: ya no quería saber más nada con Sandra. Tanto es así que quiso que se marchara.
Esa decisión habría sido el disparador de un conflicto que creció y llegó hasta límites impensados.
De acuerdo con la investigación fiscal, aquella noche del 21 de marzo, la mujer habría sorprendido al hombre desde atrás para atacarlo. Llevaba un hacha y un martillo, según la causa.
Limitado por su estado físico y por el traicionero ataque, don Ángel fue salvajemente golpeado, principalmente en la cabeza y en el cuello. Su muerte sobrevino en segundos.
La pesquisa judicial determinaría que, tras el alevoso asesinato, la persona atacante limpió la escena del crimen para intentar borrar pruebas, buscó ocultar las herramientas usadas y hasta quiso destruir documentación y prendas manchadas.
Tras el asesinato, el cadáver fue envuelto en viejas sábanas que había manoteado de la habitación.
La fiscalía entiende que la cuidadora habría actuado sola y comenzó a arrastrar el cuerpo envuelto por las desoladas calles del barrio, con la intención de llevarlo a un descampado. No está claro qué pensaba hacer luego en el baldío.
La historia ya fue contada: vecinos vieron la escena y llamaron a la Policía. Esa misma noche, la cuidadora fue detenida.
La investigación policial-judicial posterior se basó, por un lado, en un complejo trabajo pericial con el cuerpo y en la escena del asesinato; y por el otro, en un arduo trabajo de búsqueda de testigos, testimonios y análisis de comunicaciones de celulares, entre otras pruebas, como filmaciones de cámaras. En la causa constan mensajes enviados por la víctima que darían cuenta de la mala relación con la mujer y su intención de que se fuera de una vez.
Matar por alevosía
La fiscal Kelm acusó a Sandra Videla por homicidio calificado por alevosía. Para la funcionaria judicial, la acusada habría “aprovechado” el serio cuadro de salud previo del hombre que le impedía defenderse y, “actuando sobre seguro, lo abordó desde atrás y lo golpeó reiteradamente en la cabeza y en el cuello con un hacha y un martillo”. Fue un ataque sorpresivo, deliberado y sin riesgo para quien atacaba.
La instructora valoró las maniobras posteriores tendientes a limpiar la escena, ocultar evidencia y deshacerse del cuerpo, lo que refuerza la intencionalidad homicida y el intento de impunidad.
La acusación cuenta con: peritajes médico-forenses que establecen la causa del fallecimiento y la modalidad violenta del ataque, elementos secuestrados en la vivienda, que incluyen el hacha y los artículos de limpieza con restos hemáticos. Además, hay testigos que vieron la escena del cuerpo que era arrastrado durante la noche, y hay testimonios de vecinos que describieron a Pobeda como un hombre tranquilo y con movilidad reducida.
Fuentes judiciales enfatizaron que hay registros telefónicos y mensajes previos que exhiben tensiones y contradicen la versión brindada por Videla.
De acuerdo con la causa, Sandra Leonor Videla convivía con Ángel Pobeda en la vivienda de este desde hacía varios meses. “La relación no era formalmente de pareja; surgió luego de que Videla cuidó a la anterior dueña de la casa y terminó instalándose allí. No hay evidencia de una relación afectiva estable, sino de convivencia y dependencia material”, confió una fuente del caso.
Según la investigación, el móvil del crimen fue evitar que el hombre la expulsara de la casa. “El hombre ya había manifestado a su familia su intención de pedirle a Videla que se retirara del domicilio. Videla actuó por el interés de mantener la vivienda y asegurar su permanencia, atacando en un contexto de alevosía”, sostuvo la fuente.
