El domingo por la madrugada, minutos antes de las 2, dos periodistas de La Voz regresábamos de un cumpleaños por la ruta provincial 5, que conecta las ciudades de Córdoba y Alta Gracia.
A 10 kilómetros de la Capital, a la altura de la localidad de Los Cedros, nos encontramos con una trágica escena: un vehículo blanco había chocado, en la mano contraria, contra la columna de hormigón central de la pasarela. El coche se incendiaba.
Frenamos a una distancia prudente, con balizas, y decidimos llamar a los servicios de emergencias y automáticamente acercarnos con el matafuegos.
Nuestra primera reacción fue llamar al 911 de la Policía. A nuestras espaldas, el vehículo estaba en llamas y nadie salía de su interior.
La comunicación con el servicio comenzó a las 2 en punto.

Después de más de un minuto sin que nadie atendiera (un minuto 37 segundos, para ser exactos), decidimos cortar y marcar esta vez el número 101.
En paralelo, otro automovilista, que se había detenido para ayudar, se acercó corriendo. “¡Está perdiendo gas! ¡Está perdiendo gas!”, gritaba, mientras le hacía señas a los otros vehículos para que frenaran.
En medio de todo ese cuadro, otro vehículo que iba en dirección al siniestro, frenó en medio de la ruta, giró en “U”, cruzó la división de los carriles y se alejó a alta velocidad. Otro se detuvo en la banquina.

Mientras tanto, seguíamos probando con llamadas a las líneas de emergencia. Nadie atendía.
Con otro aparato telefónico insistimos con el número 911. Esperamos 53 (eternos) segundos. Nadie atendió.
Probamos con el 107 para pedir una ambulancia, mientras, metros atrás, comenzaban a producirse pequeñas explosiones en el vehículo siniestrado.
Nadie atendió.
Decidimos que el pequeño matafuego de nuestro auto no iba a poder combatir esas llamas y que, probablemente, íbamos a resultar heridos con la explosión, en lugar de ayudar. Lo mismo decidió otro automovilista que se había detenido a colaborar. Atinó a bajarse, pero se quedó en el lugar. Nos miramos con impotencia, temor y bronca.
Fueron cuatro llamadas a tres números de emergencia y ninguno contestó. Probamos a llamar al 0800-Fuego, el otro número que teníamos memorizado, y mientras el vehículo seguía quemándose, le explicamos a la operadora que atendió que ya no sabíamos a quién llamar. Se le brindó la dirección del lugar, datos del choque y que había víctimas. Se le pidió que dé aviso a los Bomberos y la Policía.

Poco después, llegó una ambulancia. Seguimos viaje, para no interrumpir el tránsito y la llegada de los Bomberos. No teníamos nada por hacer.
Al día siguiente, la Policía dio aviso que una persona, aún no identificada, falleció en el kilómetro 8 tras chocar e incendiarse su Peugeot Partner.
Desde la Fuerza, informaron que se investigan las causas que rodean el fatal siniestro.
Continúa la impotencia de ver una tragedia y que nadie conteste el teléfono.



























