Sumido en una depresión por el desenlace de una relación amorosa, Facundo Nicolás Camaño (27) aceptó la invitación de un amigo para ir a una fiesta en Palermo, en la coqueta zona porteña. En el evento, su amigo le presentó al DJ. Tras comentarle que tocaba en Ibiza y en Barcelona, el disc jockey le preguntó a Camaño si conocía Madrid.
El joven respondió que no. Con la celebración ya consumada, la nueva “amistad” con el desconocido dio paso a un “regalo”: el DJ lo llevó hasta una agencia de viajes, se bajó de su auto y le compró dos pasajes de ida y vuelta a la capital española para que pudiera conocer y “relajarse”. Sin dudar, Camaño aceptó y emprendió el viaje europeo, donde un amigo del DJ lo llevó a recorrer puntos turísticos.
El último día, el “guía” local le entregó en el aeropuerto una mochila y una valija que le dijo que eran del DJ, y le comentó que lo esperaría en Argentina.
Pero, al regreso, Camaño cayó detenido con casi 10 mil pastillas de éxtasis (por casi cuatro kilos) en el aeropuerto de Córdoba. Cuando el agente de Aduana encontró la droga, el joven se dio cuenta de que “nadie te regala nada porque sí y todo tiene un precio”.
El fiscal general Carlos María Casas Nóblega no le creyó su versión y pidió seis años de prisión por intento de contrabando y una multa de 90 mil pesos. El defensor oficial Rodrigo Altamira planteó que Camaño solo era una “mula”, por lo que requirió una pena de tres años (de ejecución condicional).
La clemencia de Camaño en el juicio no le valió la condena por intento de contrabando, ya que el juez del Tribunal Oral Federal N° 1, Julián Falcucci, lo condenó a cuatro años y seis meses luego de descartar la “pueril” y “alocada” historia que pergeñó.
“Noche de copas”
El joven nacido en Quilmes, provincia de Buenos Aires, y educado en el seno de una familia de clase media, contó que en agosto de 2017 se encontraba atravesando una difícil situación personal. Estaba desempleado y deprimido. Había terminado una relación amorosa prolongada, había dejado de frecuentarse con sus amigos de la infancia y se sentía solo.
Por aquellos días, su amigo “Lucas” lo invitó a la fiesta. Allí conoció al DJ “Gonzalo”, quien acostumbraba a invitar a “Lucas” a distintos viajes, según la versión del imputado. Ilusionado por conocer Madrid, Camaño aceptó viajar a España el 25 de julio de 2017, donde lo esperaría el “pana” del DJ, que lo llevaría a visitar la ciudad.
Pero la versión se cayó por una serie de indicios. Alrededor de las 12.30 del 9 de agosto, Camaño arribó al aeropuerto internacional Córdoba con dos mochilas, una valija tipo carry on, una guitarra y dos bolsas de compras. Tanto la mochila que llevaba en la espalda como la valija estaban envueltas en un plástico protector conformando así un solo bulto, lo que llamó la atención del personal de Aduanas.
El joven (soldador, empleado en una fábrica de varillas) comentó que provenía de Madrid, con conexión en San Pablo, Brasil. Al pasar el equipaje por el escáner, en la pantalla surgieron algunas inconsistencias y se le informó que se abrirían las maletas. Camaño declaró que no llevaba nada en la mochila adosada con el film a la valija, aunque su afirmación se esfumó rápidamente.
Un efectivo descubrió en esa mochila una estructura inusual en la pared divisoria interna y de la pared de apoyo. Cortó la estructura y encontró dos bultos. Al revisar la valija, detectó otros tres bultos en los forros de las partes divisorias. Cada elemento estaba acondicionado en forma de placa, conformado por una capa de poliuretano y otra plástica.
Al abrir los envoltorios, los agentes hallaron 9.890 pastillas de éxtasis con forma hexagonal, por 3,9 kilos.
El imputado había partido a Madrid no de Buenos Aires, donde vivía, sino de Córdoba. Las cámaras del circuito interno del aeropuerto Ingeniero Ambrosio Taravella mostraron a Camaño siempre en soledad (tanto a la ida como a la vuelta), algo habitual en el caso de quienes se mueven como “mulas” en los casos de contrabando de drogas.
El año pasado, en otra causa, un joven fue procesado por intento de contrabando agravado y tenencia de drogas para comercialización, cuando intentó ingresar al país 42.215 comprimidos de “micropunto de estrella roja” (de tres y de cuatro milímetros de diámetro), dietilamida de ácido lisérgico (LSD) de máxima pureza, con un potente olor, valuados en 22,5 millones de pesos.
“Cuesta creer que las personas que obsequiaron a Camaño un viaje a Madrid, con estadía y paseos gratis, vinculadas al negocio del narcotráfico a gran escala, se hubiesen arriesgado a invertir todo ese dinero sin tener la garantía de que, cuando le entregaran la valija y la mochila que contenían el material estupefaciente, el imputado la transportaría hasta la ciudad de Córdoba”, dijo el juez Falcucci al condenarlo.
“Las reglas de la experiencia indican que narcotraficantes de este nivel sólo hubiesen aceptado pagar el pasaje de Camaño a Madrid una vez que lo hubiesen captado para realizar la maniobra de tráfico, para lo cual le debieron explicar con detalles cuál era el rol que iba a tener que adoptar en la maniobra ilegal. En definitiva, no tengo dudas de que Camaño sabía de antemano por qué motivo viajaba a España, cuál era el riesgo que enfrentaba y qué beneficios económicos obtendría”, concluyó.
“Es un joven instruido, que casi completó el secundario en una familia de clase media, que además, según dijo, se encontraba atravesando una difícil situación económica y sentimental, dado que se encontraba desempleado y había roto una relación de pareja de muchos años. En ese contexto, aceptar una propuesta riesgosa, pero que seguramente le servía para disipar sus problemas económicos, de seguro lo motivó a aceptar realizar el viaje”, razonó.
Falcucci echó por tierra la historia de Camaño: “Tampoco es creíble su afirmación de que todo se desencadenó en el transcurso de una noche de copas y de música fuerte en un boliche, porque este tipo de emprendimientos delictivos, que involucran sumas importantes de dinero, se suelen planificar con más tiempo”.
“Está claro que Camaño –siempre en esta alocada versión– debió sospechar que la razón por la que un desconocido le obsequió un viaje a Europa estaba ligada a una conducta delictiva presumiblemente referida a estupefacientes. El propio Camaño admitió que se dio cuenta de eso apenas los oficiales de Aduana revisaron las valijas que le entregó ese desconocido. En cualquier caso, tuvo siempre la posibilidad de obtener información sobre el contenido de las valijas que transportaba. Y si no lo hizo, fue para mantenerse en ese estado deliberado de ignorancia, con el propósito de invocarlo durante el desarrollo de este juicio para tratar de obtener un beneficio en caso de que la maniobra se frustrase, como ocurrió en el caso”, dijo el juez.
Si bien el magistrado reconoció la deficiente investigación para determinar los posibles contactos del imputado antes de volar a Madrid, indicó que el imputado (sin antecedentes penales) quiso contrabandear casi 10 mil pastillas de éxtasis (con un efecto nocivo en la salud de los jóvenes a los que el mercado negro apunta).
Finalmente, lo condenó a cuatro años y seis meses de prisión por intento contrabando agravado (por tratarse de estupefacientes).
