El Tribunal Oral Federal N° 1 de Córdoba capital condenó a Julio Nahuel Benavídez Herrera a 13 años de prisión por el violento secuestro extorsivo de un adolescente de 17 años. El hecho ocurrió en 2023 y lo cometió en complicidad con su suegro y con otro partícipe, quienes recibieron cinco y 11 años de cárcel, respectivamente, mientras que la exnovia del líder de las negociaciones fue absuelta.
Los jueces Julián Falcucci, Carolina Prado y Jaime Díaz Gavier impusieron 13 años a Benavídez Herrera (a sus 31 años, es su cuarta condena) y 11 años a Bruno Fabrizio Chirino (22) por el secuestro extorsivo, doblemente agravado por el número de intervinientes, y por la minoridad de la víctima, y por robo calificado por uso de arma de fuego. Héctor Fabián Ormeño (62) recibió cinco años por secuestro agravado y María Celeste Ormeño (32) fue absuelta.
Así secuestraron a un chico en Córdoba
La noche del 9 de agosto de 2023, el adolescente había salido de su casa hacia el gimnasio Inclub, en barrio Las Margaritas, en el noroeste de Córdoba capital, para ir a natación.
Lo interceptaron dos sospechosos con camperones con el logo de Talleres, y uno de ellos con un arma. Lo encañonaron y lo hicieron caminar bajo amenaza de que, si levantaba la cabeza, lo asesinarían. Le preguntaron si la familia tenía dinero y decidieron rápidamente: “Bueno, hagamos un secuestro”. Lo obligaron a hacer una videollamada a su madre: “Tenemos secuestrado a tu hijo. Danos la plata que tenés guardada”.
Inteligentemente, mientras hablaba con los captores, la mujer le hizo señas al más pequeño de sus hijos para que llamara al 911. El operador policial logró escuchar en vivo a los secuestradores. Le ordenaron a la mujer que les entregara “100 lucas” en un quiosco sin avisar a nadie, porque de lo contrario ejecutarían al adolescente.
La mujer observó que el captor, visiblemente alterado, llevaba puesta la campera de su hijo y que le faltaban varios dientes.
Secuestradores “gasoleros”
De manera burda, los captores “gasoleros” llevaron a la víctima encapuchada por plena calle y lo introdujeron en una casa, donde los recibió una mujer (Celeste Ormeño). Lo ubicaron en la parte posterior, bajo amenazas de que, si hablaba, lo matarían.
El padre de la víctima reunió U$S 100 y $ 20 mil para entregar parte del rescate. Antisecuestros de la Policía y el fiscal federal Maximiliano Hairabedian intervinieron y un sargento acompañó al padre a entregar el dinero.
Llegaron al lugar acordado y uno de los sospechosos se acercó a la Renault Kangoo del padre: “Dame la plata y andá a depositarme lo otro”. El padre entregó el sobre y el policía que lo acompañaba observó que el negociador tenía como “apoyo” a cinco personas, entre ellas, un hombre con barba canosa y armado, y otro más joven, con otra pistola.
Luego de varios minutos, “Nahuel” le dijo al cómplice: “Ya trajeron $ 20 mil”. “Pedí más –le replicó el cómplice– para comprar dólares”. El padre transfirió $ 40 mil a una cuenta y $ 60 mil a otra. El captor entró a la casa donde se encontraba el adolescente cautivo y le dijo: “Nos vamos”. Después de ser golpeado, lo liberaron en barrio Marqués Anexo.
El escudo de Talleres, los nombres, los CBU y las cámaras
El testimonio del adolescente fue clave para la identificación de los secuestradores: logró recordar los nombres y las fisonomías de “Nahuel”, de “Cristian” y de “V.”, una menor de 14 años.
“Nahuel” fue identificado como Benavídez Herrera, triplemente condenado –en 2011, en 2019 y en 2024– por robos, resistencia y violencia de género. No sólo secuestró al menor, sino que recibió el sobre con el dinero. Era quien vestía un conjunto con el escudo de Talleres y quien llevó adelante principalmente la negociación con la familia.
Los investigadores corroboraron la titularidad de las dos cuentas que Benavídez Herrera había brindado: una correspondiente a su prima, Evelyn Andrea Barrera (fue sobreseída, por duda insuperable, ya que admitió haber prestado a Benavídez su CBU, pero sin saber, supuestamente, para qué lo utilizaría), y la otra a su suegro, Héctor Ormeño, padre de Celeste.
Las cámaras captaron a Ormeño y a la mujer mientras extraían el dinero. Ormeño fue uno de los sospechosos armados –el de barba blanca, armado– que hacía de “apoyo” a su exyerno Benavídez cuando este recibió el sobre.
En la operatoria, “Cristian” no fue otro que el tucumano Chirino, con un nombre falso que habría utilizado para despistar. Fue sindicado como el segundo captor y negociador, quien le apuntó y quien lo habría retenido bajo amenazas y golpes en la casa de sus suegros, junto con la mujer robusta que vio el adolescente, Celeste (madre de la menor “V.”), y Benavídez Herrera.
Juicio y condena
En el juicio, el fiscal Hairabedian resaltó el testimonio del menor, que identificó a Benavídez Herrera por su fisonomía y porque escuchó que a uno de sus captores le decían “Nahuel”. También remarcó que el policía y el padre del chico lo reconocieron por haber recibido el sobre y que Barrera –prima de Benavídez– fue quien prestó su CBU para que la familia del joven transfiriera el dinero.
En su estrategia defensiva, Benavídez declaró que, con su cómplice Chirino, sólo quisieron robarle al joven, pero no secuestrarlo, y que ambos actuaron bajo influencia de drogas. Por el contrario, el fiscal consideró que obraron plenamente conscientes de sus acciones.
Hairabedian implicó a Chirino, quien reconoció haber participado del hecho y apuntó contra Ormeño (p), quien hizo de “campana” cuando el padre de la víctima pagó parte del rescate y luego retiró la otra en el cajero. Y adjudicó a Celeste haber estado presente en la casa donde mantenían a la víctima y haber colaborado con su padre en la extracción del dinero. Pidió 16 años para Benavídez Herrera, 14 para Chirino, seis para Ormeño (p) y cinco para la hija.
La defensa de la mujer pidió la absolución porque, según sostuvo, su presencia en la casa no se probó. Dijo que el menor no logró identificarla y que acompañó al padre al cajero 30 minutos después de que el secuestro hubiera finalizado, por lo que no podría haber participado en un hecho que había concluido. Además, subrayó que Celeste fue a retirar el dinero por un pedido expreso de su pareja Benavídez, en un contexto de violencia de género.
Por su parte, el defensor de Chirino y de Ormeño (p) solicitó sus absoluciones. Sobre el primero, argumentó que Chirino estaba drogado y que no sabía lo que hacía. Respecto de Ormeño (p), sostuvo que no participó del secuestro, que nunca lo vieron con los otros imputados, que tampoco la víctima lo mencionó ni lo vio y que el único que lo implicó fue el policía que acompañó al padre de la víctima a entregar el sobre.
La defensora de Benavídez Herrera pidió las nulidades de la grabación del 911 (lo que fue rechazado por el tribunal) y dijo que nunca se comprobó que se usara un arma. Planteó que el imputado estaba psíquicamente condicionado por el consumo de estupefacientes y propuso la recalificación a extorsión, estafa y privación ilegítima de la libertad sin ánimo de lucro.
El acusado dijo que, bajo los efectos de la cocaína, con Chirino engañaron al adolescente para robarle y comprar droga. Pero que no usaron un arma y que jamás amenazaron con asesinarlo, ni lo secuestraron, ni lo golpearon (es decir, todo lo contrario de lo que declaró la misma víctima). Y que engañó a su novia Celeste y al padre para buscar el dinero, sin que estos supieran nada.
Los jueces concluyeron que el secuestro existió, que Benavídez Herrera y Chirino lo secuestraron, robaron el celular y la ropa y llamaron a los familiares para pedir el rescate. También sostuvieron que, cuando el padre y el policía fueron a entregar el sobre con el dinero, Benavídez los recibió mientras Ormeño (p) seguía los acontecimientos armado; que el chico estuvo retenido en la casa de los Ormeño, bajo amenaza de Chirino y de otras personas no identificadas.
“Benavídez Herrera reconoció los hechos. Al momento de prestar declaración en el debate, pese a la insistencia de la defensora en que no lo hiciera, Benavídez reconoció que detuvieron a un chico en la calle, que lo trasladaron en contra de su voluntad a un domicilio y que exigieron dinero para liberarlo, aunque señaló que no fue un secuestro extorsivo, sino un robo con características peculiares”, dijo el juez Falcucci, echando por tierra un robo.
Sobre Chirino, determinaron que comprendió la criminalidad de sus actos. Pero absolvieron a Celeste porque consideraron no probado un aporte significativo. Afirmaron que el solo haber acompañado al padre al cajero no podía considerarse un “aporte”, y puntualizaron que era una mujer vulnerable por su adicción a las drogas y por su relación “tóxica” con su entonces novio, condenado por golpearla y mantenerla cautiva.
Así, evaluaron que se encontraba en una situación de violencia, lo que pudo motivarla a no ofrecer mayor resistencia a la hora de acompañar a su padre al cajero, presumiblemente por indicación de Benavídez.