Un escalofriante caso de acoso y explotación sexual infantil a través de redes sociales culminó en una condena de 18 años de prisión efectiva para un hombre de 33 años en Salta.
La Justicia logró desarticular una red que manipulaba a menores, pagando hasta $ 3.000 por fotos íntimas y ofreciendo cifras aún mayores por encuentros presenciales.
Este suceso pone en relieve la vulnerabilidad de niños y adolescentes en el entorno digital y la urgencia de fortalecer los controles parentales y los sistemas de protección.
Una palabra clave que destapó el horror
La investigación se inició gracias a la perspicacia de una madre que notó una palabra inusual en el celular de su hijo: “pack”.
Al revisar los chats borrados y preguntar a su hijo, la confesión llevó a una denuncia ante la fiscalía.
Más tarde, la mujer relató cómo se enteró de la situación: “Me contaron que mi hijo había mandado fotos desnudo, que este hombre le pedía imágenes íntimas y le pagaba tres mil pesos por cada una”.
El agresor operaba principalmente a través de WhatsApp, Instagram y Telegram, no solo pagando por las fotos, sino también enviando sus propias imágenes para indicar cómo debían posar los niños.
Incluso llegó a proponer encuentros cara a cara en una galería céntrica de Salta a cambio de sumas superiores, como 30 mil o 40 mil pesos, aunque estos no llegaron a concretarse según la fiscalía.
La madre reconoció haber notado comportamientos inusuales en su hijo, como el uso excesivo del celular y el aislamiento, sin imaginar la gravedad detrás de ellos.
“Creo que me faltó más diálogo”, reflexionó, enfatizando la importancia de la conversación y la claridad sobre la privacidad del cuerpo.
La condena: un sistema de explotación sostenido
Tras seis meses de investigación, el Tribunal de Juicio del distrito Centro dictó sentencia. El hombre fue condenado por 12 hechos de grooming, 6 hechos de promoción de la corrupción de menores y 6 hechos de promoción de la prostitución agravada.
La fiscal penal especializada en ciberdelincuencia, Sofía Cornejo, destacó la gravedad del caso, señalando que “el anonimato y la facilidad de acceso a las víctimas en entornos digitales permiten una manipulación sostenida que favorece la explotación de menores”.

Además de la pena de prisión, el juez Guillermo Pereyra ordenó que el agresor, alojado en una cárcel de máxima seguridad, reciba tratamiento psicológico obligatorio debido a la sistematicidad de sus conductas y el daño causado.
Cerebros inmaduros y el “espejismo” digital
Julio López, especialista en seguridad y fraude digital, advierte que estos delitos no son incidentes aislados, sino que ocurren dentro de un entorno tecnológico que, lejos de proteger, convierte a los menores en “un objetivo comercial”.
En diálogo con el portal de noticias TN, López utiliza una potente analogía para explicar la vulnerabilidad: “Que un niño de 11 años no maneje un auto no es porque no llegue a los pedales, sino porque su cerebro aún no está preparado para asumir los riesgos. Lo mismo ocurre con la tecnología”.

El especialista subraya que la corteza prefrontal de niños y adolescentes —responsable de gestionar el miedo, el juicio y la evaluación de riesgo— aún está en formación, impidiéndoles evaluar correctamente el peligro. Esta situación se agrava por el “efecto mastering”, una “ilusión de competencia” generada por interfaces de aplicaciones tan bien diseñadas que hasta un niño puede usarlas, dando la falsa sensación de que están seguros y dominan la tecnología.
La puerta abierta a riesgos invisibles
López denuncia que las billeteras virtuales y plataformas digitales han creado un “espejismo peligroso”. Actualmente, existen más de tres cuentas entre billeteras virtuales y bancos por cada argentino, y muchas de estas están dirigidas a menores de edad, ya que, saturado el mercado adulto, la industria se volcó a las nuevas generaciones.
El problema radica en que la mayoría de los sistemas financieros digitales son meramente declarativos, exigiendo solo tildar una casilla para validar requisitos como la mayoría de edad o la supervisión parental, sin verificación real.
Esto, según López, “pone a los chicos en un riesgo real: pueden recibir dinero desde cualquier lugar del mundo, sin supervisión parental, y sin que el banco o billetera sepa siquiera si es su hijo. Es la puerta abierta al grooming, la ludopatía, el lavado de dinero o la extorsión”.
El especialista pone como ejemplo a países como Estados Unidos, donde los menores pueden tener cuentas bancarias, pero bajo sistemas de control altamente regulados y autorización de un adulto con identidad verificada.
Llamado urgente a la protección infantil digital
Frente a la pregunta sobre la educación financiera para menores, López es contundente: “Si estuviéramos hablando de educación vial, ¿le daríamos un auto a cada niño para que aprenda? No. La educación puede existir sin necesidad de entregar una billetera global a un chico que no comprende el riesgo”.
López propone soluciones concretas: restringir el acceso de menores a cuentas financieras, desarrollar sistemas técnicos de verificación parental con apoyo estatal y usar tecnologías como la biometría para superar los formularios de “buena fe”.
Su llamado es una advertencia clara: “Hoy los menores no están protegidos. Las leyes están desactualizadas, los controles no existen y los riesgos son enormes. Mientras tanto, seguimos viendo cómo los explotan, los engañan, los abusan. ¿Vamos a seguir mirando para otro lado?”