Asediados, cansados, con los nervios y la presión al máximo. Pertenecen a un grupo de no más de 15 investigadores que estuvieron desde siempre, casi sin alejarse de la llamada “zona cero”, en los procedimientos de búsqueda de un caso que conmociona a todo el país.
Recién en la última semana la presión social y mediática se desvaneció algo en torno a las preguntas por la desaparición de Lian Gael Flores, el niño de 3 años que falta en Ballesteros Sud.
Sobre sus espaldas recaen las órdenes del equipo especial de fiscales que se conformó recientemente entre dos funcionarios judiciales provinciales que están desde un primer momento, e intentan resolver la desaparición del niño, y tres fiscales del fuero federal, más enfocados en la hipótesis de secuestro o de trata.
El chico falta de su hogar, una tapera emplazada a cuatro kilómetros de Ballesteros Sud, en el sudeste de la provincia de Córdoba. En este punto geográfico apartado, con baños que son letrinas, entre hornos que queman ladrillos y un terraderal incesante, el niño apenas había aprendido a caminar.

Dicen quienes conocen el entorno familiar que no se separaba de la familia. El grupo de investigadores escuchó esta y muchas otras explicaciones.
Durante las primeras horas del caso, fue casi lo único a lo que se dedicaron: hablar con los padres, recorrer el terreno, visitar a los vecinos. A las pocas horas, tenían un buen número de pistas. Son importantes porque guían la investigación.
Por recomendación de ellos, la exploración fue de adentro hacia fuera. Los primeros procedimientos se realizaron en la casa de Lian y las miradas se dirigieron desde el comienzo a las camionetas que habían circulado ese sábado por esta zona apartada, según más de un testimonio.
Los fiscales fueron recibiendo pistas sobre pistas, que más tarde volvían a la mano de estos pesquisas.
Esas primeras noches, la mayoría de ellos la pasaron encima de unas camionetas del Ministerio Público Fiscal o de la propia Policía. Durante el día, descansaban en las carpas que se montaron alrededor de la vivienda.

Pero con el paso de los días, y ante la ausencia de pistas más firmes que revelaran lo ocurrido con el niño o arrojaran al menos alguna idea más certera, la tensión interna comenzó a elevarse.
Mientras la fiscalía continuaba ensanchando el perímetro de búsqueda, ellos se desdoblaban: algunos mantenían la presencia firme en la “zona cero”, al lado de los hornos, entre las cortinas de la vivienda de Lian. Otros cumplían el resto de las variadas órdenes.
En un momento, la mayoría volvió al punto de inicio. “Se preguntarán por qué, y es importante explicarlo. Ya se buscó y se removió todo lo que se podía, pero hay que volver, porque es la mecánica que debe tener la investigación”, comentaron desde adentro.
Junto a una excavadora, se volvió a remover el terreno. Pero, además, volvieron a comenzar una tarea que, según comentaron, fue de las más difíciles desde el inicio.
“Las entrevistas con la familia y con los vecinos son difíciles por dos aspectos centrales: hablan poco o nada, y hubo veces que dieron información contrapuesta”, comentaron.
No obstante, reconocen aún que van a volver “tantas veces como sea necesario” a repasar las conversaciones con los familiares y con los testigos, y a revisar, tramo por tramo, el lugar donde Lian fue visto por última vez.
El ministro de Seguridad, Juan Pablo Quinteros, los respalda: “Son profesionales muy entrenados que se van a quedar acá hasta que la Justicia lo determine. Están haciendo una tarea a fondo, junto con el trabajo de los fiscales”, dijo.
Excavaciones y rastrillaje
Para el grupo de investigadores, recorrer el terreno próximo a la vivienda es crucial. “Un ecorradar aportado por Gendarmería nos permite registrar objetos enterrados”, explicaron.
Una de las hipótesis que cobró peso en las últimas horas es que a Lian lo podrían haber atropellado. El cuerpo podría haber sido enterrado, completa esa tenebrosa posibilidad. Pero es sólo una hipótesis que se suma debido a la falta de pruebas en las otras.
Esta línea de investigación, más ligada a las dudas de los querellantes, se complementa con otras que se van abriendo con el paso de los días, aunque vienen siendo manejadas desde la primera semana. Para los pesquisas, no es conveniente, al menos por el momento, descartar ninguna posibilidad.
Lo que sí es conveniente, dicen, es seguir agotando metro por metro el repaso de cada detalle y cada elemento en la zona núcleo.

Por eso las tareas de excavaciones, la recorrida a pie por el amplio terreno que rodea la vivienda, el trabajo con los canes que al comienzo se dificultó, y el escrutinio de los celulares de familiares y vecinos. Son algunas de las principales acciones que llevan a cabo desde un primer momento, sumado a las entrevistas con familiares y vecinos. Aun espera que de allí salga algún dato clave.
Así, por ejemplo, llegaron a revelar la primera pista sólida: la aparición de la camioneta blanca, que derivó en el secuestro de ocho vehículos cuya titularidad pertenece a ladrilleros de la zona o a dueños de los sembradíos.
Para determinar cuáles iban a ser las camionetas secuestradas, repasaron las imágenes captadas por cámaras de seguridad ubicadas en el ingreso de Ballesteros Sud. Las que entraron en el horario de la siesta o las que vieron salir fueron puestas bajo investigación.
Lo cierto es que Lian no aparece. Y que, a pesar de los esfuerzos y el cansancio de los investigadores, la Justicia no tiene elementos aún para determinar detenciones ni imputaciones.
Es una estrategia jugada. Fuentes con acceso a la causa reconocen que hay dos escuelas: una manda a detener a los sospechosos ante el más mínimo indicio de un posible entorpecimiento de la investigación.
No se cerró el paso entre el pueblo y el cortadero de ladrillos donde vivían Lian y los suyos. De hecho, había gente del pueblo que entraba y salía de la “zona cero” con la habilitación de las autoridades, como el dueño de los terrenos donde funcionan los cortaderos.
Las preguntas siguen abiertas. Algunas más que otras.