Un cuerpo boca abajo en la cama, muerto con una puñalada por la espalda. La imagen hace presumir un crimen atroz.
Más trágico sonó en la Fiscalía que investigó el caso cuando la única sospechada confesó su autoría: es la hija del asesinado.
Se trata de una de las historias judiciales más estremecedoras de las últimas tres décadas, cuando se creó la Décima Circunscripción Judicial, con sede en Río Tercero y que abarca a los departamentos Tercero Arriba y Calamuchita.
Jénifer Raymondo (30) confesó que mató a su padre Atilio (60), en las primeras horas del pasado 2 de enero, en la zona rural de Almafuerte.
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La imputada por homicidio calificado por el vínculo confesó su autoría ante el fiscal Alejandro Carballo.
Jénifer y Atilio vivían a cinco kilómetros de la zona urbana de Almafuerte. La casa está ubicada en un pequeño campo, dedicado a la crianza de animales, en el camino de tierra conocido como Alma Negra, que une a esa ciudad con su vecina Río Tercero, en un recorrido paralelo al de la autovía de ruta 6.
En los últimos años –en un dato que no se apunta como menor en el inicio de la pesquisa judicial– la madre y los hermanos de Jénifer se habrían ausentado del hogar familiar por un presunto caso de violencia familiar, ocurrido años atrás. Desde entonces sólo convivían Jénifer y Atilio: hija y padre.
También se investiga por qué la ahora imputada habría dejado de asistir a la escuela en tercer grado del nivel primario.
Pero más cruenta asoma la historia cuando a la hora de ser indagada la sospechosa habría confesado que fue abusada por su padre desde niña.
Un atenuante a discutir
El defensor de la acusada, Carlos Pajtman, en diálogo con La Voz reconoció que solicitará que la Justicia reconozca el atenuante de “emoción violenta” para explicar la decisión de la mujer.
Todo hace presumir que las pericias psicológicas y psiquiátricas que le realizarán los peritos judiciales a Jénifer, la próxima semana, serían claves para determinar si varía o no la actual imputación. En ese caso, los peritos podrían arrimar pruebas, o no, de un presunto abuso sexual de toda una vida.
Una fuente judicial confió a este diario que estos casos no son tan infrecuentes en sitios aislados, serranos o rurales, pero que en esta circunscripción nunca terminaron con un saldo fatal.
“La imputada sufre del síndrome de indefensión aprendida, aparentemente hubo una denuncia años atrás, se verá qué responsabilidades hay en ese sentido”, subrayó Pajtman, tras recordar que ya pidió la libertad de su defendida.
Para el defensor, “ella actuó harta de soportar un presunto abuso sexual”. Y agregó: “A Jénifer la mataron hace varios años, quería salir de ese infierno”..
Varios testigos habrían aportado una versión similar en el expediente.
No pasa inadvertido que fue la propia acusada quien llamó en primer término a los familiares de su padre fallecido e imploró la presencia de una ambulancia.
Más tarde se mantuvo en sus dichos y ante el fiscal, presente en el lugar del hecho, también confesó la autoría del crimen.
El fiscal confirmó a este diario la imputación, señaló que se desarrolló ya la indagatoria y anticipó que en los próximos días declararán los hermanos y la madre de Jénifer, que por alguna razón un día dejaron de vivir en ese hogar rural y se mudaron a Villa del Totoral, en el norte cordobés.
El expediente va sumando fojas de un caso que parece combinar delitos e historias inundadas de tragedias personales, y que terminó con un parricidio: el crimen de un padre.