Esta es una historia contada en primera persona, por haber sigo testigo directo y casi víctima de un delito: el robo de un celular en la vía pública.
El 12 de octubre pasado cubrí la condena por la matanza masiva de perros en Deán Funes y salí del edificio de Tribunales II de Córdoba junto al abogado querellante Pedro Despouy Santoro con la idea de obtener algunos conceptos del juicio que lo había tenido como protagonista.
Rumbo a su estudio jurídico, caminamos por la vereda sur de avenida Pueyrredón sin saber que estábamos por ser asaltados por motochoros.
El primer blanco fui yo. Mientras cruzaba por la senda peatonal hablando por celular, una moto enduro a baja velocidad se me interpuso y su conductor con casco me miró de manera rara.
Sin entender qué pasaba, seguimos caminando con el abogado.
Un segundo después, un joven apareció desde atrás y “suavemente” (según el penalista) le arrebató el celular a Despouy Santoro, tras lo cual emprendió una ágil corrida de 30 metros y saltó encima de la moto. Eran los mismos que me habían querido sacar el celular instantes antes.
Despouy Santoro intentó correr, pero ambos motochoros ganaron distancia en fracción de segundo. El celular se había esfumado.
Negociación y novedades
Minutos después, mientras duraba la conmoción, nos dirigimos a un bar para pasar el mal momento. El abogado se reunió con sus dos socios y, poco tiempo después, uno de ellos recibió un mensaje de quienes tenían el aparato en sus manos.
Después, el otro socio envió un mensaje a la línea del celular robado y le pidieron dinero.
Cuando “aceptó” ese monto, el siguiente mensaje decía: “Un vecino ahora me ofrece más”.
Poco después, la comunicación se cortó y el celular dejó de tener actividad. Imposible fue rastrearlo y la geolocalización parece haber sido anulada.
La próxima novedad fue al día siguiente, cuando Despouy Santoro ingresó vía web a su cuenta de un banco donde cobra sus haberes de profesor universitario. Los 80 mil pesos que tenía habían volado la tarde anterior, poco después del robo.
No fue difícil saber a quién pertenecía la cuenta de destino: era de un tal “Norberto Fabián Ambrosioni”.
El nombre resultó ser conocido para quienes cubrimos Tribunales: una simple búsqueda de Google arrojó en primer lugar mi nota de La Voz de diciembre pasado: Con 20 miembros condenados, terminaron las andanzas de “la Trenza”. Allí se especifica que Ambrosioni era integrante de la banda que copaba los remates judiciales y durante décadas cometió diversas estafas. El hombre recibió una condena de dos años y medio de prisión que, por el tiempo transcurrido, aún está en vigor y en suspenso.
La investigación, con antecedentes
Las primeras actuaciones recayeron en la Unidad Judicial 5, donde declaramos como testigos. Despouy se constituyó como querellante. El fiscal a cargo del caso, Guillermo González, imputó a Ambrosioni por “encubrimiento”.
Pero pronto, al analizar el Sistema de Administración de Causas (SAC) judiciales, se comprobó que Ambrosioni no se había quedado quieto luego de la condena de diciembre y de sus actividades ligadas a “la Trenza”. A raíz de otros hechos, todo se acumuló en manos del fiscal Rubén Caro.
Este instructor tenía imputado a Ambrosioni por diversos casos, entre 2020 y 2022.
Con tentativa de “usurpación”, se lo sindica tratando de ingresar con otras dos personas a una vivienda utilizando un cerrajero. Hubo alguien que alertó al dueño y consiguieron evitar que “se metieran” a la casa. Cosas parecidas hacían miembros de “la Trenza”.
Según la información judicial, también está involucrado en el robo de varios cheques violentando un auto estacionado en la vía pública. Esos valores habrían sido utilizados para comprar accesorios de teléfonos celulares y otros efectos. En la causa “se reunieron serios y necesarios indicios para imputar” a Ambrosioni por “estafa”, “tentativa de estafa” y “encubrimiento”.
En otro hecho, Ambrosioni y una mujer, que sería familiar suya, compraron varios pares de zapatos usando tarjetas de créditos robadas, según las actuaciones. Entre otras medidas probatorias y allanamientos ordenados se secuestraron algunos pares de zapatos. Ambos fueron imputados por “encubrimiento” y “defraudación por uso de tarjetas de crédito”.
Frente a esto, Despouy Santoro solicitó la detención de Ambrosioni, utilizando conceptos de la “ley de víctimas”, con precedentes del Tribunal Superior sobre “peligro procesal”.
Desde la fiscalía, informaron que “se anoticiará al Juzgado de Ejecución Penal (3, que lo tiene a su disposición) para que evalúen tomar medidas si se ha violado alguna condición o restricción”.
Lo mismo había solicitado el querellante, por haber violado la “regla de oro” de no cometer nuevos delitos.
¿Organización?
El robo del celular del abogado, más el inmediato vaciado de una de sus cuentas hace presumir que hay una banda que divide sus tareas con roles diferenciados: la sustracción de teléfonos, la apertura de esos aparatos aparentemente inviolables y las estafas con los datos extraídos de los aparatos.
A Ambrosioni, por ese hecho por el momento la Justicia sólo puede reprocharle el delito de encubrimiento. Por las dudas, Despouy Santoro formuló consulta al Banco Nación para preguntar si había alguna presentación del titular de la cuenta de Ualá “rechazando la transferencia” de 80 mil pesos. Cuando ya se había cumplido un mes de ese movimiento electrónico, le respondieron que nunca habían recibido ninguna nota de Ambrosioni, en ningún sentido.
Parentescos
Siguiendo con las búsquedas, en las revistas de la farándula puede comprobarse que uno de los dos hijos varones de Ambrosioni es un conocido jugador del fútbol porteño, Facundo Ambrosioni Lutri. Lo llamativo es que fue pareja de Morena Rial –hija del periodista Jorge Rial– y se recuerda el enfrentamiento que ella y su padre tuvieron por cuestiones de dinero.
La Voz reflejó esa comidilla que involucró la bronca que tuvo Jorge Rial porque su hija gastó sus ahorros para pagarle el abogado al padre de su novio. En esos momentos, Ambrosioni padre estaba con prisión preventiva en la causa de “la Trenza” y necesitaba defensor.
Según el Boletín Complementario 6/2018 de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA), en su Registro de Jugadores figura en ese año el pase de Facundo A. Ambrosioni Lutri desde Argentinos Juniors a Temperley.
No todo termina allí.
El otro hijo de Ambrosioni es Rodrigo Fabián Ambrosioni Lutri, quien tiene un local comercial en Santa Rosa 47. ¿A qué actividad se dedica ese comercio? La venta y reparación de celulares en un local de la Galería Norte.
Hace pocos días el local fue allanado por quienes llevan la causa judicial de su padre. Allí fueron secuestraron cuatro celulares de última generación, cuya procedencia no pudo ser justificada.
