El joven había sufrido el robo de su moto a manos de la patota del barrio rival. Para vengarse, no tuvo mejor idea que conseguir dos armas de fuego, buscar a un compinche e ir a saldar cuentas a puro balazo.
En el marco de la venganza, terminaron ultimando a un muchacho que, ajeno a todo, miraba la secuencia. Tras matarlo, siguieron adelante con el plan y robaron una moto. Todo fue hecho bajo los efectos de marihuana y algunas dosis de “alita de mosca”, como se denomina a la cocaína en algunos barrios.
El brutal episodio de violencia urbana sucedió el pasado 8 de enero en el barrio Ampliación Primero de Mayo, en Córdoba Capital.
La víctima fatal fue Alan Arrieta, quien tenía 18 años.
Diez meses después, fue el turno de la Justicia. En el marco de un juicio abreviado, los dos asesinos terminaron aceptando culpas, pidieron perdón y fueron hallados culpables por la Cámara 11ª del Crimen.
Uno de ellos era menor de edad, por lo que sólo se lo declaró culpable y se giraron sus antecedentes a un juez de Menores para que resuelva.
El otro ya es mayor, se llama Axel Reina y recibió una condena de 14 años por el delito de homicidio en ocasión de robo.
Lo sucedido en aquel enero no es nada extraño en Córdoba.
Desde hace largo tiempo, en numerosos barrios de la Capital, la violencia urbana se ha asentado e impuso sus códigos. De esta manera, robos, peleas, venganzas muchas veces entran en una espiral de violencia de consecuencias imprevisibles, sobre todo si hay armas.
Según la causa, aquel 8 de enero pasado, Axel Reina, quien vivía en barrio Ciudad Evita quería vengarse porque le habían robado una moto.
El joven se hizo de dos revólveres, buscó a su amigo C.L. (de 17 años) y en la moto de aquel fueron a Ampliación Primero de Mayo.
Así las cosas, en el camino divisron a tres jóvenes que iban, a su vez, en una moto y con quienes estaban enfrentados.
Axel, quien iba como acompañante, se paró sobre la moto y, con un arma en cada mano, comenzó a hacer disparos, varios disparos.
Uno de los plomos dio en Alan Arrieta, un joven que, ajeno a todo, justo miraba la secuencia criminal.
Moriría al poco rato. En el velatorio, se oirían varios disparos al aire en su memoria.
Los tres jóvenes que fugaban en la moto se cayeron y corrieron. Fue así que Axel Reyna y C.L. se hicieron de esa moto y escaparon.
Luego, serían atrapados tras una rápida investigación de la Policía. Diez meses después, se hizo el juicio y terminó en pocas horas ya que fue abreviado. “Los dos jóvenes aceptaron los cargos y se disculparon con la familia de la víctima. Mi defendido, a todo esto, no sabía que iba a ocurrir un homicidio. Él sólo manejaba la moto, llevando a su amigo. Ni se imaginaba lo que iba a suceder”, contó el abogado Enrique Pérez Aragón.
La casa de Reyna, el autor del crimen, terminaría incendiada por una turba.
