Mientras la Justicia avanza en medidas investigativas para determinar qué sucedió con Brenda Torres, la joven de 24 años que fue asesinada, descuartizada y cuyos restos fueron hallados en distintas partes de la ciudad de Córdoba, emerge con crudeza una problemática estructural.
Se trata del devastador impacto del consumo del “pipazo” en los barrios cordobeses donde deambulaba la víctima, y cómo esta sustancia se enlaza con el robo menor, la violencia cotidiana y la ausencia del Estado.
En los márgenes del oeste de la capital cordobesa, en zonas como Villa Urquiza, Villa El Tropezón y La Favela, Brenda vivió sus últimos años en situación de extrema vulnerabilidad.
Según su madre, la joven fue detenida en varias oportunidades por robos menores cuyo único objetivo era conseguir dinero para consumir.
Brenda no comía. No tenía un hogar fijo. Dormía donde podía, comía cuando alguien le ofrecía algo.
Pero estaba atrapada en una adicción que la arrastró a la calle y la convirtió en un blanco fácil.
“El ‘pipazo’ pierde a los jóvenes, pero a las mujeres mucho más”, afirma Teresa “Pity” Tissera, referente de la comunidad y líder de un comedor popular que también funciona como refugio y espacio de contención.
Igual que Brenda Torres, otras mujeres y adolescentes roban para fumar “pipazo”
Tissera no duda al describir el paisaje cotidiano en las calles de la zona.
“Consume entre el 60 y 70 por ciento de los jóvenes. Vemos chicos desde los 15 años, y muchas mujeres. Muchas están presas. Algunas, adolescentes. Esto no tiene edad ni género, y mucho menos un freno”.
La sustancia que los destruye se fuma en pipas improvisadas, construidas con bombitas de luz que los propios chicos roban.
Le quitan el interior, perforan la base y dentro colocan una mezcla de marihuana, “alitas” (restos de cocaína), bicarbonato, virulana o lo que consigan, según explica la misma fuente.
La prenden fuego, aspiran ese humo y, minutos después, necesitan otra dosis.
La calle Tacuarí –dice la referente– es una de las zonas más identificadas por los vecinos como epicentro del tráfico y consumo.
“Cierran un punto de venta, abren otro. Es una red. Siempre hay alguien arriba que no cae”, asegura “Pity”.
Los robos no son violentos, pero sí constantes.
“Te sacan la ropa del tender, una toalla, una olla. Lo que sea de aluminio o cobre. Lo venden por mil pesos y compran una dosis. Muchos de estos robos son protagonizados por mujeres que están en la misma situación que estaba Brenda, quien era conocida por muchos”, afirma la referente barrial.
Los “zombis del pipazo”: así vivía Brenda Torres
Quienes consumen suelen agruparse y caminar como “zombies”, describe Tissera.
“Están perdidos, como si buscaran algo en el piso. No sienten dolor, no tienen conciencia. Los vemos hurgar en los basurales, prender fuego a contenedores para buscar metales que puedan vender. Desde chicos. Desde los 8 años”, dice.
En villa La Favela, “Pity” organiza un refugio en el que actualmente alojan a 12 jóvenes, algunos de ellos llegados desde otras provincias.

Allí los higienizan, alimentan y ofrecen contención.
“Los que logran salir no quieren volver a caer. Pero hay algunos que ya no tienen retorno. Son muy jóvenes y sin familia. No hay contención”, afirma.
Horacio Saravia, párroco de la iglesia San Jerónimo en barrio Alberdi, lleva 40 años trabajando en la zona oeste de la ciudad de Córdoba, que Brenda solía frecuentar.
En abril, denunció que “los barrios están copados por el narconegocio”. “Hay connivencia policial. No hablo de la institución, hablo de algunos policías corruptos”, había expresado.
También dijo que pagan servicios o alquilan viviendas a cambio de que personas pobres, sobre todo mujeres, vendan droga en los barrios.

La problemática no se reduce a un cuadrante de la Capital.
Desde otra zona de la ciudad, el cura Mariano Oberlín vive a diario el drama del “pipazo”.
En su comunidad, le roban una vez por semana, según supo decir durante una entrevista.
“El ‘pipazo’ está en todos lados. Es como el paco de Buenos Aires. Una mezcla de residuos que hace estragos. Tenemos cada vez más pibes que piden ayuda para salir, pero también muchos que ya están perdidos”, explica.
Una vida sin oportunidades: la mirada del entorno de Brenda Torres
Daniela Morales Leanza, representante legal de los padres de Brenda, no duda al asegurar que Brenda estaba expuesta a numerosos peligros.
Según la conjetura de los allegados de la joven, ella estuvo hasta el jueves por la noche, o la madrugada del viernes, junto a un grupo de amigas.
Consumieron. Habrán bailado, dijeron. Luego ella dejó el grupo y se habría ido con algunos hombres.
Era algo habitual, dicen quienes la conocieron. Mantenía encuentros con otros jóvenes que le convidaban sustancias.
“Brenda fue víctima de un contexto de extrema vulnerabilidad. Vivía en la calle, sumida en una adicción sin contención ni acompañamiento. Su entorno solicitó ayuda a viva voz”, aseveró Morales Leanza.
Cree que no fue un crimen corriente. “Es posible que haya sido una agresión sexual, un hecho de género, algo vinculado a su indefensión. Pedimos que la Justicia investigue todas las líneas”, reclamó.
Un fenómeno que crece y las acciones del Estado
Lucas Torrice, subsecretario de Salud Mental y Adicciones del municipio de Córdoba, reconoce la gravedad de la situación.
Explica que, si bien el “pipazo” no tiene la mayor prevalencia (comparado con alcohol o cocaína), su impacto social es devastador.
“Son casos muy complejos. Personas que viven en situación de calle, sin vínculos ni redes. Por eso trabajamos desde los territorios. Tenemos centros como Lazos y Tramas, en barrios como San Vicente y San Martín. Y también refugios como Aldeas”, detalla.
En las periferias, la Municipalidad articula con organizaciones sociales para llegar donde los dispositivos tradicionales no alcanzan.

Torrice confirma que se están construyendo nuevos centros y una unidad de internación en el hospital Príncipe de Asturias.
“No se puede esperar que la gente llegue sola a los centros asistenciales. Hay que salir a buscarlos. A veces, con una olla popular, como ocurre cuando Aldeas organiza acciones puntuales. Eso también es salud pública”, sostiene.
La Justicia investiga el crimen de Brenda Torres
El caso de Brenda está en manos del fiscal Horacio Vázquez. Por ahora, no hay imputados ni detenidos, pero se analizan cámaras de seguridad y testimonios que puedan reconstruir las últimas horas de la joven.
Los restos fueron encontrados por partes: primero los brazos, luego las pantorrillas y los pies. Todos en bolsas de consorcio, en la zona entre El Tropezón y el estadio Kempes.
Los cortes fueron precisos, según peritos. Podrían haberse cometido con cuchilla, no con herramientas eléctricas. Se sospecha que hubo conocimiento anatómico.