La Justicia australiana declaró culpable de asesinato a Erin Patterson, de 50 años, por envenenar fatalmente a los padres y a una tía de su esposo, con una comida preparada a base de hongos venenosos.
Este caso, que ha acaparado la atención internacional por su naturaleza espeluznante y los giros del juicio, culminó en un veredicto que la condena por los asesinatos de su suegra Gail Patterson, su suegro Donald Patterson, y la hermana de Gail, Heather Wilkinson, así como por el intento de asesinato de Ian Wilkinson, esposo de Heather.
El trágico suceso tuvo lugar en julio de 2023 en la residencia de Patterson en Leongatha, una localidad australiana de aproximadamente 6.000 habitantes, situada a unos 135 kilómetros al sudeste de Melbourne.
El almuerzo, que comenzó con una oración y conversación animada entre los familiares de su esposo Simon (de quien Patterson estaba separada pero legalmente casada), terminó con la muerte de tres de sus invitados en el transcurso de una semana.

El plato central que se sirvió fueron unos lomos a la Wellington individuales, acompañados de una salsa con hongos picados.
La acusación sostuvo que los hongos utilizados eran Amanita phalloides, conocidos como el “hongo de la muerte”, considerado uno de los más letales del mundo.
Estos hongos son fácilmente confundibles con variedades comestibles y, aparentemente, poseen un sabor dulce que enmascara su potente toxicidad.
El veneno invadió rápidamente los cuerpos de los comensales, desencadenando efectos devastadores que llevaron a la muerte de Don, Gail y Heather en el plazo de una semana.
El especialista en cuidados intensivos, Stephen Warrillow, testificó durante el juicio que las víctimas “no podían haber sobrevivido”.
La estrategia del engaño
Durante el juicio, que se extendió por más de dos meses y generó un enorme interés mediático, la fiscalía, liderada por la abogada Nanette Rogers, presentó un argumento contundente: Erin Patterson había preparado la comida con la intención de matar.
La fiscalía delineó una “estrategia del engaño” empleada por Patterson para perpetrar los crímenes:
- Falso diagnóstico de cáncer: La acusada invitó a sus comensales bajo el pretexto de anunciarles un supuesto diagnóstico de cáncer y pedirles consejo sobre cómo comunicárselo a sus hijos. Sin embargo, no se encontró ninguna prueba de tal diagnóstico médico, lo que la fiscalía calificó como una mentira para atraer a sus víctimas a la mesa.
- Simulación de enfermedad: Patterson mintió al afirmar que también se encontraba enferma a causa de la comida, una táctica, según la acusación, para desviar sospechas.
- Operación de encubrimiento: Una vez que la policía inició la investigación, Patterson se embarcó en una operación de encubrimiento, intentando destruir pruebas y mintiendo a las autoridades.
Además, los investigadores encontraron otras pruebas que sugerían premeditación, como el hecho de que Patterson enviara a sus hijos a ver una película antes de la llegada de los invitados, por qué agregó hongos secos adicionales de su despensa a la receta, por qué ella no se enfermó de la misma gravedad que los demás comensales, y por qué desechó un deshidratador de alimentos después de las muertes, negando haber poseído uno.

Una fotografía sin fecha, proporcionada por la Corte Suprema de Victoria, mostró platos con muestras anotadas de la comida de Beef Wellington condimentada con hongos tóxicos.
La versión de la condenada
Por su parte, Erin Patterson, madre de dos hijos, sostuvo durante todo el proceso que las muertes fueron accidentales y sus abogados describieron lo sucedido como un “terrible accidente”.
En su defensa, Patterson alegó que el plato había sido envenenado accidentalmente con los hongos venenosos.
La acusada también relató ante el tribunal su lucha de toda la vida contra su peso, un trastorno alimentario y su baja autoestima, emocionándose con frecuencia al hablar del impacto de la comida en la familia Patterson y en sus hijos.
Según su testimonio, había mentido sobre su cáncer no como parte de un plan asesino, sino por vergüenza de someterse a una operación de adelgazamiento y por buscar ayuda para decírselo a sus hijos.
Respecto a por qué no se enfermó tanto como los demás, argumentó que vomitó después de la comida debido a su trastorno alimenticio. Patterson fue la única testigo en su defensa y pasó ocho días en el estrado, cinco de ellos bajo interrogatorio.
Sus abogados argumentaron que no tenía motivos para cometer los crímenes, destacando que se había mudado recientemente a una casa nueva, gozaba de una situación financiera cómoda, tenía la custodia exclusiva de sus hijos y estaba a punto de comenzar a estudiar una carrera en enfermería y obstetricia.

La fiscalía, aunque no ofreció un motivo claro para los asesinatos, señaló las tensas relaciones entre Patterson y su esposo separado, así como la frustración que ella había sentido hacia sus padres en el pasado.
Un caso de interés mundial
El jurado, compuesto por 12 personas (siete hombres y cinco mujeres), se retiró el 30 de junio y tardó una semana en llegar a un veredicto.
Los veredictos de culpabilidad, que debían ser unánimes, indicaron que los jurados rechazaron la defensa de Patterson, concluyendo que envenenó a sus invitados a propósito.
La acusada, que se sentó en el banquillo entre dos agentes penitenciarios, no mostró emoción mientras se leían los veredictos.
Patterson enfrenta ahora una cadena perpetua, aunque aún no se ha programado una fecha para la audiencia de sentencia.
El juicio, que duró 10 semanas y se celebró en Morwell, despertó un enorme interés en todo el mundo. Medios de comunicación locales e internacionales acudieron al Tribunal de Magistrados de Latrobe Valley, donde se desarrolló el proceso.
El podcast diario de la cadena estatal ABC sobre el caso se convirtió en uno de los más populares en Australia durante el juicio, y ya se encuentran en producción varios documentales sobre el suceso.
Tras el veredicto, los familiares de las víctimas declinaron hacer declaraciones, solicitando privacidad. Una amiga de Erin Patterson, visiblemente emocionada, comentó a los periodistas al salir del tribunal: “Estoy triste. Pero así son las cosas”.
Dada la duración y complejidad del caso, el juez Christopher Beale otorgó a los miembros del jurado una dispensa especial para evitar ser convocados a jurado durante los próximos 15 años