Por años, el hombre supo crecer en su carrera, moverse y tejer una red de contactos tanto en su ambiente como en el poder judicial y hasta político de Córdoba. Ese accionar le permitió llegar finalmente a ser uno de los subjefes de la Policía de Córdoba. Sin embargo, cuando todo hacía presumir que su carrera se tornaba imparable, las cosas cambiaron para mal.
El comisario general Alejandro Eduardo Mercado fue detenido por la propia Policía en septiembre de 2024. Lo atrapó una comisión de uniformados en la puerta de su casa, en La Calera, cuando se iba a trabajar.
Un fiscal, Ernesto Gavier, de Delitos Complejos de Córdoba, lo acusaba de haberle dado protección a una supuesta banda dedicada a un gran negocio delictivo de estos tiempos: la reventa de celulares robados. Un fastuoso negocio alimentado por el robo sistemático de aparatos sin fin en barrios de Córdoba.
Robos que han terminado, muchas veces, en graves hechos de sangre.
La detención de Mercado representó una bomba en la Jefatura de Policía de Córdoba. Su caída representó un verdadero terremoto que se hizo sentir hasta en el Panal.
A las horas, lo echaron de la fuerza.
Junto con él cayeron su subordinado y amigo, el comisario Cristian Cabrera, del Departamento Brigadas Civiles; otra subcomisaria; un ayudante fiscal, y varios miembros de la familia Monge, acusados de la reventa de celulares robados.

A fines de 2024, Gavier les dictó la prisión preventiva a todos.
En las últimas horas, ocho meses después de aquel sismo, volvió a producirse un fuerte cimbronazo.
Tras analizar apelaciones, el juez de Control 1, Milton Peralta, ratificó la investigación de Gavier, confirmó que nadie deja la cárcel y complicó la situación de todos, sobre todo del exsubjefe Mercado.
Los acusados quedan más cerca de ser enviados a juicio por parte de la fiscalía, aunque les queda aún la instancia de apelar las preventivas a la Cámara de Acusación.
Eso sí, el juez discrepó del fiscal y señaló que, a su entender, Mercado no era el presunto “jefe” de la asociación ilícita, sino que un supuesto miembro. Dijo el juez que el presunto jefe, para él, era Cabrera.

“Cobertura policial”
Todo se destapó, según el expediente de Mercado, en el marco de un juicio a un vendedor de celulares robados en Córdoba en 2023.
Este hombre estaba vinculado a una familia de apellido Monge, la cual explotaba un importante local céntrico de venta de teléfonos en el Centro que, para la Justicia, eran robados.
El condenado, Víctor Farías, dijo ante el tribunal que, en el negocio dónde él trabajaba, solía ir un comisario a menudo y les daba “protección”. Sin titubeos apuntó al comisario Cabrera, de Brigadas Civiles.
Indicó que ese jefe incluso les “alertaba” antes de que se hicieran allanamientos por celulares robados.
Farías fue condenado y la Cámara 8ª remitió sus dichos a la fiscalía de Gavier, quien inició una pesquisa.
Con su equipo, el instructor comenzó a indagar por su lado en la situación de los Monge y, en paralelo, en la del comisario Cabrera.
Cabrera dependía de la Dirección General de Investigaciones Criminales, pata clave en el organigrama policial, que en aquel momento estaba a cargo del comisario general Mercado.
Tras una pesquisa centrada en testimonios y cruces telefónicos, la fiscalía comenzó a cercar a los Monge.
En ese marco, los investigadores determinaron algo llamativo: tras un operativo por robo de celulares, Cabrera mantuvo contactos con Mercado y se decidió emitir un comunicado trucho a la prensa con la intención de dejar fuera de sospecha a los Monge.
Un comisario en la “cueva”
Pero fue en febrero de 2024 cuando se produjo un hecho trascendental: personal policial allanó una presunta “cueva” de los Monge en el Centro de Córdoba, donde se vendían dólares además de celulares.
En ese operativo, los detectives se paralizaron al toparse con el mismísimo comisario Cabrera.
Él no participaba del operativo. Estaba de civil, sin arma, del otro lado del mostrador y sin poder justificar qué hacía en ese lugar.
Si bien no fue detenido, quedó en pasiva. Fue la antesala al sismo.
En ese 2024, ya había nuevas autoridades en la Policía y en el Gobierno, y Mercado había sido nombrado como uno de los subjefes policiales.
Gavier puso toda su atención sobre Cabrera y descubrió que este, en vez de notificar lo que le había pasado a sus superiores directos, “puenteó” a todos e intentó comunicarse con el mismísimo Mercado.
Para la fiscalía, entre ambos existía una amplia amistad que iba más allá. Para el fiscal, Cabrera intentaba buscar un salvoconducto para zafar.
Las cosas se pusieron más grises cuando el propio subjefe Mercado, con conocimiento de la pesquisa de Gavier, comenzó a hacer consultas insistentes y pedidos en altos niveles policiales para que Cabrera dejara la pasiva y volviera a trabajar, siempre según la causa.
Luego, ante lo evidente de su accionar, mandó a su secretario a que consultara. No sólo era presión. Además, según el fiscal, quería saber hasta dónde avanzaba la pesquisa.
Para Gavier, estas maniobras de Mercado tenían dos posibilidades concretas: por un lado, lograr que Cabrera volviera a trabajar y no dijera nada, y, por el otro, si es que no volvía, que tampoco abriera la boca, siempre según la causa.
A todo esto, Gavier ya había puesto sus sospechas sobre Mercado tras hallar mensajes de celular comprometedores con Cabrera, a quien incluso le pedía que le comprara cientos de dólares en la “cueva”.
Otros mensajes llamativamente fueron borrados.

Indicios tras indicios
El fiscal entendió que el clan Monge se dedicaba presuntamente a la venta de celulares robados y a la compraventa de dólares, entre otros negocios, y contaba con la presunta cobertura del comisario Cabrera, que evitaba allanarle o avisaba cuando se enteraba de algún operativo.
Todo esto no podía haber sido así sin el presunto conocimiento de Mercado, cuando era jefe de Investigaciones, según la fiscalía.
Los indicios del fiscal contra Mercado son estos: era amigo de Cabrera, le pedía favores como la compra de dólares en la “cueva”, habría operado para que se emitiera un parte falso de un operativo para salvar a los Monge, siempre mantuvo contactos con Cabrera y los interrumpió de manera abrupta y, ya como subjefe de Policía, intentó por varios medios que aquel volviera a trabajar.
Gavier llegó a exponer en la causa que Mercado y Cabrera poseen el “conocimiento necesario para desarrollar conductas ilícitas procurando evitar dejar rastros o pruebas que los incriminen”.
Mercado, por ahora, mantiene silencio. Su defensa viene cuestionando la pesquisa y de manera infructuosa intenta su libertad.
Esta situación ya fue descartada por la fiscalía, que entiende que hay un serio riesgo procesal si se dictan excarcelaciones.
Según el fiscal, Mercado, desde su cargo en Investigaciones Criminales, “se comprometió a dar cobertura y protección a la banda, aporte que se llevaría a cabo a través del incumplimiento de su deber de perseguir el delito y por intermedio de Cabrera” (…)”. Además, acusó al propio Cabrera de “dar cobertura y protección” a la banda, al tiempo que lo señaló de haber desplegado “la misma actividad ilícita” que los restantes “miembros de la organización”.
Recientemente, el juez de Control Nº 1, Milton Peralta, ratificó la acusación contra Mercado y compañía. Entre los “civiles”, sobresale Roberto Monge, sindicado de haber sido el supuesto jefe del “clan” Monge.
Sin embargo, el juez entendió que Mercado no era “supuesto jefe”, sino “un miembro” más, y puso todo el peso sobre Cabrera por la presunta asociación ilícita.