Eran las 9.30 del martes, cuando Marcelo Eduardo Macarrón entró a la sala de audiencias de los Tribunales de Río Cuarto. Llegó acompañado de sus hijos Facundo y Valentina.
El viudo de Nora Dalmasso llegó serio, con gesto adusto y se sentó en el banquillo de los acusados. El mismo en el que se sentó el pasado lunes 14 de marzo, cuando comenzó a ser juzgado como supuesto instigador del asesinato de su esposa, el 26 de noviembre de 2006,
Dentro como fuera de los Tribunales había una enorme expectativa.
Los familiares del acusado se ubicaron en el ala izquierda de la sala de audiencias.
Adelante, a un costado del tribunal y de los jurados populares, quedó el viudo junto a sus abogados defensores Marcelo Brito, Cristian Ayán y María de los Ángeles Mussolini.
Antes de que iniciara la audiencia, Macarrón se fundió en un abrazo con Juan Dalmasso, el hermano de Nora; y otros familiares.
Luego, se procedió a comunicar que uno de los integrantes del jurado popular -de los ocho titulares-, había sido reemplazado por uno de los suplentes tras sufrir un ataque de pánico.
Una vez superada esa situación, el fiscal de Cámara, Julio Rivero, comenzó su alegato. El reloj marcaba las 9.45.
En el recinto hubo periodistas, fotógrafos y familiares.
Fue la primera vez que todos pudieron estar en un mismo espacio físico, justo en la última semana del juicio.
Cuando se inició el proceso, en marzo de este año, se habían registrado inconvenientes.
Por decisión de los jueces técnicos, y para resguardar a los testigos, no se permitió ingresar con teléfonos celulares a los periodistas para hacer la cobertura.
La alocución de Rivero se extendió por casi tres horas.
En medio de una gran expectativa, hizo mención a varias cuestiones procesales. A medida que avanzaba, el clima en el recinto iba cambiando.
Recién al filo del mediodía, el acusador abrió la posibilidad real de no acusar a Macarrón y que el juicio terminara el mismo día.
“No puedo sostener que la mató un sicario. No porque no hay prueba sino porque hay prueba de que fue consentido. El sexo consentido hecha por tierra un acuerdo criminal”, dijo Rivero, ante la escucha atenta de los presentes.
Minutos después, Rivero lo materializó en palabras: “Soy un fiscal íntegro y no un fiscal dañino. Voy a pedir la absolución”, expuso, y agregó: “Sería irresponsable, oportunista y cobarde acusar”.
Eran las 12.35 del martes cuando el representante del Ministerio Público Fiscal concluyó su alegato y pidió la absolución.
El viudo se emocionó y sus hijos, Facundo y Valentina, que lo custodiaban a metros de donde estaba, se acercaron para abrazarlo.
Juan Dalmasso también se emocionó en el recinto.
Cuarto intermedio y sentencia
Tras un cuarto intermedio, la audiencia se reanudó a las 13.30 con el alegato del defensor del viudo, el letrado salteño (criado en Jujuy y formado en Córdoba) Marcelo Brito.
El exfiscal General de la Provincia se extendió una hora y media.
Brito hizo una fuerte crítica a los fiscales de instrucción Javier Di Santo (el primer acusador del caso) y Luis Pizarro (quien mandó a juicio a Marcelo Macarrón).
“Pisotearon la escena del crimen. Javier Di Santo dejó en manos de inexpertos la investigación”, enfatizó.
Y añadió: “La suma de la ignorancia y la negligencia son el sustento de todos los fracasos investigativos”.
También tuvo fuertes palabras para con el rol de la prensa y los medios de comunicación.
A las 15, terminó sus conclusiones.
El presidente del tribunal, Daniel Vaudagna, le quiso ceder la palabra a los hijos de Macarrón, pero estos no quisieron hablar.
El viudo dijo en un breve contacto con la prensa que es “inocente” y agradeció “a todos”.
Tras un nuevo cuarto intermedio, a las 16.30 se reanudó la audiencia para darle el cierre final.
Macarrón miraba los mensajes que le llegaban a su celular.
De pronto, recibió un audio. Lo escuchó y sonrió por primera vez.
A los pocos instantes, la secretaria de la Cámara 1ª del Crimen de Río Cuarto comenzó a leer el fallo.
Absoluto era el silencio en la sala de audiencias.
Cuando escuchó que efectivamente había quedado absuelto de culpa y cargo, Macarrón respiró hondo.
El reloj marcaba las 16.50. Detrás, sus hijos no dejaban de mirarlo.
Cuando la lectura del fallo terminó, el juez Vaudgna tomó la palabra: “El juicio ha terminado”.
Macarrón se levantó y se fundió en un abrazo con sus dos hijos. Volvió a emocionarse. Luego, ante una nube de fotógrafos y camarógrafos y periodistas que le pedían nota, abrochó su tapado oscuro y se marchó de la sala sin hablar. Se fue como llegó. Junto a sus hijos.
