Hay un revuelo en la zona del Valle de Punilla tras conocerse este martes la detención de tres sospechosos, entre ellos una mujer, que habrían participado en el violento robo al panadero Carlos Caballero, quien murió tras una golpiza. El violento episodio sucedió días atrás en Santa María de Punilla.
La fiscal Paula Kelm, de Cosquín, ordenó los operativos, tras obtener importantes avances en la investigación que encabeza.
Los tres detenidos, todos mayores de edad, fueron imputados por “homicidio en ocasión de robo”, un delito que se castiga con prisión de 10 a 25 años. Se encuentran detenidos en la ciudad de Córdoba, según confirmaron desde la fiscalía.
Todo sucedió el miércoles 22 de noviembre a las 21 cuando al menos dos delincuentes encapuchados y armados entraron al inmueble de Caballero en calles Dorrego y Santos Vega, en Santa María de Punilla, y redujeron con violencia a Caballero y a su esposa, María Maldonado (60).
Los ladrones buscaban una fuerte suma de dinero. Tras golpear y maltratar al hombre, se hicieron de una suma millonaria y escaparon.
Caballero murió finalmente.
Desde las primeras horas que sucedió todo, los cuerpos investigativos comenzaron a sospechar lo peor: detrás del crimen podría emerger una imbricada trama de traición.
Las miradas apuntan a una mujer que trabajaba como empleada del negocio. Lo que se cree es que esta persona se fue ganando la confianza de su patrón, quien la había contratado hacía poco tiempo. Ese trabajo surtió efecto y la persona sospechosa habría ganando responsabilidades, de acuerdo a la sospecha judicial.
Esta posición de privilegio le habría dado acceso a detalles muy puntuales sobre el funcionamiento integral del negocio, según se investiga en la fiscalía. Esos datos estaban en manos de los dos ladrones que el miércoles pasado, a las 21, ingresaron encapuchados, armados, para cometer el ilícito.
Identificación de los sospechosos
La acusación de la Justicia está respaldada por una compleja investigación, rápida también, que se sirvió no sólo de las cámaras de la panadería.
Los pesquisas recurrieron a un gran número de imágenes tomadas por cámaras de seguridad ubicadas en la vía pública, en domicilios de proximidad y en otros locales comerciales. Hasta la oficina de Kelm llegaron numerosos testigos. Los aportes de los empleados que sufrieron el robo habrían sido esenciales.
Según se desprende de las pruebas reunidas, los ladrones tenían un conocimiento pormenorizado de los nombres de cada empleado y cada responsable del comercio. También conocían dónde se guardaba el dinero. Tenían detalles sobre los horarios de los empleados y demostraron un conocimiento acabado sobre cada movimiento que solía ocurrir dentro de la panadería.
Además, sabían cuáles eran las cámaras y dónde estaban ubicadas.
Por eso las imágenes que podían aportar las imágenes tomadas en el comercio no fueron de gran importancia.
Los delincuentes se habían cubierto bien las espaldas.
Pero no contaban con la expansión de la mirada que sobrevino después.
La mirada fue la de los investigadores, que comenzaron a relacionar imágenes tomadas en la fecha del ilícito con otras que habían sido cazadas en jornadas anteriores.
Alguien advirtió que había encontrado una relación entre una trabajadora de la panadería y otra persona con antecedentes delictivos en Rosario. Ese delincuente tendría vínculos con los ladrones que se pudieron identificar en la panadería.
Todas las piezas se fueron encastrando para que la fiscal pueda obrar, también sin dudarlo, en el sentido de las detenciones logradas este martes.
En la fiscalía creen que tienen a los autores del violento robo en el que Caballero fue maniatado, amordazado y golpeado, para finalmente hacerse de dos millones de pesos y 320 dólares, entre otros elementos.
Antes de marcharse uno de ellos golpeó al panadero en la cabeza con un arma. La víctima fue llevada al hospital y murió infartado.
La causa prosigue.
