Tras los dos escopetazos que el pasado martes intentaron desestabilizar la realidad ya compleja que se vive en las casitas del cura Mariano Oberlin en la zona de Campo de la Ribera, este jueves la conmoción y el dolor se habían convertido en fortaleza en ese castigado punto de la zona sudeste de la ciudad de Córdoba.
Numerosos vecinos, miembros de redes barriales, de organizaciones, de entidades e instituciones del lugar se arrimaron a dar su apoyo al cura hasta el portón enrejado que, sin hacerlo del todo, separa al resto del territorio del trabajo que realiza con los pibes. Justamente, “los chicos del Mariano”, como se los conoce en la zona, fueron los primeros en salir a “bancarlo” desde aquel Centro de Acompañamiento Comunitario Mundo Müller.
Entre gestos de bronca y preocupación, pidieron que haya soluciones más efectivas y mayor seguridad en la zona. “Todos los días ponemos nuestra voluntad para salir de esta pelea compleja, que es recuperarnos de las drogas. Es hora de que ellos, los que tienen que garantizar las cosas, hagan esto por nosotros”, pidió uno de los chicos que este jueves volvió a encender los motores de la fábrica de reciclaje de plástico para “laburar y no bajar los brazos”.
Hasta ese mismo punto de la ciudad también llegaron referentes sociales, directivos de las escuelas de la zona, personal que realiza actividades en el Sitio de la Memoria de Campo de la Ribera, entre otros actores barriales.
“El barrio vino a hacer lo que Mariano hace cada día con nosotros: estamos acá abrazándolo”, expresaron.
En tanto, el secretario de Seguridad de la Provincia, Claudio Stampalija, se juntó con Oberlin durante la mañana del jueves. Tuvieron un diálogo a puertas cerradas. A las pocas horas, el cura contaba con un custodio de la Policía.
Las autoridades buscan ahora colocar un domo policial en las inmediaciones de las casitas mientras una brigada de investigadores busca a los autores de los escopetazos.
Desde adentro: ¿cómo fue el ataque a las casas donde viven los chicos que se recuperan de las drogas?
Los jóvenes que trabajan para salir de las drogas repasaron aquel momento sórdido del cual ahora se están reponiendo.
“Es una cagada pero no estamos juzgando al que tiró. Nosotros hemos sido ese tipo. Nosotros hemos sido los hijos del narco, los pibes sin realidad y la juventud sin salida. Si ya nos pasó, por qué no entender a un tipo que hace semejante cosa”, planteó uno.
Otra voz se sumó a la conversación y contó detalles del momento: “Estábamos saliendo de las casitas con ella (señalando a una compañera) y sentimos dos estruendos. A veces se escucha algo parecido con los caños de las motocicletas, pero esto era otra cosa”, recordó.
“¿Y si mataban a uno? ¿Qué pasaba si hoy había que contar que teníamos un muerto en lo del Mariano? Esto fue un mensaje para él que nunca baja los brazos. Nosotros tampoco vamos a bajar los brazos y vamos a seguir laburando”, mencionó.
El intercambio de opiniones continuó ese rumbo.
El camino de los chicos que “alguna vez perdieron el camino” y hoy lo volvieron a encontrar. “Todo esto es gracias a Mariano. Y hoy él está al pie del cañón. Esto no lo va a tirar, lo va a hacer más fuerte”, deseó uno de ellos.
No obstante, el grupo se mostró preocupado.
“Si bien no queremos juzgarlos, esto no puede pasar acá. Esta casa es abierta y el día de mañana, ese que disparó puede necesitar el espacio. Por eso acá nos cuidamos entre todos”, expresó otro joven.
También destacaron el cambio que produjo en la zona la obra del religioso y pidieron a la comunidad que se valore todo aquello.
“Antes, nadie te escuchaba. A este lugar venimos a construir los cimientos para ser alguien en la vida. Para volver a vivir. No tienen que disparar contra eso. ‘Tienen que estar bobinas’”, razonó un muchacho.
Así, con ese tono, los jóvenes volvieron a pedir que cesen los hechos de inseguridad que castigan a la zona.
El apoyo de la comunidad hacia Oberlín y un pedido contra la inseguridad
En tanto, integrantes de distintas organizaciones e instituciones también se refirieron a estos hechos.
“Hoy todo Córdoba tiene que estar con Mariano. Porque los homenajes a la gente que hace algo bien por el mundo hay que hacerlos en vida. Y no podemos permitir que pasen estas cosas”, sostuvo Irma Casas, integrante de la Mesa de Trabajo por los Derechos Humanos.
También hablaron exdirectivos del Centro de la Memoria que funciona a metros de “las casitas” de Campo de la Ribera. “Esto era una zona de nadie hasta que llegamos, casi al mismo tiempo, con Mariano. No permitamos que vuelva a convertirse en eso. Cuidemos todo esto”, dijeron.
Lo mismo sostuvieron otras autoridades y referentes del sector. Eso sí, de manera invariable pidieron “no aparecer en fotos ni con sus nombres”.
“Acá hay muchísimo temor. En estos barrios te matan por caminar por donde no tenías que entrar, porque justo estaban fumando paco. Sí, paco, el veneno que se fuma en puntos muy particulares y que todos conocen”, advirtió una fuente.
“El único lugar, que con sus complejidades y todo funciona para que unos 20 vivos no impongan la violencia y la muerte, es aquellos sitios donde trabaja Mariano. Y el resto de los espacios barriales también sirven, pero no tienen esa dimensión. Esto fue un mensaje”, dijeron.
Así respondió el entorno del párroco que dedica sus días, sus conocimientos en el oficio de la carpintería y sus creencias religiosas a mantener viva la ilusión de los pibes que fueron ganados por el consumo. Lo hizo con un abrazo colectivo para cuidar a su cura.
