A siete meses del brutal asesinato de Hilda Luisa Zoia, de 79 años, en su casa de Oncativo, la causa judicial que lo investiga dio otro giro inesperado.
Lo que en un primer momento parecía resuelto con la detención de un joven de 24 años, oriundo de Santiago del Estero, terminó destapando una trama mucho más compleja que incluyó amenazas, abusos y un intento deliberado de incriminación, siempre según la investigación que lleva adelante la fiscalía de Río Segundo.
Zoia fue hallada muerta el 24 de agosto de 2024 por uno de sus hijos, quien se había preocupado tras varios intentos fallidos por comunicarse con ella.
Al ingresar a la vivienda, la encontró tendida en el piso. Aunque en un primer momento se creyó que se había tratado de una caída, la autopsia reveló que la mujer había sido estrangulada mecánicamente.
La investigación, liderada por la fiscal Patricia Baulies, avanzó rápidamente con la detención de Romina Paola Ledesma. La mujer, de 39 años, tenía acceso a la casa y era vecina de la víctima.
A fines de noviembre se le concedió la prisión domiciliaria por tener a su cargo una hija pequeña con problemas de salud. Luego fue liberada, sólo por algunas horas, y nuevamente detenida.
Semanas después, investigadores del Departamento Homicidios de Córdoba, en conjunto con efectivos de la comisaría de Oncativo y de la Policía de Santiago del Estero, detuvieron en la localidad de Bandera Baja a un joven que había vivido junto a la casa de Zoia. Las pruebas parecían irrefutables: su ADN había sido encontrado en la escena del crimen, en particular en la ropa interior de la víctima, y también había rastros de su sangre.
Con su captura, se creyó que el caso estaba resuelto.
Pero el testimonio del propio trabajador golondrina detenido, sumado a nuevas pruebas y reconstrucciones judiciales, cambió por completo la dirección de la causa.
Un plan siniestro para incriminarlo
Según la sospecha ahora de la fiscalía, el joven habría sido obligado a participar en la escena del crimen luego de que la víctima ya estuviera muerta.
“Fue amenazado con un arma, golpeado con la culata en la nuca y forzado a desnudarse y eyacular sobre el cuerpo de la víctima”, reveló un investigador que participó de la reconstrucción del caso.
Durante ese sometimiento, también sufrió un raspón que dejó rastros de su sangre en el lugar.
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Según el expediente, la intención de quienes lo forzaron era clara: incriminarlo.
“Decía que había sido él y agachaba la cabeza”, relató una fuente judicial, que explicó que en ese momento no creían su versión. Mientras, su pareja insistía en su inocencia. El joven santiagueño no tenía antecedentes penales y era considerado una persona tranquila.
La reconstrucción judicial confirmó detalles que los investigadores intuían: que fue forzado a acostarse con la víctima muerta, que la mujer antes detenida –Romina Ledesma– participó activamente en la escena y que habría sido sometido por la pareja de Ledesma, de acuerdo a la hipótesis de la fiscalía.

Ante estos nuevos elementos, la fiscal Baulies ordenó su liberación y se encuentra en proceso un pedido de sobreseimiento, al considerar que el joven fue víctima de abuso sexual y manipulación por parte de los verdaderos responsables.
Los nuevos acusados: una pareja bajo la lupa
Con este extraordinario vuelco, la investigación apuntó contra la pareja de Ledesma, un hombre de apellido Ríos quien, según creen, habría ideado todo para encubrir el crimen que habría cometido junto con ella.
Ambos están ahora detenidos y enfrentan cargos por el asesinato de Hilda Zoia y también por el abuso sexual del joven santiagueño, a quien habrían utilizado como chivo expiatorio.
Respecto al móvil del crimen, las dudas persisten. Si bien se habló inicialmente de un robo, hay quienes creen que Zoia sorprendió a los acusados dentro de su vivienda y que podrían haber estado ocultando algo allí. “Quizás escondían algo y ella los descubrió”, deslizó un investigador.
El caso sigue su curso. La Fiscalía ultima detalles para elevar la causa a un juicio oral que promete detalles espeluznantes.