Por fuera de cualquier consideración de contexto económico, de crisis recesiva o inflación global como no sucedía hace décadas, los despidos en Twitter tienen las particularidades que les imprime Elon Musk. Cuando el dueño de Tesla y SpaceX, hoy la persona más rica del planeta, cerró la compra de la red, estaba poniendo el punto final a una adquisición polémica, al tiempo que dejaba entrever que la controversia sería su forma de imponer algo parecido a un “liderazgo” en la empresa.
En las declaraciones iniciales, dijo que iba a echar al 75% de los empleados de la red social, para desmentirlo luego. El plumazo finalmente borró al 50% de la plantilla. La siguiente bravuconada fue deshacerse de la junta directiva y volver a la compañía “privada” (en Estados Unidos, si no cotizan en bolsa, las empresas tienen que rendir muchísimas menos cuentas y pueden ser menos transparentes).
Twitter, con Elon Musk
Por supuesto que, si alguien pensaba que luego de eso el magnate sudafricano buscaría bajar el perfil, se equivocó. Ni siquiera el éxodo de buena parte de los anunciantes más importantes, marcas que engrosaron los 5.000 millones de dólares que Twitter facturó en concepto publicidad solo en el tercer trimestre de este año, le hizo reconsiderar algunas de sus medidas, como el hecho de convertir la verificación de cuentas en un proceso que dependerá del pago de una suscripción mensual.
Pero además de eso, blandiendo la amenaza de más despidos como flexibilizador de hecho de las condiciones laborales que piensa imponer, consiguió que más empleados que habían sobrevivido a la purga inicial –por lo que se supone que eran valiosos– renuncien.
¿Cómo lo hizo? El jueves pasado fijó plazo hasta las 17 (hora del este) para que todos los empleados respondieran “sí” en un formulario de Google si querían quedarse para lo que él llama “Twitter 2.0″; de lo contrario, ese sería su último día de trabajo y recibirían una indemnización por despido.
¿De qué se trata el modo “Twitter 2.0″ que propone Musk? Trabajar “largas horas” a una “alta intensidad” y ser “extremadamente duros”, al punto de directamente dormir en el lugar de trabajo. Una vez que se cumplió el plazo, hubo cientos de empleados que comenzaron rápidamente a publicar mensajes de despedida y emojis de saludos en el Slack de Twitter, anunciando que habían dicho que no al ultimátum.
También hubo empleados e ingenieros que se enteraron por una respuesta de Musk a un tercero que habían sido despedidos.
Para más de un analista y consultor en negocios y tecnología, la red social por la que Elon Musk pagó 44 mil millones de dólares tiene futuro incierto y pronóstico reservado, ya que hoy vale 3 mil millones menos. Para el resto, los que no entendemos tanto de negocios, en la humanidad del hombre más rico del mundo conviven también la del hombre más prepotente y odiable del planeta.
