Durante siglos, el ave del paraíso macho (lophorina superba) fascinó a biólogos, documentalistas y amantes de la naturaleza por su plumaje impactante y el complejo ritual de cortejo que realiza en los bosques de Nueva Guinea, al norte de Australia. Este comportamiento, que combina orden, color y movimiento, volvió a llamar la atención del público tras viralizarse en un video compartido por la cuenta @segun.la.ciencia en Instagram.
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El fragmento formó parte de la serie de Netflix “Nuestro Planeta”, estrenada en 2019, y se centró en la serie de pasos que el ave ejecuta para atraer a la hembra: limpieza minuciosa, decoración llamativa y una danza hipnótica.
Limpieza obsesiva, pero con sentido evolutivo
El ritual comenzaba mucho antes de que la hembra apareciera. El macho seleccionaba un sector del suelo dentro de su territorio y lo limpiaba con dedicación extrema: quitaba hojas secas, ramas, piedras y cualquier objeto que interrumpiera la armonía visual. Incluso, usaba piel de serpiente para frotar el área.
Investigadores aseguraron que esta conducta cumplía un rol tanto higiénico como estético, y que era parte de un proceso natural de selección sexual, donde solo los machos más meticulosos lograban destacarse.
Con el espacio ya despejado, el ave decoraba el lugar con elementos vistosos: frutos rojos, pétalos o restos vegetales, dispuestos estratégicamente para generar impacto visual. Esta acción, además de embellecer, demostraba habilidad para recolectar y ordenar recursos.
La combinación entre estética y funcionalidad fue estudiada por medios como National Geographic y la BBC, que la describieron como una forma de arte natural con alto valor biológico.
La danza que lo cambia todo
Una vez preparado el escenario, el macho iniciaba su baile. Con movimientos medidos, saltos laterales, giros y vibraciones del plumaje iridiscente, buscaba llamar la atención de su potencial pareja. El despliegue físico se acompañaba con sonidos suaves y repetitivos, generando un estímulo multisensorial.
Cuando la hembra se acercaba, el macho intensificaba cada gesto. No había margen de error: ella analizaba cada detalle antes de tomar una decisión. En este tipo de cortejo, cada segundo contaba.
Este ritual tenía lugar en los densos bosques montañosos de Nueva Guinea, donde la competencia por el apareamiento era altísima. Las condiciones del hábitat favorecieron la evolución de conductas cada vez más refinadas, y convirtieron al ave del paraíso en un ícono de la selección sexual en la naturaleza.