El siguiente relato forma parte de una de las tantas leyendas de Córdoba que se han transmitido de generación en generación.
La historia de La Novia de la Laguna
El Cerro Champaquí, coloso de piedra que se yergue en el corazón de las Sierras Grandes cordobesas, no solo domina el paisaje con su imponente presencia, sino que esconde en sus entrañas una leyenda de amor y tragedia: la historia de la Novia de la Laguna, un “espectro fantasmal” que dicen se aparece en las alturas, cautivando a quienes se atreven a contemplar la magnificencia del atardecer desde su cima.
En la cumbre, donde el cielo se funde con la tierra, se encuentra una laguna circular, un ojo de agua cristalina que refleja la grandeza del cielo. Es allí donde, al caer el sol, la magia cobra vida. Un suave vapor se alza desde las aguas, teñido por el ocaso en una danza de rojos y dorados, y de entre las brumas “emerge una figura etérea”.
Algunos la describen como una joven de cabellos rubios, envuelta en un tul blanco y anaranjado que ondea al compás del viento. Otros hablan de un hada de belleza sobrenatural, cuyos movimientos son tan ligeros como el humo que la envuelve. Pero todas las versiones coinciden en la tristeza que emana de su figura, un dolor profundo que conmueve a los afortunados - o desafortunados- que presencian su aparición.
Las leyendas locales narran la trágica historia de esta “alma en pena”. Se dice que la Novia de la Laguna fue una joven cautiva, raptada por un poderoso jefe indígena que la llevó a su fortaleza en las laderas del Champaquí. Desde su atalaya en las alturas, este cacique, cuyo nombre se ha perdido en la noche de los tiempos, dominaba toda la región, observando el ir y venir de las tribus desde la seguridad de su cueva en la roca viva.
En una de sus incursiones al otro lado de la Sierra de los Comechingones, raptó una muchacha rubia de rara belleza, de raza blanca, y la llevó a su refugio.
“… las expediciones de los españoles para rescatar la chica fracasaron, pues la abrupta montaña no les daba paso, que sólo se flanqueaba por tres peligrosos desfiladeros: la cuesta de las cabras, la quebrada del tigre y la cuesta de las totoras… no estaban resignados a perderla y en su angustia en la esperanza de verla, miraban al Cerro. Sólo en los atardeceres sin niebla, luminosos, creían verla. El rojo color del crepúsculo y el blanco de vapor de agua formado por hermosas combinaciones, por un natural espejismo, reproduce una figura humana de mujer que parece danzar envuelta en gasas sobre la cabeza del Cerro Champaquí. Por eso la llaman la Novia de la Laguna… otra versión dada por los serranos dice: que la cautiva en su desesperación se arrojó al vacío desde el cerro y aparece todos los atardeceres para hacernos ver que su alma vive en las alturas…”, recuerda el sitio Champaquí.
La joven, arrancada de su hogar, jamás se resignó a su destino. Algunas versiones cuentan que murió de tristeza, consumiéndose lentamente en la soledad de su prisión. Otras, más dramáticas, afirman que, en un acto de desesperación, se arrojó desde lo alto del cerro, buscando la libertad en la muerte.
Sea cual sea la verdad, su espíritu no encontró descanso. Ahora, su alma vaga por las alturas, buscando consuelo en la inmensidad del cielo. Aparece al atardecer, como un recordatorio de la crueldad del destino y la fuerza indomable del espíritu humano.