En 1989, Randy Smith grabó un video educativo para enseñar el uso básico de Microsoft Word, sin imaginar que, más de tres décadas después, ese material se transformaría en un fenómeno inesperado en internet.
El tutorial, de casi dos horas, mostraba de manera pausada y meticulosa funciones elementales del programa. Sin gestos exagerados ni recursos de entretenimiento, Smith aparecía frente a cámara con camisa y corbata, explicando paso a paso cómo utilizar la herramienta que recién empezaba a ganar espacio en las oficinas.
El video permaneció casi inadvertido hasta 2014, cuando un usuario de YouTube lo subió y lo rebautizó como “El vídeo más aburrido del mundo”. Esa simple decisión cambió su destino: el título atrajo la curiosidad de miles de usuarios y la publicación comenzó a sumar reproducciones hasta superar los cinco millones.
“¡Que duermas bien!”, escribió el responsable de la publicación, acompañado por un índice de los temas tratados. El gesto reforzó la ironía y generó una comunidad que convirtió los comentarios en un espacio tan entretenido como el propio material. “Los comentarios son demasiado entretenidos y ahora no puedo dormir”, escribió un internauta en una de las intervenciones más celebradas.
Con el tiempo, la grabación se transformó en objeto de culto. Muchos lo incorporaron a sus rutinas de descanso, otros lo analizaron como un ejemplo de comunicación monótona pero efectiva, y algunos simplemente lo tomaron como un chiste colectivo.
El caso demostró cómo un contenido olvidado puede renacer gracias a la cultura digital. La nostalgia tecnológica y el humor compartido hicieron que la figura de Randy Smith, hasta entonces desconocida, alcanzara un estatus particular en la historia de YouTube.
Hoy, aquel tutorial pensado como una herramienta de aprendizaje básico se convirtió en un ícono de lo inesperado: un video etiquetado como aburrido que, justamente por eso, terminó siendo inolvidable.