En el silencioso cementerio de Estación Juárez Celman, a pocos kilómetros de la capital cordobesa, descansa un niño envuelto en un halo de misterio y devoción. Su tumba, adornada con un sinfín de juguetes, atrae a personas que buscan un milagro o simplemente acercarse a una historia que desafía la lógica y alimenta la fe.
La leyenda del “Niño de los Juguetes” se nutre de relatos que se transmiten de boca en boca, tejiendo un manto de fascinación alrededor de la figura de este pequeño ángel. Se dice que nació muerto y que, desde su morada eterna, intercede por aquellos que le imploran ayuda. Su tumba, pintada de blanco y rodeada de canastos rebosantes de juguetes, se convierte en un altar improvisado donde los devotos depositan sus plegarias y ofrendas.
Tal fue el alcance de sus supuestos milagros, que youtubers y “especialistas de hechos paranormales” frecuentan la tumba en busca de explicaciones. El 22 de noviembre de 2022 el youtuber mexicano Omar Crew fue detenido en el cementerio de Juárez Celman, en medio de un escándalo.
El niño de los juguetes: el detrás de la historia
Los testimonios de milagros concedidos se entrelazan con historias que rozan lo sobrenatural, creando un aura de misterio que atrapa la imaginación. Personas que aseguran haber sido curadas de enfermedades incurables, deportistas que recuperaron su movilidad tras graves lesiones, todos coinciden en que el pequeño intercedió por ellos tras fervientes súplicas y la promesa de ofrendarle juguetes.
Uno de los relatos más conmovedores es el de una madre desesperada que acudió a la tumba del niño implorando por la salud de su hijo, quien nació con la piel cubierta de escamas. Los médicos -supuestamente y según el relato- no encontraban cura para la extraña afección, pero la mujer, aferrada a la fe, depositó su esperanza en el “pequeño ángel”. Visitaba la tumba con frecuencia, dejando juguetes y oraciones, hasta que, un tiempo después, su hijo “sanó milagrosamente”.
Otro testimonio que alimenta la leyenda es el de un deportista que sufrió una grave lesión en la rodilla. Los pronósticos eran desalentadores, parecía que su carrera deportiva había llegado a su fin. Desesperado, acudió a la tumba del niño y le prometió que, si recuperaba la movilidad, construiría jaulas de metal para proteger los juguetes que los devotos le ofrendaban. El milagro se obró, y el deportista, fiel a su promesa, donó los canastos que hoy rodean la tumba.
Los relatos detrás de la tumba
El misterio se acrecienta con los relatos de sucesos extraños que ocurren en el cementerio, especialmente durante la noche. Se dice que el niño “se despierta y juega con los juguetes, esparciéndolos por las tumbas”, y que su llanto “se escucha en la quietud de la llanura”. Algunos creen que el llanto es una señal de que alguien ha robado un juguete, por lo que advierten a los visitantes que no se lleven las ofrendas. “Jamás te lleves una ofrenda”, señalan sus seguidores, ya que los “milagros” no se cumplirán.
Luciano Giménez, quien fuera cuidador del cementerio durante 26 años, se mostraba escéptico ante las historias de fantasmas, aunque admitía haber experimentado “sensaciones” inexplicables. Relataba a La Voz que, en ocasiones, sentía que alguien caminaba detrás de él mientras trabajaba, pero al voltear no encontraba a nadie. A pesar de su realismo, Luciano no podía negar la fe y la devoción que la gente depositaba en el pequeño ángel. Le llamaba la atención la cantidad de personas que viajaban desde lugares lejanos para dejar un regalo en la tumba.
Más allá de las explicaciones racionales o escéticas, la historia del Niño de los Juguetes sigue viva en quienes buscan consuelo, esperanza o un atisbo de lo extraordinario en la cotidianeidad. La tumba del pequeño, convertida en un santuario popular, es un testimonio de fe y la necesidad humana de creer en supuestos milagros.
Lo raro del caso es que en su momento lo publicó el municipio en su sitio web, como una historia curiosa, sin afán de explotación turística. En la tumba del chiquito, hay autitos de todo tipo, muñecos, soldaditos, pelotas.
“Antes, los juguetes vivían desparramados por todo el cementerio. Por eso la gente decía que el niño jugaba, pero en un día como hoy, con este viento, todo es posible. No sé, también dicen que de noche se escucha el llanto del niño y que juega con los juguetes pero yo no sé. No me quedo de noche”, relató Luciano hace 7 años atrás.