En muchas cocinas, el rallador está siempre a mano. Se lo usa con frecuencia para rallar queso, pero la mayoría de las personas desconoce que cada una de sus cuatro caras fue diseñada para un uso específico.
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Comprender estas funciones puede marcar una gran diferencia al momento de cocinar y ayudarte a optimizar ingredientes y sabores.
Qué hace cada lado del rallador
Los ralladores clásicos tienen cuatro caras con perforaciones distintas:
- Agujeros grandes: son ideales para rallar quesos duros como parmesano, cheddar o reggianito, pero también sirven para papas, zanahorias o remolachas. Generan tiras gruesas que aportan cuerpo y textura a las comidas.
- Agujeros medianos: se usan principalmente para verduras como zapallitos, calabacines o zanahorias, perfectas para ensaladas o rellenos. También se pueden aplicar a cáscaras cítricas, manteca fría o quesos que se vayan a gratinar.
- Microperforaciones: están pensadas para ingredientes que requieren una textura más fina, como ajo, jengibre, nuez moscada, chocolate o quesos duros que se usan como topping. Dejan un resultado casi pulverizado, ideal para dar sabor sin sobrecargar.
- Lado con cuchillas o ranuras: no ralla, sino que rebana. Permite cortar en láminas delgadas frutas y verduras como papas, zanahorias o pepinos, lo que resulta útil para chips, tortillas o guarniciones.
Consejos útiles para usar el rallador
Además de conocer las funciones, algunos hábitos pueden ayudarte a mantener el utensilio en buen estado y evitar accidentes:
- Limpieza inmediata: lavarlo apenas se termina de usar evita que restos se sequen y se peguen a los agujeros.
- Precaución al rallar: siempre hacerlo alejando el rallador del cuerpo y usando movimientos firmes, para evitar cortes en los dedos.
- Conservación: almacenarlo en un lugar seco es clave para evitar que se oxide o acumule olores.
Un utensilio tan común como el rallador puede convertirse en un verdadero aliado en la cocina si se lo utiliza correctamente.