La historia de Antonio Miranda, un albañil oriundo de Formosa que llegó a la Patagonia en busca de trabajo, se convirtió en un símbolo de la batalla entre el David y Goliat moderno.
En julio de 2022, la vida de Miranda, de 57 años y acostumbrado al sacrificio de vivir al día, dio un giro inesperado cuando una máquina tragamonedas en el Casino de Río Gallegos, Santa Cruz le anunció un premio de $ 100.000.000. Sin embargo, su alegría duró poco: la casa de juegos se negó a pagar, alegando que la máquina estaba “defectuosa”.
La historia del hombre que ganó $ 100 millones
El 7 de julio de 2022, Antonio Miranda apostó $ 6.000, una suma significativa para él, en su máquina “de cábala”. Tras sólo diez jugadas, el estruendo de la máquina y las luces destellantes confirmaron que había ganado el premio máximo. Los presentes, incluido un auxiliar de sala, se acercaron a felicitarlo. Pero la celebración se interrumpió abruptamente con la llegada de la jefa de sala, quien sentenció sin rodeos: “La máquina está defectuosa. No se hará el pago porque tiene un desperfecto técnico”.
Afortunadamente, otro apostador le dio un consejo crucial a Antonio: tomar una foto del premio en la pantalla como prueba, previendo que la máquina sería reiniciada.
El casino se mantuvo firme en su postura, devolviéndole sólo los $ 6.500 que figuraban como saldo y apagando la máquina. La noticia no tardó en trascender en la prensa local, y toda la ciudad de Río Gallegos salió a apoyar al albañil.

Qué pasó con Miranda
Cargado de decepción, Antonio Miranda, con el patrocinio del abogado Gustavo Insaurralde, inició acciones legales contra el casino el 6 de septiembre de 2023.
La demanda exigía el pago íntegro del premio, argumentando que, si hubo un error, no era responsabilidad de Antonio, quien había jugado conforme a las reglas de la Lotería de Santa Cruz y no había manipulado el sistema. El abogado solicitó el análisis de las cámaras de seguridad, la identificación del personal y una pericia sobre la máquina. El casino nunca explicó por qué el premio no era válido, sólo repetían que era “imposible que la máquina pagara ese premio”, ya que el valor superaba con creces lo habitual.
Qué quiso hacer el casino
En un intento por cerrar el caso, el casino ofreció una compensación inicial de $ 200.000, una cifra que Antonio rechazó por considerarla “absurda” y apostó por el camino legal.
No obstante, los tiempos de la justicia se hicieron largos y la situación personal de Miranda se deterioró: sufrió un grave accidente que le dejó una profunda herida en la cabeza, perdió su empleo, y su madre enfermó, lo que lo obligó a regresar a su ciudad natal, Piedra Buena, para cuidarla, sumiéndolo en más problemas económicos.
El abogado Insaurralde admitió que, pese a tener pruebas sólidas, el juicio podría haber demorado entre 7 y 8 años.
Finalmente, un día antes de la audiencia, el casino se comunicó con el estudio jurídico de Insaurralde y “hizo un ofrecimiento más alto, aunque lejos de los $ 100 millones, que mi cliente aceptó”, según relató el abogado. El monto exacto del acuerdo no puede ser revelado debido a un acuerdo de confidencialidad que también prohíbe a Antonio hablar con los medios sobre cifras o porcentajes, ya que “el casino es el más interesado en que no trascienda esa cifra”.
El acuerdo se homologó en julio de 2024, y el pago se realizó en cuotas, culminando en septiembre de 2024.
Lamentablemente, poco después de la firma del acuerdo, la madre de Antonio falleció. El casino, en su descargo, había expresado que Antonio pretendía “hacerse acreedor de una suma exorbitante de manera ilegítima y no correspondida”.
Los medios locales indagaron, y aunque el sueño de Antonio era comprar una casa con el dinero, sólo pudo adquirir un terreno en Piedra Buena, donde actualmente reside y sigue trabajando como albañil. La historia, si bien cerrada en los papeles, tuvo un “desafortunado desenlace en la vida real”, con una reparación económica que llegó dos años después y sólo a medias, dejando a su paso accidentes, enfermedades, ausencias y frustraciones.
Gustavo Insaurralde concluyó que el acuerdo sirvió a Antonio porque en ese momento “pesó más su situación personal y patrimonial, que su ambición por el dinero”. Si bien “no se hizo millonario, pero quedó conforme”, el tiempo jugó en su contra a pesar de tener todo para ganar el juicio.
Así, “nunca se sabrá si la ‘falla en el sistema’ fue verdadera o sólo una excusa para no pagar el premio” que podría haberle cambiado la vida por completo a este obrero de la construcción, que hoy sigue lidiando con problemas económicos.