El lunes 14 de junio de 1982 la Argentina se rindió formalmente ante Gran Bretaña y así finalizó la Guerra de Malvinas, que había empezado 74 días antes, el 2 de abril de ese año. Unos 649 argentinos fallecieron durante el conflicto bélico, dando su vida por la patria.
Dentro de las miles de historias que hay de la guerra existe una poco conocida y es la de Tom, un perro callejero que viajó “como polizón” en un avión Hércules y que acompañó a los soldados hasta sus últimas horas de vida. Murió como un verdadero héroe y hoy tiene un monumento que lo recuerda.
La historia de Tom, el perro callejero que fue a Malvinas
Tom fue el único “perro civil” que llegó a las Malvinas. Todo empezó en una localidad del centro de la provincia de Buenos Aires, en Junín, en un cuartel del Grupo de Artillería 101 donde el cabo primero Omar Liborio decide llevarlo, por la insistencia del animal que lo había hecho caer cuando estaba juntando ropa de abrigo para irse.
Es ahí cuando aparece “Tom”, se le mete entre los pies, y logra colarse.
Por qué se llamaba Tom
“El camión me esperaba afuera, junto a mis soldados y los equipos. Tomé un gran manojo de camperas y me dirigí a la carrera, pero se me cruzó un perro de la base que habíamos criado desde cachorro y me hizo caer. Me levanté maldiciendo, tomé otra vez las camperas y retomé mi camino, pero a los pocos metros otra vez el perro me hizo caer. De la bronca, lo tomé y le dije ‘Estás jodiendo, entonces venís con nosotros a Malvinas’ y lo subí al camión”, recuerda.
Al ver el perro, el soldado Cepeda le preguntó a Liborio: “¿Y eso mi cabo primero? ¿Cómo se llama el perro?”
Entre risas le contestó: – “Desde hoy se llama Tom, porque vamos al Teatro de Operaciones Malvinas”, publicó Diario Jornada.
La llegada de Tom a Malvinas
De Buenos Aires, protegido por los distintos soldados, terminó en un Hércules que aterrizó en las Malvinas, en una brigada antiaérea, y allí se convirtió en animal de compañía.
En un video de Somos Jujuy que se viralizó en redes sociales, Morales, uno de los jujeños que fue a la guerra y volvió a su provincia, también contó la historia de Tom y lo importante que fue para los que estaban en combate.
“Era un perro común, un perro de esos que aparecen en la casa y en los cuarteles normalmente tienden a llegar muchos perros. Cuando Artillería embarcaba en Comodoro Rivadavia este perro se cruzó delante de un suboficial, lo hizo caer. Entonces este suboficial se levanta, y lo sube al camión”, señala Morales.
“Cuando la superioridad pasaba revista, el perro se escondía en los bolsos o en las mochilas de los soldados y así embarca en el avión y llega a las Islas Malvinas”, recuerda Morales.
Tom se convirtió en una mascota de compañía y “hacía divertir a todos los del Grupo de Artillería porque él con su ladrido iba, despertaba, y visitaba a todo el que estaba decaído. Los visitaba con una alegría tremenda pero cuando comenzaron los combates ya su instinto canino antes que llegara la alarma roja que avisaba que venían los proyectiles de los enemigos, segundos antes avisaba”.
Un día antes de la rendición, un Sea Harrier volaba muy bajo. Él lo advierte, pero una esquirla de Granada, lo mata instantáneamente.
“Entonces ya todos se metían a las trincheras, pero en la noche del 13 y madrugada del 14 de junio en un bombardeo del enemigo, Tom tejo de ladrar y cuando fueron a verlo estaba tendido con sus ojos grandotes, como despidiéndose de esta vida. En su mirada decía ‘hasta aquí les acompañé'”.
“Sus restos también descansan junto a los de los 649 héroes caídos en aquellos campos de combate”.
La historia no termina acá, porque años después en Ascensión, el lugar donde vive el Cabo Liborio, el que subió a Tom, le hicieron un monumento al perro de las Malvinas.
Tom: así lo recuerda el cabo Liborio
“Fue mi mejor amigo en Malvinas, ¡y yo… jamás olvido a mis amigos!”, relata el excombatiente Omar Liborio, que formó parte del Grupo de Artillería 101, quien además asegura que el perro “se comportó como un bravo artillero” durante las operaciones de combate.
Al principio debieron ocultarlo de los superiores pese a que rápidamente se ganó el cariño de los soldados.
Allí Tom advertía a los soldados cuando el enemigo se acercaba pero aún estaba fuera del alcance del ojo humano. “Muchas veces su instinto canino presintió los bombardeos aéreos antes que se gritara la alarma, lo cual manifestaba con ladridos que ya conocíamos”, recuerda Ligorio.
“El cariño del animal también ayudaba en los momentos más difíciles a sobrellevar la situación. En Malvinas Tom se comportó como un bravo artillero. Cuando tirábamos con la máxima cadencia de fuego hacia los británicos, él se paraba delante del cañón como el mejor de los combatientes; siempre ladraba y jugaba con aquél que estaba bajoneado en los momentos de calma para darle ánimo; cuando había “alerta roja de bombardeo naval” era el primero en salir del refugio para buscar a los más alejados y el último en entrar a cubrirse; y muchas veces su instinto canino presintió los bombardeos aéreos. Compartía la comida y los soldados le fabricaron un abrigo con los gorros de lana y bufandas.
“El humo y el olor a pólvora cubrieron el lugar. Como pudimos, heridos, buscamos a Tom y lo encontramos tendido sobre una piedra inmóvil, tratamos de salvarlo, pero fue demasiado tarde, Tom se despidió aquel día con los ojos bien grandes mirándonos y despidiéndose lentamente de sus camaradas”, recuerda Liborio y agrega: “Allí quedó para siempre nuestro cañón y el mejor testigo de esta guerra, nuestro querido perro Tom. Allá en la fría turba malvinera él es otro bastión argentino, junto a los soldados que dieron su vida por la Patria”.
El 1º de junio de 2014 se inauguró en Ascensión, localidad del partido de General Arenales, provincia de Buenos Aires, el monumento a Tom.
En este se ve a un perro negro, sentado sobre una piedra (actitud que adoptaba diariamente allá en el sur) con mirada al frente. A su lado descansa un casco, como símbolo de los caídos, y una cruz, que representa la muerte de este héroe canino.
