Para Marlene su padre es la pareja de su mamá, Carlos Galarce, quien la crió desde que era una bebé. Sin embargo, en su documento y sus papeles de nacimiento llevaba el apellido Parra, correspondiente a su padre biológico. Incómoda con la situación decidió hacer algo al respecto.
“Cuando vas a votar o en trámites te llaman por el apellido, cuando firmas y ponés la aclaración veían que ponía otro apellido y era agotador tener que andar explicando el por qué”, expresó Marlene en diálogo con TN.
El largo proceso que la joven rionegrina emprendió para el cambio de nombre empezó a los diez años, la primera vez que planteó su deseo en la familia. A partir de allí recurrió a más de seis estudios jurídicos donde la rechazaban diciéndole que cumplir con su petición era imposible.
“Me había dado por vencida. Siempre contarles mi historia desde cero a desconocidos para que me dijeran ‘no podemos hacer nada’. Hasta que se dio y hoy siento que me saqué una mochila de 200 kilos de encima”, contó
“Cada vez que me decían que no se podía, volvía llorando. La última vez que había intentado fue a los 23 porque estaba cansada”, se lamentó.
Recién en 2021 llegó a un estudio de abogadas que en la primera consulta le dijeron que había posibilidades de iniciar el trámite. A los pocos días la citaron y le aseguraron que podría hacer la demanda.
“Yo saltaba en una pata y le conté a mi mamá primero; después fui a decirle a papá y su carita se llenó de lágrimas”, señaló y agregó: “Cuando me llamaron para avisarme que teníamos la audiencia, no podía creerlo”.
La relación con su padre biológico
Marlene conoce a su padre biológico porque vive cerca de su casa pero nunca tuvieron contacto y ella lo considera un “desconocido”.
“Era chica cuando me contaron la verdad. La realidad es que no quería entablar una relación con él porque veía su desinterés para conmigo, el hecho de vivir tan cerca y no venir a buscarme. Igualmente no le tengo rencor, las cosas se dieron por algo”, aclaró.
Por su lado, Carlos le aseguró a su hija del corazón que no necesitaba un papel: “El amor que te tengo nunca va a cambiar”. De todas formas Marlene no se sentía identificada y siguió adelante y contó que Carlos la abrazó y me dijo que si era lo que ella quería “que le dé para adelante”.
La felicidad del sueño cumplido
Después una larga lucha al año y tres meses de iniciada la demanda la Justicia falló a favor de la adopción integrativa con carácter de plena y pudo cambiar finalmente su apellido. “La primera noche no podía dormir, no caía. Ahora puedo hablar sin llorar. Me siento completa, tengo todo”.
Con 28 años y después de una larga lucha, Marlene lo logró: “Que me llamen Galarce es un sueño cumplido, es fantástico”.
La joven estaba tan feliz que decidió contar su historia en las redes sociales. “Me llegaron un montón de mensajes de personas que se sintieron representados con lo que viví. Tengo la posibilidad de ayudar a otras personas que pasan por lo mismo, de guiarlos. Sé que les da esperanza y eso me pone contenta”, cerró
