Si la competencia oficial es la cara principal que tiene un festival de cine para explicitar su propuesta estética, la edición 74 del festival no ha sido de las mejores.
Ha habido varias películas mediocres, algunas aceptables, otras buenas y solamente tres a la altura de lo que se espera en la Berlinale, sobre todo bajo la conducción de Chatrian y su equipo: L’Empire de Bruno Dumont, A Traveler’s Need de Hong Sang-soo y Pepe de Nelson Carlos de los Santos Arias. De las dos primeras ya se ha escrito en estas crónicas, no de la última.
La audacia de la Berlinale 2024 ha sido incluir Pepe en la competencia oficial. El trasfondo de la historia es el zoológico privado de Pablo Escobar. El narcotraficante erigió una arcadia de 1500 animales en 1981.
La historia de Pepe es el relato contado por el propio hipopótamo de ese nombre, nacido en Hacienda Nápoles y asesinado por un grupo de soldados a mando de un especialista alemán en cazar al mamífero africano.
El relato es el de un muerto, el hipopótamo Pepe, que habla en español, afrikaans y mbukushu al mismo tiempo, desde el más allá. El problema de fondo: la presencia y reproducción de los hipopótamos ocasionó desordenes en el equilibrio del ecosistema colombiano, pero esto en la película es ligeramente secundario. Así descripto suena delirante. No lo es.
A los latinoamericanos, se les ha adjudicado, para las travesuras de la imaginación, la noción de realismo mágico. Ese obsequio conceptual que no es otra cosa que una humillación intelectual, pues a lo fantástico solamente arriban los civilizados en serio.
Nelson Carlos de los Santos Arias desmantela esto con tal desenfado y creatividad que nadie sabe muy bien qué decir sobre la película más desafiante de la Berlinale 2024. Muchos críticos europeos reconocen la apuesta irreverente, pero le bajan el precio adjudicándole desorden al relato, como si la gramática del cineasta dominicano fuera chapucera.
El subtítulo de Pepe es lo que importa: “Estudio de la imaginación (parte 1)”.
¿Qué quiere decir exactamente eso, un estudio de la imaginación? El cineasta dominicano ha hecho una película inclasificable en la que emplea drones con inteligencia, el sonido como una segunda película que trastoca la lógica de las imágenes y un montaje general que opera como un circuito de asociaciones que delinean otra forma de encadenamiento narrativo.
El resultado es fascinante, porque el núcleo del asunto consiste en construir una película que dé batalla a la imaginación coaptada por el imaginario del cine estadounidense y europeo.
En este sentido, el relato no es ni lineal ni circular, sino más bien fractal y derivativo, pero siempre concentrado en el despliegue de signos articulado por una sensorialidad intensa con la que se indaga justamente sobre una forma libre de la imaginación en relación con un animal y un período de la historia colombiana tan demencial como violenta. Es un viaje en todos los sentidos. De los mejores.
