Es innegable que Pixar viene girando en torno a lo esencial en su última época, dedicando filmes a las emociones (Intensamente), la muerte (Coco) y el alma (Soul), acaso rastreando también su propia síntesis como productora animada. Ese mirarse hacia dentro llega a lindes presocráticos en Elementos, filme de Peter Sohn que extrae una historia de amor a partir de la incompatibilidad proverbial entre el fuego y el agua.
Nunca mejor dicho una cuestión de química, aunque el guion incluye un vago comentario sociológico ya desde el inicio.
La flameante Ember trabaja en la tienda de sus padres Bernie y Cinder, matrimonio inmigrante afincado en una metrópolis cosmopolita donde los demás elementos conviven con esmerada armonía.
Hombrecitos terrosos con plantas en la cabeza, ciudadanos acuosos y nubarrones volátiles completan el fresco urbano.
Reticente a contener su explosiva y juvenil fogosidad, Ember tambalea a fuerza de gags en su errático rol de encargada del local familiar, y es en uno de esos desmanes salidos de control que conoce al acuoso Wade.
Inspector municipal tan propenso a las lágrimas torrenciales como a ejercer con rigurosidad su odiado puesto, Wade amenaza con clausurar “La Fogata” por motivo de una catastrófica pérdida de agua.
Ember está decidida a proteger la entrañable tienda de su padre a cualquier precio, y entre persecuciones y reclamos va intimando con el simpatético Wade, con quien entrelaza miradas y palabras sin chances de poder tocarse.
“El fuego y el agua no se mezclan”, es la shakesperiana advertencia que estos Romeo y Julieta metafísicos reciben en un entorno así y todo sofisticado, más deudor de los futuristas Supersónicos que de los rústicos Picapiedra.
Es en esa burbuja de íconos de aplicación que gravita el conflicto mínimo de Elementos, una animación más propiamente aérea que sentimental o pasional.
Hay que ver en tal destilado la maestría del largometraje de Sohn, que de otra manera podría leerse como “elemental”. Los clásicos de Pixar son irrepetibles y estas entregas tardías son conscientes de esa barrera; es en el repliegue donde encuentran su chispa, así sea por unos instantes.
Elementos es más ambient que rock, y no habría que tomar al pie de la letra su fachada de telenovela mestiza. El pasaje a través de un fino callejón, una puesta de sol abstracta, el juego a cambiar de color o un viaje alucinado por el fondo del mar son señales de una llamita encendida.
Para ver
Elementos. EE.UU., 2023. Guion: John Hoberg, Kat Likkel y Brenda Hsueh. Dirección: Peter Sohn. Con: Leah Lewis, Mamoudou Athie y Ronnie Del Carmen. Duración: 109 minutos. Clasificación: Apta para todo público. En cines.