Las esquirlas del #MeToo siguen eclosionando en pantalla, y Juego limpio es en ese sentido el estreno más reciente en hacerse cargo de esa detonación política. El filme de Netflix que dirige la debutante Chloe Domont se sale de los patrones didácticos habituales para desarrollar una historia donde la inversión de roles, la puja por el poder y la disparidad de género asumen la bruma ambigua del thriller.
El escenario que elige la directora estadounidense para instalar su fábula es decisivo: la pareja joven que componen Emily (gran trabajo de Phoebe Dynevor) y Luke (Alden Ehrenreich) se desempeña en una pujante firma bursátil de Nueva York donde no hay lugar para los débiles.
Mientras que en su sensual vida privada los protagonistas especulan con un próximo matrimonio en la oficina lo hacen con acciones que causan ganancias o pérdidas millonarias.
Una temprana escena da muestras de lo destructivo que puede ser ese ámbito y de lo escondidamente sarcástica que es la película cuando un empleado rompe todo antes de renunciar a la vez que se emite un adoctrinamiento de buena conducta empresarial.
“¿Creen que durarán otra semana?”, exclama el hombre desquiciado que arroja sillas contra los cristales. Por supuesto, esa advertencia es una lejana sombra que se cierne sobre la dichosa estabilidad de Emily y Luke, quienes mantienen su relación en secreto para no despertar controversias.
Ese maldito ascenso
El desequilibrio irrumpe en el momento en que un supuestamente ascendido Luke se entera de que es su novia y no él quien va a ser el futuro gerente. Si bien en principio Luke recibe la noticia bien, de a poco la desmoralización, la humillación y el resentimiento lo irán empujando a acciones turbulentas.
Pero Luke no es el personaje principal de este drama, cuyo oscurecimiento lineal contrasta con el retrato más complejo de Emily. Ya activa en su nuevo puesto, la diestra corredora de bolsa prueba tener la sangre fría para tratar con sus colegas masculinos y con su maltratador jefe Campbell (Eddie Marsan) así como una sensible compasión hacia su prometido.
Al mismo tiempo (y acá el filme se vuelve interesante) Emily siente subir una libido inexpugnable por sus comisiones de seis cifras y juega con someter sexualmente a Luke, quien se rebela haciendo escalar el conflicto a dimensiones grotescas.
Un poco como sucedía en Hermosa venganza, Domont no encuentra de todo el tono y entabla un juego sucio en el que la sátira de pareja, la crítica al sistema y la caracterización de personaje se tambalean en una cornisa delicada.
O bien Emily es una “loba de Wall Street” o una heroína financiera o una pieza más dentro del núcleo de competitividad e inequidad mundial; pero las tres cosas es demasiado.
Para ver
Juego limpio. EE.UU., 2023. Guion y dirección: Chloe Domont. Con: Phoebe Dynevor, Alden Ehrenreich y Eddie Marsan. Duración: 113 minutos. Clasificación: Apta para mayores de 18 años. En Netflix.
