La soporífera gala de los Premios Oscar tuvo un giro inesperado que sigue dando que hablar cuando ya olvidamos quiénes fueron los ganadores de las estatuillas.
El comentario fuera de lugar del conductor Chris Rock ha desatado opiniones, análisis y varios relatos.
El hombre es precedido de malas artes machistas en escena, hecho que no parece haber importado a la Academia que contrarrestó con Rock la participación del trío femenino en el rol de presentadoras. Ellas hicieron un papel digno, como hadas madrinas incorrectas que lanzaron dardos ocurrentes y pícaros desde el comienzo de la ceremonia.
Llama la atención que el libreto tan celosamente escrito, revisado y ensayado, no desechara el texto en el que el presentador ataca a Will Smith por vía transitiva. Entiéndase, aludiendo directamente a su esposa Jada Pinkett Smith.
Los Oscar son el espacio de la corrección política. La mecánica de chistes evoluciona hacia un stand up poco creíble que dura horas. El texto en cuestión reparte guiños a las minorías, salpica de melodrama algunos pasajes, aplaude a las glorias de la industria, incluso, exponiéndolas sin sentido, como pasó el domingo con Liza Minelli (con qué necesidad).
En ese contexto desfilan los vestidos imponentes, las figuras nominadas están atentas a las cámaras y después queda, según el caso, aplaudir con dignidad, si no se ganó nada; agradecer aferrando la mano y, al final, como dijeron las presentadoras, irse a dormir.
De mal en peor
Smith ‘saltó’ cuando Rock se refirió de manera irrespetuosa a la enfermedad de su esposa frente a millones de espectadores. Podríamos preguntarnos por qué no lo haría, cuidando los modales y sin el acting del cachetazo.
La violencia comienza en el chiste, el micromachismo que hay que señalar en Hollywood o en otro barrio cualquiera. Lo que sigue es una consecuencia indeseable en una sociedad que milita el feminismo liberal, el de las formas, y nunca llega a las estructuras del patriarcado. A partir de allí, Smith interpretó el personaje del varón del tango, indignado y dolido. Lo que empezó mal, terminó peor.
El actor, que se alzó con la estatuilla a Mejor Actor por el rol en King Richard, completó su aporte a la ceremonia cuando subió a recibir el premio y se explayó en una confesión sobre el amor desmedido, entre otras cuestiones que rozaron el pensamiento mágico.
Jada Pinkett Smith contempló la escena como una partener que ejecuta su rol con habilidad y economía de gestos. ¿Debió reaccionar ante la falta de respeto de Rock?
Se dice que no es una mujer débil, que maneja su reality y conoce el negocio. De todas maneras, en el mano a mano con el guion escrito por los hombres, ella debe interpretar su rol. No queda bien escupir en plena ceremonia sobre la superficie fría que devuelve un espejismo imposible y barroco de elegancia y clase, arte y esfuerzo, inclusión y buen gusto, industria y vanidad.
El guion de la ceremonia solo indicó un minuto de silencio por la guerra en Ucrania porque mejor no hablar de ciertas cosas. Se dirá que no es lugar para hablar de geopolítica. Eso sí, no parece desentonar la alopecia, siempre y cuando vaya acompañada de una declaración en defensa del amor y esas cosas bienvenidas.
