Maradona le salvó la vida al director Paolo Sorrentino. De ahí viene la pasión del cineasta por la figura del jugador. En realidad ocurrió que los padres de Sorrentino se fueron a la casa de campo, lo invitaron a pasar el día con ellos y el joven Paolo declinó la oferta porque quería ver al 10 en un partido decisivo. La casa donde los padres de Sorrentino pararon se incendió y ellos murieron en el siniestro. El director cuenta la anécdota y remata, con humor negro, diciendo que Maradona le salvó la vida.
Muchos años después, Sorrentino decidió poner a su jugador favorito en la película que estaba por filmar. No quería un cameo, sino un actor que pudiera representarlo. En los protagónicos ya estaban confirmados Michael Caine, Harvey Keitel, Rachel Weisz, Paul Dano y Jane Fonda, pero le faltaba “el” actor que hiciera del Diego.
Y entonces entró en juego, por esos enroques del destino, nada más y nada menos que el argentino Roly Serrano. Si bien la película en cuestión, Juventud, no trata sobre la vida del futbolista, sino sobre el encuentro de dos amigos en un hotel (ocasión que aprovechan para repasar sus historias y para hablar de sus proyectos en el presente), uno de los huéspedes en el hotel es, justamente, el jugador retirado que interpreta el actor argentino.
Serrano repasa su vinculación con el proyecto mientras toma unos mates en su casa, ahora que el torbellino del rodaje terminó. Es media mañana de sábado y está de descanso antes de comenzar con un nuevo proyecto cinematográfico con Natalia Oreiro, en el que contarán la vida de Míriam Alejandra Bianchi Scioli, cantante popular más conocida como Gilda.
–¿Cómo es que llegaste a la película de Sorrentino? ¿Cómo te vinculaste con el proyecto?
–Si te lo tuviera que decir con educación, sería “caí de nalgas”. El director no encontraba al actor que él quería, y estaba cenando en Roma con una actriz y modelo argentina que era muy posible que hiciera de una de las mujeres de Diego y le preguntó si conocía un actor. Hablaron con Norma Angeleli y ella les tiró mi nombre, Sorrentino me buscó en Google y dijo “ese es el actor que quiero”.

Casting toallón
Mientras Sorrentino buscaba material de Serrano en YouTube y lo estudiaba con detenimiento, se iba poniendo en contacto con su representante.
–¿Cómo fue finalmente el contacto?
–Yo estaba filmando en Salta. Habíamos quedado en contactarnos vía Skype y para esa época usaba barba. Cuando me llamó, justo me estaba bañando, así que salí corriendo todo enjabonado. Me dijo “Eh, cómo está Roly, tanto piacere, ¿puedo ver tu cuerpo?” (sic). Y yo me retiré para atrás y le hice el gesto típico de Diego, cuando pone las manos debajo de las axilas, y empecé a escuchar los gritos del otro lado: “¡É Diego, é Diego!” (sic). Fue muy gracioso, o sea que en vez de hacer un casting sábana hice un casting toallón.
No hace mucho, Ricardo Darín contó en una entrevista que no se moría por trabajar en Hollywood. Y que incluso había rechazado ofertas de la industria norteamericana.
–¿Te cambia la cabeza trabajar para afuera? ¿Es un caso como el que contaba Darín?
–No cambia nada, más de la maravilla de haber vivido esa experiencia. Pero además esto no es Hollywood, es una cosa totalmente distinta. Hollywood es una fábrica y Juventud es una película de cine arte, ahí está la diferencia por la cual yo me siento tremendamente honrado. Calculo que la gran masa del público en Latinoamérica estamos acostumbrados al cine americano rápido, a la acción; esta película tiene otro estilo, tiene reflexión, tiene un arte maravilloso, una fotografía, unos planos... Esto es cine, este es el cine que casi no se hace en la gran industria americana.
–Algo te influye o te inocula...
–Siento ese honor, pero mi realidad es acá, mi realidad es Argentina, inclusive me atrevo a decir que Suiza es un lugar maravilloso pero vine acá después de filmar dos meses, me bajé del avión y me subí al zapallo, porque ya no estaba la carroza, y me fui a filmar una miniserie al sur, a Villa La Angostura y no había nada que envidiarle: la belleza de nuestro país está a la par de Suiza. Por ahí la diferencia es que ellos son un país desarrollado y tienen el dinero que nosotros no tenemos.
–En materia de la cocina cinematográfica, ¿es muy distinto? ¿Cómo es el detrás de cámara, para vos que has visto tantas producciones?
–La diferencia está en la cantidad de dinero para hacer una película. Calculá fríamente que con tres o cuatro días de filmación allá, acá hacemos una película entera. Entonces eso hace lo distintivo: en la preparación, en la cantidad de técnicos y materiales que se utilizan, en el tiempo que invierten. Imaginate que yo estuve filmando dos meses y me volví, y ellos siguieron casi 20 días más, se fueron a filmar a Londres, se fueron a filmar a Venecia, date una idea comparando los tiempos; acá una película lo máximo que te puede llevar son 20 ó 30 días. Eso ya es distinto, pensá en la hotelería, que te permite hacer cosas mejores porque tenés el tiempo y el presupuesto para hacerlo. Ojo que eso no significa que le des a cualquier director acá ese presupuesto y lo logre, pero sí supongo que muchos de los directores argentinos, sobre todo los de la nueva camada –y ni hablar de algunos de la vieja camada–, si le dieras un poco de mejor presupuesto, realmente creo que harían un cine mucho más hermoso que el que logran hacer con poco presupuesto.
Pichón de colegas
El set al que Roly Serrano arribó en Suiza para el rodaje, era bastante particular. Varias figuras de primer nivel internacional y con larga trayectoria integran el elenco y eso, hay que decirlo, le pondría la piel de pollo a cualquiera.
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–¿Cómo se portan tipos de esa talla con los actores a quienes recién conocen? ¿Cómo te sentiste con ellos?
–De entrada se dio una relación cordial, normal. En realidad lo único que me impedía dar pasos más adelante era el problema del idioma, aunque yo tenía constantemente, puesta por la producción, una asistente personal, una chica de 21 años que hablaba nueve idiomas como si yo hablara por teléfono. Eso era maravilloso, yo estaba todo el tiempo comunicado con todo el mundo, convivíamos todos los actores en todo momento, algo que pasa siempre en los rodajes.
–¿Qué impresión te llevaste de cada uno? Da la sensación, de puro prejuicio, de que se trata de tipos fríos y distantes.
–Michael Caine es un tipo mayor, más metido para adentro, muy inglés pero muy educado. Yo le hacía preguntas y él se instalaba a contestarme, le encantaba hablar conmigo y me preguntaba cosas de la Argentina. Pero con los que tuve relaciones muy buenas, me refiero a charlar mucho, fue primero con Harvey Keitel, que venía casi todos los días a mi habitación y nos sentábamos en el balcón a tomar mate. Él estuvo filmando en Argentina y le encanta tomar mate, así que lo primero que hizo cuando yo llegué fue golpearme la puerta, darme la bienvenida y decirme “mate, mate”, eso fue maravilloso. Y después con Rachel Weisz, los ojos más hermosos del mundo, con ella y con Paul Dano charlábamos mucho.
–Suena a que había muy buen clima.
–Yo me sentía como parte de ellos, en ningún momento me sentí distinto, y qué diferencia, ¿no? Porque acá a veces hay pibes que hacen un par de bolos en Polka y ya se creen dios y pasan al lado tuyo sin saludarte...
–Otra cosa que suena por ahí es que tuviste que engordar para el papel. Según dijiste por ahí, fue una tarea fácil gracias a la comida chatarra.
–Me pidieron que engordara por lo menos 15 kilos pero me excedí un poco; eso fue un acto de irresponsabilidad mío, lo reconozco porque con la salud no se jode, después no me costó mucho bajarlo, y los laburos en los que estoy ahora me demandan mucho físicamente, así que sigo bajando, pero sí, tuve que engordar.
–Hay una escena puntual en la que tu personaje aparece en una cancha de tenis haciendo jueguitos con una pelota pequeña y demuestra sus habilidades, imagino que no sos vos y que al efecto lo consiguieron con posproducción.
–¿Perdón? ¡Me está desestimando, amigo! (risas). En realidad esa escena se basó en un video de Diego donde se ve que lo hace con una pelota, a mi me dieron una pelota también, e inclusive vino un couch para entrenarme, y yo logré pegarle una vez y media. Primero probamos con una pelota grande. No hubo caso. La idea era que lo hiciera y luego en posproducción lo cambiaban por una chiquita, pero no, no lo logré ni con un globo terráqueo, así que hice el acting, que me salió bastante bien y después le pusieron la pelotita con efectos.
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En ningún momento se menciona el nombre de Maradona en la película, pero huelgan las referencias verbales, puesto que con la presencia de Serrano alcanza y sobra para que el espectador haga su propia vinculación y sepa de quién se trata el personaje con el tatuaje de Karl Marx en la espalda.
–¿Sabés si el Diego vio la película?
–Sé que el Diego vio la película, aunque conmigo no habló, pero esto me lo contó Sorrentino. Maradona habló con él y le agradeció y después publicó un tuit en su cuenta agradeciendo el homenaje.