A favor: Una gran ambigüedad con estética punk
Por Andrés Fundunklian
¿Cómo hacer para contar la historia de una histórica villana con las dosis de oscuridad, humor y frescura necesarias? Cruella, el nuevo gran tanque de la factoría Disney, parece haber encontrado buena parte de la fórmula.
En el filme dirigido por Craig Gillespie, el australiano deja de lado la imagen que teníamos de la señora De Vil de los 101 Dálmatas y apuesta por un relato con ambigüedades, lo que lo hace mucho más atrapante y disruptivo. ¿Cruella es buena o mala? Eso preguntarán los chicos y chicas (aunque no los más pequeños, decididamente este filme no es para ellos) después de la transformación del personaje magistralmente interpretado por Emma Stone.
De una huérfana con problemas de adaptación (aunque lejos de la imagen angelada de las clásicas historias) pasa a convertirse en una brillante diseñadora de modas con sed de venganza. Eso sí, hay una villana bien reconocible y es la insufrible Baronesa (Emma Thompson, también notable).
Esa dicotomía entre Estella y Cruella, que tanto nos remite al Guasón de Joaquin Phoenix, es justamente, una de las grandes virtudes de la película. Es verdad que recurrir a los traumas de la niñez para explicar ciertos comportamientos es un elemento bastante utilizado, pero en este caso el logro es el cómo: hay un giro impensado que no revelaremos y que le aporta un dramatismo único a la historia.
La reivindicación de personas que la sociedad deja de lado, ciertas críticas al mundo de la moda, la vuelta de rosca del personaje de Artie con un estilo inclusivo (y un look andrógino a lo David Bowie) y quitar a los dálmatas de ese recurrente lugar tierno, son otros hallazgos del filme que de esta forma logra que Disney se adapte a estos tiempos más alejados de los estereotipos.
Igualmente, sin dudas la gran atracción del filme es la potente apuesta visual y sonora, con una fotografía y vestuarios impactantes y una banda de sonido que siempre suma, apoyada en grandes íconos de la historia del rock. Ese guiño de Cruella como símbolo punk en una convulsionada Londres de la década de 1970 es una gran puerta para que los pre-adolescentes conozcan ese etapa clave del siglo 20.
En contra: Un show lujoso para un concepto ambiguo
Por Beatriz Molinari
La precuela de 101 dálmatas lleva el nombre de la sofisticada y malvada Cruella, la bruja que quería confeccionar su guardarropa con pieles de cachorros de dálmatas.
La película de Craig Gillespie es una fiesta de diseño, una performance en la que el vestuario, la música y los efectos logran una postal punk poderosa.
Sin duda el diseño es el protagonista de Cruella y en esa caja lujosa con detalles magníficos entra la historia por momentos errática sobre los orígenes de Cruella, ex Estella.
El guion de Cruella construye el cuento de la niña diferente que sufrió un trauma que le cambió la vida. En realidad, es caprichosa la relación con la película insignia, ya que Cruella podría llamarse de otra manera y no habría problemas. Solo en el epílogo alguien recordó que había que relacionar una cosa con la otra.
Emma Stone y Emma Thompson son comediantes encantadoras, con recursos hipnóticos que ponen al servicio de las dos caricaturas que interpretan.
El duelo de malvadas resulta divertido. El problema es que gran parte de la película parece una remake, en otro tiempo y escenario, de El diablo viste a la moda (2006) de David Frankel. El look y la gestualidad de Thompson (una actriz con una personalidad arrolladora) remiten a la despótica y grandilocuente Miranda Priestly (Meryl Streep)
Además de esa coincidencia enorme, el concepto general de la película vaga entre la simpatía por la estrella naciente y la justificación de su maldad heredada.
La Baronesa sería una hermosa malvada de cuento, pero la idea de una psicópata con las consecuencias que provoca complica el relato.
El dilema entre maldad y bondad es un lastre que la película deja sin resolver, a pesar de haber elegido ese sendero estrecho desde el comienzo.
Disney+ apunta a un público amplio y maneja la incorrección política de Cruella arropándola con una producción fabulosa.
Los chicos y chicas preadolescentes disfrutarán de la performance, la banda de sonido y los gestos extremos. Para quienes recuerdan 101 dálmatas, Cruella es una referencia que se vuelve difusa. La historia se pierde debajo de las pelucas y el despliegue que construye una mega estrella en la Londres setentista.