Kinky Boots es uno de esos musicales de Broadway (además de una película) de los que todo el mundo ha escuchado hablar. Ahora, con dirección de Ricky Pashkus, y también con el nombre de Flavio Mendoza entre sus gestores, llegó a Carlos Paz para la temporada, una hermosa oportunidad tanto para los que aman el género como para los que quieran acercarse a él o simplemente para los que buscan un plan infalible para una noche de verano por estas latitudes.
Claro está que Pashkus y Mendoza saben muy bien lo que hacen. Despliegan, uno y otro, toda su experiencia y conocimiento tanto del oficio como de la temporada en la Villa para que su Kinky no tenga un segundo de desperdicio y, como esas botas, sea pura potencia.
Para empezar por algún lado luego de un estreno que dejó las palmas picando de tanto aplaudir, un detalle secundario pero interesante: el teatro Luxor es el que aloja a este musical y es el lugar ideal para hacerlo. La disposición de la sala y el despliegue escenográfico (brillante pero justo, original de la obra) se complementan perfectamente.
A eso se suma la música en vivo. Los músicos, el guion y los actores se unen para disfrutar en castellano del plano sonoro de la obra, que originalmente era de Cindy Lauper.
Un par de botas únicas
Kinky Boots cuenta la historia de Charlie Price (Federico Salles), heredero de una fábrica de zapatos en decadencia. Charlie quiere dedicarse a otra cosa y planea su mudanza a otra ciudad y su casamiento, pero el fallecimiento de su papá, la situación de los empleados que deben ser despedidos ante el cierre que parece inevitable y un encuentro fortuito lo llevarán por otro camino.
Dos personas cambiarán ese destino: primero y principal, Lola, una drag queen (Federico Bal). En segundo lugar será clave el impulso de Lauren, una de las trabajadoras de la fábrica. Ambas, pero sobre todo la mágica Lola, inspiran y ayudan a Charlie a luchar por cambiar el destino de la empresa familiar.
Así, Kinky Boots toca temas siempre cercanos (la crisis, la discriminación, la inclusión), sostenidos por el humor, por la música y por una historia de lucha y de amistad irresistible, que es lo principal, con la dosis apenas necesaria de drama.
No necesita golpes bajos y hacer emocionar hasta las lágrimas, tampoco hace una crítica profunda. El musical y su mensaje se hacen un lugar entre el público sostenido por otros pilares. Y es su adrenalínico ritmo y sus coloridos personajes lo que más resalta, ideal para una opción del verano cordobés.
Por otro lado, hay una adaptación con guiños locales o a la historia del espectáculo argentino y la de los actores, puestos con precisión y con precisión llevados. En eso, Fede Bal no falla, con el entretenimiento en la sangre.
Palmas y más palmas
Los intérpretes dejan todo arriba de los tacos. Federico Bal, bien dirigido, ha hecho un trabajo minucioso y sobre todo en su versión de Lola (mucho más que de Simón) se gana merecidísimamente los aplausos. Quizás por momentos, su capacidad vocal muestra algunos límites, pero por lejos nada que eclipse su interpretación (sobre todo habiendo confesado sus considerables nervios antes del estreno) de un papel que es seguramente una bisagra en su camino artístico.
Por otro lado está Federico Salles, como nacido para dar vida a Charlie y con prolijidad absoluta en su actuación, canto y baile. La química entre los dos Federicos está clara. Y Laura Esquivel completa un trío ganador de corazones con su personalidad, talento y experiencia.
Personajes con menos protagonismo que ellos pero más que otros, como el caso de George (José Gabriel Marasini), encargado de la fábrica, y Nicola, novia de Charlie (Victoria Findlay Wilson), están a cargo de actores que no se quedan atrás en sus desempeños y que hacen gala de voces que dan ganas de poder escuchar más.
Pero lo mejor para el final: esas figuras conocidas y protagonistas están acompañadas, respaldadas y trabajan codo a codo con un elenco de un casting que se hizo en Córdoba, que brinda una importante oportunidad al gran talento local y que, si los otros son la columna vertebral de la obra, ellos son los músculos que revisten todo.
Tanto los empleados de la fábrica como las “Angels” (el grupo de drags queen que acompañan a Lola y que son fascinantes, impresionantes y maravillosas) tienen sus momentos y aprovechan cada línea o cada coreografía para lucirse.
En conjunto, Kinky Boots en Carlos Paz no sólo es una hermosa oportunidad, sino una que nadie debería perderse. Y si bien cabe preguntarse por la “apropiación” y cuánto muestra el musical de todo un universo drag queen mayormente desconocido para el público heteronormado, también puede apreciarse la puerta que abre, si hay ganas, a descubrir otros universos y a hacerse algunos planteos.
Para ver
Kinky Boots. Musical. Fecha: 28, 29 y 30 de diciembre a las 21.30. A partir de enero, la obra se realizará de jueves a domingos, también a las 21.30. Lugar: teatro Luxor de Villa Carlos Paz (avenida Libertad 211). Dirección: Ricky Pashkus. Adaptación de la obra original: Fernando Masllorens y Federico González del Pino. Letra de canciones: Marcelo Kotliar. Pardo Producciones. Elenco: Federico Salles, Federico Bal, Laura Esquivel, entre otros. Precios: desde $ 2.500 hasta $ 6.500 según la ubicación en Autoentrada.
