Cultura necesaria es una producción especial de VOS para conocer el detrás de escena de la actividad artística local, los procesos creativos que generan un producto artístico. En esta época de excepción de espectáculos por la pandemia, la idea es revalorizar algunas de las propuestas que se presentaron en Córdoba en 2019, a la espera de que podamos reunirnos como público otra vez frente al escenario.
Cada capítulo corresponde a una disciplina. Se pone el ojo de la cámara en aquello que no está al alcance del espectador durante su concurrencia al evento artístico. Es una invitación abierta para descubrir un poco más acerca del mundo cultural artístico en Córdoba.
En este segundo especial, seguimos el detrás de escena de la obra de teatro La trágica agonía de un pájaro azúl, que se presentaba en la sala Documenta Escénicas. La pandemia superó a la ficción y puso todo en pausa. Ahora, esperan más que nunca regresar de nuevo a los escenarios. Acá te mostramos el detrás de escena de la obra en vivo.
Los domingos, al teatro
Asomarse un domingo en pleno mediodía al teatro Documenta Escénicas es como hallar un tesoro que brilla a lo lejos en la Ciudad de Córdoba y que nos sumerge en un mundo aparte. Una vez adentro, los elementos de la escenografía están dispuestos para cobrar sentido en el espacio teatral.
Entre los directores, algunos actores y actrices que llegan, y hasta integrantes de la familia, arman esa casa que pareciera ser devorada por una enredadera. Así, automáticamente, ya saben dónde encaja cada cosa. Sillas y una mesa de madera, un teléfono y una radio antigua, pasto en el suelo; y en el centro, un cuadro de una niña que sostiene un pájaro azúl.
Ver a un actor no actuar, es decir, haciendo algo que para nosotros resulta “normal” o cotidiano, es como ver a una persona que usa anteojos sin ellos. Algo le falta a la imagen. Pero todo recobra vida minutos antes de entrar a escena. Todo se conjuga en una misma sala mientras se pintan, se peinan y se visten. Mientras charlan, también, de cualquier cosa menos de teatro.
La realidad se encuentra, pero esta vez disfrazada, sumergida en lo más profundo durante el tiempo que dura la función. Convertirse en personaje significa sentirlo incluso durante todo el detrás de escena. Actuar como tal, gesticular, hablar y hasta observar entre medio de ese hueco que une las puertas de la escenografía con el público que va ingresando a la sala.
Cada uno está atento a su momento de salida. Ya casi comienza la función, las luces se apagan y el sonido del mar de fondo empieza a subir. Luego, todo se vuelve silencio. Cualquier movimiento está acompañado de una lentitud en plena oscuridad.
La atención del espectador se concentra en el centro, en esa casa que divide el mundo teatral que nos proponen, con lo que nos espera afuera al terminar la obra, la conciencia del paso del tiempo.
Porque, al final, ir al teatro es eso, una escapada de un día cualquiera, en la que ese tiempo por un instante se detiene, los prejuicios quedan afuera y creemos en todo lo que vemos. Nos reímos cuando habría que llorar, y lloramos cuando deberíamos reírnos, somos parte de la historia y hasta nos identificamos con los personajes.