Final Fantasy VII Rebirth es un videojuego monumental. Y lo es porque combina géneros de manera deliciosa: es de rol, es de acción, es de mundo abierto… tiene mini juegos… Y, además, se ve de maravillas en la Playstation 5, donde puede desplegar sensaciones inmersivas gracias al joystick. Es un juego que no le puede faltar al fan de Final Fantasy, pero que es además un recomendado para quien nunca haya atravesado las aventuras de Cloud Strife, el protagonista de esta historia que se juega en tercera persona y que se cuenta en unas cinemáticas tremendamente logradas, en las que se viven momentos tan épicos como graciosos.
En La Voz lo jugamos gracias códigos de prensa brindados por el equipo de comunicación de Square Enix en Latinoamérica.
Final Fantasy VII Rebirth es la segunda parte de las tres previstas en el marco del Final Fantasy VII remake. Y ofrece muuuuuuuuchas horas de juego. Porque combina espacios “cerrados” y guiados con seis regiones abiertas y bien diferenciadas. Y la experiencia es más amplia y profunda gracias a que ahora se gestiona un equipo: Cloud va con tres compañeros que se complementan en los momentos de combate y también en el quehacer a lo largo y lo ancho del viaje que propone Final Fantasy VII Rebirth.
Se trata de un equipo que viaja y combate con todo tipo de enemigos: de chicos a mediados hasta jefes. Y ese combate aglutina de manera justa la acción de apretar botones “a lo loco”, como también la de seleccionar tácticas y combinaciones con los compañeros para mermar la resistencia de los adversarios.
Cuando se van eligiendo esos golpes diferenciales la pelea se ralentiza pero no se detiene. En los primeros compases pareciera incómodo ese instante de freno. Aunque en breve pasa a ser un momento que se transforma en armónico con la pelea. Al punto de no poder pelear sin elegir esa acción potente que define la batalla.
Es personalizable ese ataque. Y es necesario para dar respuestas a los desafíos: no solo el combate cuerpo a cuerpo sino también el que es desde lejos.
El trabajo cooperativo no es relleno. Es sustancial. Marca la diferencia entre el triunfo y la derrota. Son las denominadas “Sinergias en combate”. Esa gestión de vínculos merece atención y no es aburrida. Todo lo contrario. Y permite acceder a las etapas decisivas: de “pressure” y “Stagger”, que son respectivamente cuando el rival va perdiendo potencia y queda vulnerable.
Es posible aplicar magias, espadazos, lanzar objetos. Es intento todo lo relacionado el combate. Muy. Está recontra rebien logrado. Y, como era de esperar, están las invocaciones. Que es cuando el personaje que estamos manejando se transforma en una entidad superior. Obvio que ese gigantón no aparecerá en cualquier pelea: está disponible para jefes.
Es posible elegir un nivel de dificultad dinámico, que va ajustando el respeto que merecen los rivales según nuestros personajes van elevando su nivel. Este nivel “dinámico” es el recomendable, sin dudas.
Hay momentos pirotécnicos e imponentes. Hay momentos majestuosos de efectos visuales. Hay momentos de cinemáticas que dejan perplejo. La aventura tiene 12 capítulos.
Si ese momento de combate es satisfactorio, también lo son los momentos de “armado” de los personajes. Sumar habilidades, combinarlas, modificarlas. Es un juego dentro del juego y, lo mejor, es que es realmente determinante al momento de la acción. El menú en el que se define todo esto puede resultar un poco abrumador al principio, pero se hace familiar más temprano que tarde.
Hay ocho personajes jugables, lo que también es valorable. Los viajes pueden ser a pie o través de otros medios, como los chocobos (cada área tiene su tipo de chocobo). Las misiones secundarias no son un “plomo”, más bien aportan variantes al hilo conductor de la historia o, en otros casos, brindan recompensas valiosas.
El mundo abierto es amplio y con sus regiones ofrece variedad. Tiene los famosos íconos en el mapa, pero se hace más simple con unas torres que hay que activar en cada región y que permiten que esos íconos vayan apareciendo. El viaje puede llevarse a cabo a través de los chocobos o de wheelies o de buggyes.
Mención especial para los minijuegos, que están más que bien. Desde un juego de cartas hasta carreras de chocobos. También hay disponibles de boxeo y de ritmo. Todos están a la altura de la experiencia general. Y se pueden personalizar. Será muy normal que la o el gamer se pase un rato “distraído” en estos minijuegos y no en el juego Final Fantasy VII Rebirth propiamente dicho.
Por todo y porque ese todo es mucho, la sentencia sobre Final Fantasy VII Rebirth es que es uno de los mejores videojuegos de este joven 2024.
