No hay nada más viejo que el temor a envejecer. El paso del tiempo es una sombra inexorable contra la que el ser humano ha venido luchando desde hace siglos. La juventud, con su vitalidad y vigor, sigue siendo un imán tan deseado como esquivo.
Actualmente, esa tensión no sólo es una “batalla” que librará cada uno consigo mismo con mayor o menor preocupación, sino que también se traslada a la “plaza pública” de nuestros días, como lo son las redes sociales.
Quizás eso explique una de las burlas más insólitas que se disputan en TikTok por estos días: los de la Generación Z (nacidos a partir de 1995, con la inmediatez de los smartphones como algo que dan por sentado, con internet como algo natural en su ecosistema) ya se ríen de los gestos de los millennials, que “delatan” su edad (o sea, haber nacido entre 1980 y 1995).
Uno de esos gestos es lo que las redes, con su crueldad masiva, denominaron “la pausa millennial” (bajo el hashtag #millennialPause). No es otra cosa que los dos segundos que demoran entre que ponen a grabar con su celular y recién después empiezan a hablar a cámara. O cuando dejan de dirigirse al dispositivo que los graba y miran para cortar la toma.
Los “Gen Z”, acostumbrados a crecer con una cámara enfrente (y con dispositivos mucho más veloces) lo ven como un síntoma “de vejez”, y de hecho se ríen haciendo videos en los que ridiculizan este gesto. La idea de “gerontofobia” no sería correcta, porque aquí ya los destinatarios de las cargadas son directamente sub 40. Pero esa es más o menos la gracia, o lo será hasta que los de la Generación Alfa desplacen a los Z y, quizás, también se rían de sus costumbres.
No te mezcles con mi tribu
En el fondo, aparece otro hecho distintivo de las redes sociales: la voluntad de los más jóvenes de no mezclarse con los más grandes.
Pasó con Facebook, hace ya muchos años, cuando de pronto más de uno se vio incomodado por algún comentario de su madre, un tío o la abuelita, en algún posteo quizás lanzado como anzuelo para seducir a alguien.
Ahí se empezó a producir cierto éxodo hacia Instagram, donde últimamente también se comenzó a repetir el ciclo. La guarida entonces fue TikTok.
Cada red, además, tiene sus propios códigos y sutiles diferencias que sirven también para marcar lo que está y lo que no en onda. Eso deja en evidencia a quien maneja ese lenguaje con soltura, quien está impostando pertenencia y quien ni siquiera entiende de qué va la cosa.
Y como en este multiverso de redes en el que estamos inmersos va tan rápido, ya hay un nuevo contendiente que asoma como para ser “la gran cosa nueva”.
Se trata de la red social francesa BeReal, que como su nombre lo indica, juega con el hecho de romper la artificialidad medida de las redes y mostrarse con autenticidad, de forma “real”, y no con el montaje de una vida de fantasía que suele inundar a tantos perfiles.
La aplicación envía una alerta en algún momento al azar del día, para que el usuario suba una foto con ambas cámaras del teléfono (trasera y frontal) mostrando en qué anda. La idea es que eso, supongamos, garantice realismo.
Juventud, divino tesoro
Detrás de todo esto siempre es posible detectar la influencia del marketing, segmentando públicos también por patrones de consumo bajo una máxima: “lo joven, garpa”.
Pero eso a su vez pareciera sentenciarnos con una “fecha de vencimiento” apresurada en términos de ser interesantes como grupo objetivo para el mercado. ¿Será el resultado de una aceleración del ritmo social?
En contrapartida, también está la intención de “estirar” la juventud lo más posible. No es casual que la etiqueta de muchos cumpleañeros de 40 se use esa frase cuasi motivacional de que “son los nuevos 30″, extendida ahora hasta los 50 como los nuevos 40 (algo que parece lógico dado la extensión de la expectativa de vida)
“Todo es rápido y volátil, nada parece destinado a durar mucho tiempo: ni la moda, ni las noticias, ni siquiera los resultados empresariales. Hay otro tempo. El resultado es un ser humano alterado, en constante tensión, que se aburre cuando no pasan cosas”, expresó Oriol Bartomeus, profesor de Ciencia Política de la Universidad Autónoma de Barcelona al diario El País de España, en un artículo sobre el tema de la Generación Z.
¿Será que detrás del humor, los memes, y las marcas generacionales que nos encasillan en determinados grupos socioetarios no somos más que el mismo ser humano de siempre, en busca de la aprobación y la pertenencia con sus pares?
