Maru Botana encontró tres estalagmitas de forma fálica fusionadas. Por una ingenuidad extrema o por una perversidad sofisticada, subió una historia a Instagram chupando el hielo. Empieza dándole pequeñas succiones a los curiosos glandes gélidos mirando a cámara. En las pausas exclama: “Hmmm, mirá qué rico el heladito… hmmm, está buenísimo”. Y como si a un cachetazo inesperado lo siguiese otro más violento, Maru hace patinar su lengua una y otra vez sobre el cilindro congelado.
La viralización era inevitable: esos 14 segundos reúnen los componentes de una fellatio gloriosa: empezar por la extremidad, mirar lascivamente al involucrado, lanzar un comentario pícaro (asociarlo con un helado es de lo más atinado, ¿cuántas veces se le recomienda a un principiante hacerlo como si fuese un helado?), seguir por el tronco y volver a la extremidad, creando un círculo narrativo.
Maru Botana aseguró no detectar el substrato sexual del video porque estaba en éxtasis. Tendría coherencia: cuando se está en éxtasis el yo se descompagina y la libido se reacomoda por fuera de la genitalidad. Los santos y los místicos conocieron muy bien este goce asexuado.
El community manager no pudo apreciar el éxtasis y en un ataque de pánico borró el video. Cuando Maru se percató del revuelo, aseguró haberse divertido y lo volvió a subir. Aquí es donde lo naif y lo depravado se amalgaman y nos arrojan un interrogante: ¿quién es exactamente Maru Botana, una madre devota que televisa a sus siete hijos o una MILF endemoniada?
(MILF es el término popularizado desde hace algunos años a partir de la comedia American Pie, en referencia a madres que despiertan fantasías sexuales).

Famosos en pocas palabras
Para que un mediático encuentre su lugar, necesita definir rasgos únicos y fáciles, rasgos que lo simplifiquen. Con un par de cualidades bien engarzadas alcanza. Por ejemplo: Susana, diva despistada; Rial, mercenario megalómano; Tinelli, cínico de barrio. ¿Maru Botana? Electricidad culinaria.
Porque Maru Botana cocinó durante muchos años en televisión. Para hacerlo se requiere de una personalidad que saque de eje la receta en cuestión. Cocinar en televisión es una pedagogía que olvida la transmisión de un saber para enfocarse en un espectáculo sensorial (colores y texturas) ligado al erotismo.
La función del cocinero televisivo es lograr, a través de ocurrencias o monerías, que el método del plato quede en segundo plano para permitir que penetre en el subconsciente lo subliminal de los ingredientes manipulados. En todo programa de cocina, los directores de cámara alternan planos que remedan una representación pornográfica: un chorro de crema deslizándose sobre una pechuga de pollo, una masa cruda que se comprime, se estira y se ahueca, un caldo espeso que burbujea.
Cocinar es un acto de sensualidad extrema y el video de la fellatio refuerza una verdad tácita en cualquier amante de la cocina: se percibe la realidad desde un orden estrictamente sensible. La conexión con un trozo de hielo trasladó a Maru Botana al frenesí orgásmico, la rendición ante el Poder de la Naturaleza.
No fue un acting calculado para llamar la atención ni una muestra gratuita de imbecilidad, fue más bien el desliz público de alguien demasiado susceptible a la dimensión orgánica del mundo.