Hay un meme muy popular que circula por la web hace ya algunos años. Consiste en comparar dos canciones y mostrar la cantidad de personas que estuvieron involucradas en su creación. Por lo general, se contrasta un clásico del rock que presenta variaciones y cierta cuota épica (como Bohemian Rhapsody o Starway to Heaven) con un hit pop de intérpretes como Rihanna o Beyoncé. Mientras que el himno rockero suele tener un único autor (dos a lo sumo), el segundo cuenta con varios letristas y productores para darle forma a un tema con una letra y una música en apariencia sencillas.
En definitiva, esta clase de bromas son una de las argumentaciones favoritas de aquellos que creen que ya no se hace música como antes. Y a su manera tienen razón: la producción en la música popular varía constantemente y cada época presenta su propia estética. Si varios productores meten mano a la canción de una estrella popular es porque buscan que se convierta en un hit, que funcione en contextos variados y contemporáneos, y para ello hacen uso de todo lo que tienen a mano en un estudio de grabación. Es decir, para que funcione y sea trendy, pero que a la vez cuente con algo que la diferencie del resto. Puede ser en la letra, en el ritmo o directamente en el sonido.
Un caso que representa muy bien esta clase de riesgos es Believe, el mayor hit en la carrera de Cher, que cumplió hace poco 20 años desde su lanzamiento (salió en octubre de 1998) y que tuvo su momento de auge durante buena parte del año 1999, cuando sonaba en las radios y en las pistas de baile de todo el mundo.
Era difícil presagiar semejante éxito. Al momento de grabar aquel disco –que llevó el mismo nombre de la canción–, la cantante y actriz no atravesaba un buen momento. Su anterior álbum, It's a Man's World, no había vendido bien y la prensa se burlaba de ella a raíz de sus cirugías estéticas y de sus cambios estilísticos. Además, en enero de 1998 moría en un accidente de esquí Sonny Bono, exesposo de Cher y mitad del exitoso dúo Sonny & Cher.
A pesar de las pálidas, Warner Music la convenció para que grabara un nuevo disco, esta vez adaptado a la música que se perfilaba como la gran atracción de fin de siglo: el pop electrónico. Madonna, a punto de llegar a sus 40, editaba Ray of light, producido por geniecillos como William Orbit, y demostraba que se podía hacer música dance excitante y moderna y seducir a millones. El equipo de trabajo de Believe quería transitar ese camino.
Antes y después
La canción fue compuesta por seis autores además de Cher, que se encargó de algunas frases clave en la letra, una suerte de manifiesto que habla de recomponerse después de penurias amorosas. Los encargados de darle el espesor electrónico fueron los productores Mark Taylor y Brian Rawling, quienes armaron una base a 133 beats per minute –un ritmo más cercano a la música trance que al pop– con colchones de teclas, unas notas discretas de guitarra eléctrica, un bajo irresistible para la pista y un leitmotiv –la frase "after love"– que anticipa lo que va a llegar recién en el estribillo.
Pero lo que más sobresale en Believe es la interpretación vocal de Cher, que suena calma y reflexiva en las estrofas y recién estalla en el clímax de la canción. Y, claro, no sería lo mismo sin ese truco que la convertiría en un hit histórico: el uso del auto-tune, una idea de Taylor que al comienzo fue resistida por algunos de los ejecutivos de Warner por considerarla extravagante. Pero fue la propia cantante la que dijo que la canción debía conservar ese truco en su voz, porque era lo que le daba el toque distintivo, lo que necesitaba el tema para llamar la atención.
Inventado y patentado por el californiano Andy Hildebrand, un ingeniero especializado en geofísica, el procesador auto-tune se empezó a utilizar a mediados de los '90 en algunos estudios de grabación para arreglar las voces grabadas y que quedaran perfectamente afinadas. Lo que hizo Mark Taylor fue manipular excesivamente su uso para distorsionar el timbre vocal de Cher y que, aun así, quedara en el tono indicado. La primera vez que se oye claramente esto en Believe es en la frase "And I can\'t break through", cuando Cher sube algunas notas la melodía.
Su implementación en este tema fue pionera y tan paradigmática que a partir de allí al auto-tune se lo comenzó a llamar "el efecto Cher". Cuando la canción salió al mercado se volvió un éxito inmediato y no sólo revivió la carrera de la artista a sus 52 años (hasta hoy es el álbum más exitoso de su vida), sino que marcó un antes y un después en la música popular gracias a este truco de estudio.
A partir de ese hito, el uso del auto-tune se volvió un recurso muy popular tanto en la música pop como en la electrónica y en el hip hop, con artistas que lo llevaron a niveles muy personales a lo largo del tiempo (en Argentina, traperos como Duki lo han convertido en un sello de su estilo). Aunque muchos todavía renieguen de su implementación –lo consideran un artificio, en contraposición a las voces limpias–, es innegable que este procesador de audio ha dado lugar a manifestaciones inéditas dentro del campo de la música, una revolución sonora que comenzó con una pregunta en apariencia sencilla: ¿creés en la vida después del amor?
Cher no sólo lo creía, también lo personificó.