Una noche de contrastes y sensaciones encontradas fue una quinta luna del Festival de Cosquín 2023 que realmente tuvo de todo. Historia, leyendas vivas, danza con sustancia y destreza, canto comprometido, gritos de euforia, papelitos y conexión con el público.
De antemano, se sabía que Los Nocheros no serían de la partida por la cancelación de su gira tras conocerse el delicado estado de salud de la Moro, histórica compositora del grupo y compañera de Mario Teruel.
La llegada en su lugar de Los Manseros Santiagueños, que llamativamente no habían estado programados de arranque, provocó gran expectativa entre el público: muchos se volcaron a las boleterías para sacar sus entradas a último momento, lo que generó un gran marco en la plaza desde temprano. El resultado fue la segunda mejor convocatoria hasta aquí después de la tercera luna del lunes.
¿Manseros en retirada?
Algo extraño viene sucediendo con el histórico grupo encabezado por una leyenda viva como Onofre Paz, quien ya no puede solapar los embates del paso del tiempo (cumple 82 este año). Si bien la gente los sigue disfrutando y venerando, hay una sensación permanente que cualquier presentación puede ser la última. El respeto y el cariño se mezclan con el morbo y el orgullo de decir “yo vi el último show”.
Sin ir más lejos, la actuación del año pasado pareció en su momento ser la definitiva en Cosquín, ya que mostró a un Onofre con comentarios siempre al borde, cantando como pudo, sentado, ya sin poder tocar la guitarra y casi sin poder caminar. El broche de oro fue sin dudas esa despedida con una enorme ovación.
La posibilidad de regresar por la baja de Los Nocheros les dio una nueva oportunidad de ampliar ese “hasta siempre”. Si bien el cantor se mostró mucho más medido en sus intervenciones, los inconvenientes vocales y físicos fueron indisimulables. Tal es así, que el propio Paz se rió de sus evidentes dificultades para cantar. “¿Está sonando bien?”, preguntó Alito Toledo en un pasaje. “¡Cómo querés que esté sonando bien si estamos cantando muy fiero!”, respondió Onofre sin filtro.
En otro momento, Toledo frenó en seco los posibles derrapes de su compañero. “Vamos hacer una chacarera pero sin aro”, introdujo antes de otro celebrado clásico. Enseguida, llegó el saludo y el mensaje de aguante para Los Nocheros, que el público acompañó con un respetuoso aplauso.
El otro dato que podría presagiar el principio del fin de Los Manseros, fue que Onofre recordó como pocas veces a sus ex compañeros de grupo. Primero, al igual que lo hizo en Jesús María, evocó al gran Fatiga Reynoso cuando presentó a su hijo Hugo Reynoso, tercera voz del grupo, para dar paso a la emotiva Canto a monte quemado.
Pero lo más sorprendente llegó cuando después de interpretar Eterno amor con su hija Flor Paz como invitada, saludó a su hijo Martín Paz, a quien él mismo echó del escenario durante un tristemente recordado festival en el norte cordobés hace seis años. Luego de ese hecho, la relación se rompió hasta esta noche, por lo menos públicamente. ¿Habrá reconciliación?
Flor Paz, programada en el festival con su proyecto propio para el domingo, se quedó en el escenario para cantar la chacarera de Leo Dan Quiero nombrar a mi pago, y mostrar su agradecimiento absoluto con su padre y el grupo. “Yo tenía un casete con esta canción”, dijo emocionada.
Después de la presentación de los músicos, entre los que se destacó el violinista formoseño Matías Romero, comenzó la recta final con los himnos santiagueños que se exhibieron más inmortales que nunca. Habrá que ver si vuelven a sonar de esa manera en Cosquín. Por lo pronto, en la conferencia de prensa sin Onofre, Alito Toledo aseguró que seguirán “hasta que puedan”.
La danza que emociona
Absolutamente superlativas fueron las dos intervenciones de los hermanos Ezequiel y Facundo Posse, ganadores del Pre Cosquín como pareja de baile estilizado.
Primero generaron asombro con la cueca “actuada” Sin palabritas de Eladia Blázquez e interpretada por Hernán Figueroa Reyes, acompañada en este caso por textos de Julio Cortazar. La escena final de los hermanos tragando los pañuelos fue un fuerte símbolo de los amores ocultos o silenciados.
La segunda entrada fue una evocación a la “locura” con audios de pacientes de la radio La Colifata y un cierre al ritmo de El reino del revés de María Elena Walsh. ¿Quiénes son los locos? fue la pregunta que quedó flotando en el aire. La única certeza fue la ovación de la plaza.
En el inicio, chamamé e historia
Antonio Tarragó Ros fue el protagonista de la apertura de la quinta luna con un espectáculo en el que homenajeó a su padre, Don Tarragó Ros, compositor clave del chamamé, en el año de su centenario.
Un emotivo audiovisual en el incio y posteriormente el repaso de obras emblemáticas de la música litoraleña como Granja San Antonio o El Petiso Maceta, le dieron forma a un presentación muy celebrada por el público. En el cierre con El Toro, el gran Antonio se movió corriendo por todo el escenario con su acordeón para despedirse ovacionado.
“Al chamamé lo salvó el baile y el pobrerío” y “Papá vendía más discos que los Beatles”, fueron algunas de las frases que dejó en la conferencia en la que habló de todo. Un Tarragó Ros auténtico.
La Bruja, con matices
Tras la actuación del coscoíno Gabriel Macías (fue el primero en hacerle el aguante a Los Nocheros), las Postales de Salta con una destacada presencia de la danza y el dúo Asato-Pais (ganador del Pre Cosquín como conjunto instrumental), llegó el turno de La Bruja Salguero.
La cantora riojana arrancó con su singular lectura de Saravá de Duratierra y luego sorprendió con una versión melódica y a medio tiempo de El camión de Germán, el himno chayero de Pica Juárez que popularizó Sergio Galleguillo.
Con un show de climas diversos que también incluyó tinku (Baila, baila), saya (Sol de los andes) y una gran chacarera riojana (Los amanecidos), Salguero esparció su canto comprometido y un homenaje a “las mujeres que han marcado el camino” para un cierre con la siempre emocionante Juana Azurduy.
Destino San Javier, en la pelea
El grupo heredero del espíritu del recordado Trío San Javier, salió con los tapones de punta para dar un show que tuvo todos los artificios posibles con un claro objetivo: encender a la plaza y pasar de los suspiros a la ovación.
Con un repertorio “al hueso”, que incluyó varios clásicos (La Oma, A Monteros, Mujer niña y amiga), la zamba más cantada de los últimos años (Zamba para olvidarte), momentos románticos y también festivos, sonido avasallante, papelitos y hasta bajada a la platea de los tres cantantes, Destino hizo todo lo que estuvo a su alcance para pelearle el premio consagración a Juan Fuentes, el candidato hasta aquí. ¿Le alcanzará?
Ahyre, revancha y satisfacción
Por un camino diferente a lo planteado por Destino fue lo del cuarteto conformado varios ex integrantes de Los Huayra, que con casi cuatro años de trayectoria brindó un show con sabor a desquite y mostrando una propuesta personal y madura.
La banda salteña capitaneada por el “Colo” Vasconcelos no pareció tan preocupada por generar el efecto inmediato en el público y se corrió de los lugares comunes: la aprobación llegó gracias a la fuerza de las canciones y a los arreglos vocales más sutiles, toda una declaración de principios.
Cerca del final, el “Colo” recordó el momento del año pasado cuando durante su presentación bajo la lluvia torrencial se cortó la luz y el público se quedó cantando a capela Si te vas, generando un momento inolvidable. “Vamos a cantarla más fuerte, que ahora somos más”, arengó el músico y compositor. La plaza volvió a responder y Ahyre tuvo su instante consagratorio sin importarle tanto el premio.
