“Todos tendrán un instante, su toque de gloria; esta noche llegará, Carlitos Jiménez a esta ciudad”, cantó Fito Páez en el anochecer del día 2 del Cosquín Rock 2022, cambiando la letra de su clásico Circo Beat.
Minutos más tarde, Divididos arrancaba su show con Sobrio a la piñas también con dedicatoria alusiva y como presagio de lo que sucedería en el cierre tan esperado: La Mona haciendo su gran debut y escribiendo otra página histórica del festival de las sierras.
Así como en su momento el Festival de Cosquín saldaba una deuda volviendo a invitar al ídolo cuartetero primero en 2018 y sobre todo en 2020 para los 60 años del gran evento folklórico, ahora su par rockero concretó lo que hace un poco más de una década parecía impensado.
Y este merecido desembarco de Jiménez, tan venerado por la fauna rockera de un tiempo a esta parte, terminó funcionando como un homenaje al recientemente fallecido Héctor “El Perro” Emaides, creador junto a José Palazzo del Cosquín Rock y que en su momento no pudo cristalizar este crossover en el recordado Pueblo Mestizo. El mundo festivalero no estaba preparado por entonces, ahora sí.
Diversidad adecuada
Lo dicho entonces, desde temprano la expectativa estaba puesta en como se desenvolvería el Mandamás en un festival que saludablemente viene ampliando sus horizontes y en el que los prejuicios parecen haber quedado solo por el lado de algunos comentaristas de las redes sociales.
Esta evidente apertura musical de cabezas y oídos quedó nuevamente demostrada en esta jornada con más de 40 mil personas: esos pibes y no tan pibes que corearon las canciones del colectivo soulero NAFTA, también bailaron con el dúo de electrónica de tintes latinos Boombox, luego poguearon con Divididos y Las Pelotas y terminaron a puro agite con el tunga tunga de Jiménez. Algo ha cambiado, y para bien.
Orgullo cordobés
Es cierto que cuando comenzaba a caer el sol y La Vela Puerca entraba en la recta final de su celebrado show en el escenario Norte y Páez hacía lo propio en el Sur, el ingreso de un público más “monero” se hizo notar en el predio. Igualmente, no fue lo multitudinario que se hubiera pensado de antemano: el reciente Festival Bum Bum y la complicadísima situación económica, sin dudas fueron determinantes en esa convocatoria.
Eso sí, el “Soy Jiménez” se escuchó con fuerza en los largos minutos previos a la salida del ídolo apenas pasada la medianoche y el marco era ideal. El cordobés inflaba su pecho y con orgullo le explicaba al foráneo lo que estaba por suceder. No era para menos, por primera vez un artista de la provincia era encargado de cerrar un Cosquín Rock y encima, se trataba del indiscutido número uno.
Como era de esperar, La Mona salió a tirar toda la carne al asador. Tras un arranque con algunos problemas de sonido (en el comienzo con Seguí en carrera casi no se escuchó su voz), luego sí todo explotó para Amor secreto (Eeellaaaa) y Tinta china.
Rituales y euforia
“Espero que lo disfruten, es el momento”, tiró un Jiménez encendido como reafirmando el histórico contexto hasta para sí mismo, mientras revoleaba la campera de cuero con la que había salido bien lookeado para la ocasión.
Sonó un himno, El Federal, y también comenzó otro de los rituales: el instante de conexión único que genera La Mona leyendo las banderas, las remeras y hasta poniendo en palabras ese maravilloso lenguaje de señas que él mismo inventó hace un largo tiempo y sigue sumando nombres de barrios y ciudades a su decálogo. Si hasta les explicó cómo hacer el gesto que identifica a su lugar a un grupo de rosarinos que se iba contagiando de esa energía imparable que se desprendía del escenario.
Después de un primer cambio de vestuario (una musculosa fucsia a tono con las visuales para Ramito de violetas), el cantante desplegó toda su destreza para el baile en un clásico momento al ritmo de su ala percusiva, ayer liderada por Bam Bam Miranda y hoy integrada por varias mujeres. A esa altura, el éxtasis era total.
“Tiren despacio la fruta y más si es esta fruta”, disparó luego ya caminando sobre la pasarela que parecía hecha a su medida y mientras pelaba y le daba un mordisco a una banana, en otro momento que el público ajeno al cantante cordobés no entendió demasiado, pero festejó con sonrisas cómplices. “¿Hay cuarteteros che?”, arengó acto seguido antes de la celebrada Muchacho de barrio.
Recta final, a pleno
El pequeño intervalo que se tomó Jiménez vino bien para juntar fuerzas: así, la banda que sonaba cada vez más potente, acompañada por una destacada puesta visual, preparó el terreno para una segunda parte bien arriba.
La pupera y Beso a beso convirtieron al festival en una gran pista de baile, con ronditas y parejas dando vueltitas por doquier. ¿Quién hubiera imaginado esa postal algunos años atrás? Jiménez lo hacía posible.
Ya con el vestuario dorado brillante que le envidió hasta la propia María Becerra, por ese entonces terminando su show en el otro extremo del predio, La Mona recreó aquel recordado intercambio con el público en el Lollapalooza al mejor estilo Freddie Mercury. El arengador “¡¡contestemen!!” se escuchó hasta en Córdoba capital.
Cierre delirante con Juanse
“Todo el mundo tiene que saltar, eh”, advirtió después de frenar el comienzo de Me mata, que se pogueó como cuando la tocaba Kapanga, banda agitadora si las hay en la historia del festival.
Aunque esta vez no estuvo el Mono Fabio, finalmente aparecieron los prometidos invitados. Al comodín Micky Rodríguez (había estado un rato antes con La Franela) se le sumó el propio Palazzo con cara de sueño cumplido, ambos con sendos bajos, y un Juanse totalmente extasiado.
El ex Ratones Paranoicos dio la nota en ese final improvisado: primero le arrebató el micrófono a la estrella del momento para arengar “¡La Mona es lo más grande que hay!”.
Acto seguido, consultado sobre si la versión de cierre de Quien se ha tomado todo el vino tenía que ser en clave cuarteto o blues, no dudó un segundo en responder por el ritmo característico cordobés y comenzó con un riff de guitarra que dio pie a la locura.
Absolutamente sacado, se quitó la remera para quedar con el torso desnudo mientras corría de un lado al otro del escenario y cuando Carlitos le preguntó cuál podría ser el bis, Juanse gritó “¡Beso a beso!” sin importar que ya hubiera sonado. Enseguida, se puso a menear frente al público, luego se fundió en un abrazo con Jiménez y hasta pareció querer besarlo, mientras su colega le agradecía la entrega.
“Nos vemos el Día del trabajador”, se despedía La Mona dando la pista de cuándo será su próxima presentación (¿en el Kempes?), aunque el público todavía no salía de su sorpresa por el inesperado show aparte de Juanse.