Con los ojos y el horizonte cerrados, la contemplación puede ser un acto infinito: las imágenes que pasan por la imprecisa penumbra interior se fijan y se diluyen como suspiros, como suspiros son los sensaciones.
La Cantoría de la Merced cumple 15 años y para empezar a caminar el año ha elegido una obra del noruego Ola Gjeilo, un inmenso compositor cuyas páginas corales son un elixir que pasa de boca en boca en el mundo de los coros.
Santiago Ruiz, su director, ha advertido que el concierto será un viaje.
¿Cómo es viajar montado al aire de la música? ¿Es la sensación de fluir con el movimiento de las notas?; ¿o se trata de vivir la intensidad de la quietud abierta, de estar con los sentidos en otra parte y habitar también ese misterio que cuenta la música?
Ola Gjeilo reside en la Nueva York, pero su música acaso esté siempre impregnada del ánimo de las luces de los cielos boreales de su porción nórdica del mundo. Y, como en la pintura, no se trata del retrato de un paisaje, sino del alma que la mirada humana revela en las cosas, del misterio que sólo el arte desnuda.
Santiago Ruiz, antes de empezar, le ha pedido a la gente que no aplauda entre tema y tema, que simplemente escuche todo el concierto y se deje llevar.
"Nunca pido estas cosas; dejemos que pase la música, que las emociones que tengamos que sentir las sintamos", ha dicho. Vaya si su pedido vale la pena: despeja la relación entre el público y su sensibilidad, y se convierte en un valioso aporte a la manera que será vivido el concierto.
Entonces, en una noche de miércoles en el teatro Real, sucederá la belleza. Noche del alma, tal el nombre del viaje a través de un manojo de obras de Gjeilo que durará poco más de una hora. Se trata de composiciones para cuarteto de cuerdas, piano y coro.
Sonarán primero el piano de Eduardo Gramaglia y las cuerdas propias del proyecto de la Cantoría, con Pablo López en primer violín, más Luz Urrets, Mauro Asís (violines) y Ailín Gazzo (violoncello). El coro que aguardaba su momento detrás, en una densidad del escenario casi de sombras (las luces dieron con el clima), se iría asomando hasta ser parte consistente de un ensamble total tan armónico como caudaloso. En un pasaje del concierto, el propio director sumaría su guitarra.
Que la Cantoría de la Merced cumpla 15 años es motivo de celebración del arte musical en Córdoba. Su elaborada y caudalosa expresión amalgamada por el gran sentido musical de Santiago Ruiz, ha sido también reconocida en otros sitios, como que en 2017 ganó el Primer Premio en el Festival Internacional de Música de Cantonigrós, España.
La sintonía entre voces, cuerdas y piano alcanzará momentos tan impactantes que los ojos se abrirán como tratando de reconocer el estremecimiento. Y allí está La Cantoría, dominando el espíritu de las luces tenues.
Son puñados de suspiros silenciosos los sostienen una emoción. Por eso, el aplauso final, llegará con la fuerza de todos los aplausos postergados.
La expansión de Clara Presta
Si en la reunión en modo dúo con Federico Seimandi en contrabajo, Clara Presta había soltado en la escena de su camino a su versión de compositora de historias de músicas y palabras. Dispuesta a confiar en la texturas de su propias voz para contarla, ahora en formato trío, da otro paso en un rumbo expresivo que se afianza.
Es lo que se dejó sentir el viernes, cuando abrió el ciclo "Desde el Centro", que la tiene como anfitriona y protagonista en el saludablemente remozado CC Graciela Carena.
Todo lo sutil que había quedado registrado en el disco Casa (presentado hace un año), ahora toma un pulso más afirmado a la tierra. Por un lado, la incorporación de Andrés Toch en batería, tan fluido y amplio en su capacidad rítmica, plantea otra consistencia: por otro, el sutil paso de Seimandi del contrabajo al bajo eléctrico también acentúa ese nuevo sonido con una dosis mínima de vértigo.
La música popular, aires de folklore que se coronan con algún pasaje de jazz, y la canción en el centro de la búsqueda son los elementos de esta mixtura que sigue siendo de una sensibilidad sutil y fresca que entusiasma. "Una expansión de amor y de conciencia" es lo que dice vivir Clara Presta, después del nacimiento de su hija Francisca, hace casi tres años.
En el comienzo de su ciclo, Clara Presta invitó a Gabi Merlo, que vino a exponer sus propios desvelos de autor. El baterista de Fly Fly Caroline se plantó guitarra en mano con su voz para desenvolver un puñado de interesantes canciones puestas a madurar en su primer disco solista. Por momentos, lo acompañó Ignacio Ruibal en guitarra eléctrica.
Párrafo aparte para la base Andrés Toch y Fede Simandi, que se repite en otras formaciones: Seinomandi (con Juan Pablo Toch), los mismos Toch, Ana Robles… Una de esas talentosas sintonías que en la relación personal refuerzan sus notables talentos individuales. El viernes, además, Andrés también tocó la guitarra y Fede cantó algunos de sus buenos temas.